Conocí una mujer maravillosa en un centro de discapacitados en Tarragona. Se llamaba Ana.
Padecía una parálisis cerebral y no podía controlar ninguna parte de su cuerpo.
Para que lograra escribir una carta tenían que atarla a una silla y amordazarla con el fin de que no se cayera ni babeara sobre el ordenador.
Entonces puede mecanografiar con la nariz sobre el teclado.
Los días que la conocí era septiembre. Era entonces cuando comenzaba a escribir tarjetas de Navidad
En la que leí escribió: «Pasemos la Navidad con Jesús, ayudando a seres menos afortunados que nosotros».
Joder , pensé, "¡ayudando a seres menos afortunados que nosotros!". Una señora que más de una@ pensaría que entre ella y una planta había muy poca diferencia.
Me sentí pequeñito , pequeñito, pequeñito.
Las personas como ella no nos inspiran porque sus desdichas hagan que las nuestras nos parezcan menos graves, sino porque nos dan una lección de quilates.
La cuestión no es quién tiene el peor problema. Todos tenemos problemas, y al afrontarlos podemos inspirarnos los unos a los otros.
La cuestión es qué cojones hacemos tú y yo con todo ese maravilloso caudal interior que lo tenemos oculto en la niebla densa y fría de nuestra triste y pequeña vida.
Algunos nos ha sucedido como aquel caracol que trepaba por un cerezo en enero, y la cigarra le pregunta: "¿Adónde vas?" ..
- "¡A comer cerezas!", responde el caracol.
- "Pero... ¡si todavía no es tiempo de cerezas!".
- Bueno, sí, pero cuándo yo llegue, ¡las habrá!, afirma el caracol
¡Eso nos pasa a algunos, sí señor! : vamos lento ascendiendo el camino de la vida , pero Dios tiene sus tiempos!...exactamente como Ana.