Hay un tipo de persona que me parece siempre inquietante: la que
apenas enseña los dientes al sonreír. He vivido con unos
cuantos así.
Angus Trumble, autor de Una Breve Historia de la Sonrisa, al enseñar los dientes riendo el ser humano puede expresar
seis actitudes mentales: decoro, lascivia, deseo, júbilo, sabiduría
y simulación. Éstos que me refiero son de la categoría de
“sonreidores”.
En Alicia en el País de las Maravillas el Gato de Cheshire está
encaramado en la rama de un árbol, iluminado por la luna, con su
permanente e implacable sonrisa de oreja a oreja. «No sabía que los
gatos pudieran sonreír», comenta la niña miniaturizada tras caer
por el agujero mágico del conejo.«Es un gato de Cheshire, por eso
sonríe», le explica la Duquesa.
Estos sonreidores siempre caen muy bien, al menos al principio,
como a Alicia el Gato de Cheshire...pero el contenido de la primera
conversación entre Alicia y el Gato refleja bien cómo es esa
simpatía :
«-¿Me podrías indicar, por favor, hacia donde tengo que ir
desde aquí?
-Eso depende de a donde quieras llegar -contestó el Gato.
-A mí no me importa demasiado a dónde -empezó a explicar
Alicia.
-En ese caso da igual hacia dónde vayas -interrumpió el Gato...
- Siempre que llegue a alguna parte -terminó Alicia.
-¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte -dijo el Gato-, si caminas
lo bastante.»
¡Cuantos líderes por los que hemos dado la vida nos han
profetizado que “siempre se llega a alguna parte”...y
descubres,¡ay, tarde!, que a veces vas a ninguna parte.
El País de las Maravillas no es sino el «reino de los juegos» y
el entusiasmo inicial de Alicia se va enfriando al descubrir que las
reglas que los rigen están trufadas de trampas, caprichos e
incoherencias. Hasta que llega un momento en que se rebela, rompe
con sus propias fantasías y recupera su tamaño: Es un proceso de
maduración por el que hemos pasado todos.
Alicia tiene el mismo instintivo apego al juego limpio que todos,
por eso abofetea sus propias orejas como castigo a haberse hecho
trampas cuando está jugando al croquet contra sí misma. Pero es
también ese idealismo el que le impulsa a la aventura y a la
búsqueda de experiencias en las que espera encontrar códigos de
conducta que piensa es su vocación
De ahí su decepción al descubrir que «nada casa con nada»:
que, según el Conejo, el tiempo puede medirse de distintas formas;
que, según Humpty Dumpty, las palabras pueden significar cosas
opuestas porque «lo único que importa es quien es el que manda»;
que en la partida de los Reyes de la Baraja a uno pueden ejecutarle
por saltarse el turno, pero nadie ha establecido cuáles son los
turnos
La venda se le cae de los ojos durante el juicio en el que
comparece como testigo. Se da cuenta de que a su alrededor todo es
confusión y caos y protesta cuando ve que la Reina de Corazones se
dispone a ejecutar lo que tiene predeterminado, aun antes de que el
jurado se haya pronunciado : «¡Qué insensatez! ¿A quién se le
ocurre una cosa semejante? ¡La sentencia antes que el veredicto!».
Cuando la Reina le manda callar, amenazándola de muerte, Alicia
la desafía y esa determinación a pensar y decidir por sí misma
rompe el hechizo:
«-¿Quién les va a hacer caso? -dijo Alicia que para entonces ya
había recobrado su estatura de todos los días- ¡Si no son más que
un mazo de cartas!
Al oír esto, la baraja entera se elevó por los aires y empezó a
caer desordenadamente sobre Alicia, que dejó escapar un pequeño
grito mitad miedoso, mitad indignado, y empezó a defenderse a
manotazos. Al hacerlo se encontró acostada sobre la ribera del río
con la cabeza apoyada en el regazo de su hermana
-¡Despierta, querida Alicia, te has quedado dormida un buen
rato!».
También algunos de nosotros nos hemos quedado dormidos un buen rato de
nuestra vida; y descubrimos que los sueños , y nuestra vida hasta
entonces, eran como las cartas de ese castillo de naipes que se ha
desmoronado con desorden.
Hay una imagen magistral en el Gato de Cheshire, el momento en
que el cuerpo del animal se va difuminando poco a poco hasta que sólo
queda una curva flotando en el aire: «¡Bueno! Muchas veces he visto
un gato sin sonrisa -pensó Alicia- pero ¡una sonrisa sin gato!...
¡Esto es lo más extraño que he visto en toda mi vida!»
Es imposible resumir más concisamente el drama de mucha gente
que despertó del sueño de su vida. Cuando se esperaba tanto de un
ideal ,a nadie podría extrañarle que al frente de tanta dedicación
y empeño absurdo hubiera un gato sin sonrisa. Y al final sólo nos
queda una sonrisa sin gato.