Como me la contaron, así lo
escribo...cualquier parecido con la realidad- me asegura la autora-
es parecido con la realidad.
Colegio Montechuli, hace pocos años.
Chicas de primero de bachillerato, una edad muy mala. Es viernes por
la tarde y la profesora de de Lengua no se presenta en clase. Las
chicas- recordad que es viernes por la tarde- están revolucionadas:
unas fuman por la ventana, otras comentan una revista “¡ay, mujer,
si yo midiera 1,80 , y fuera rubia y con ojos azules, ¿qué te
crees?, ¡sería como ésta, ¡una diosa!...aunque, chica, tampoco es
para tanto...pero éste, ¡madre mía!, si es que me lo comería!”...
Una, con alma de artista, dibuja en la
pizarra una faldita escocesa, la misma del uniforme del colegio, y
unas maracas que le hacen juego festivo a la falda, en las maracas pinta el logo de Habana Club...
Derrepenete, depronoto, entra ella.
“Ella” es Rosa Rialp Cistitis de
Balaguer, una profesora E.A.G. (Elefanta de Aspecto Gigantesco).
Rosa irrumpe en la clase y se queda
lívida, patidifusa, paté de foie, mirando a la pizarra. Se
restablece el orden público. Se sientan y regresan a sus puestos
como ratoncillas ante una gata, pero ella sigue ahí, mirando a la
pizarra con los ojos desencajados.
Silencio. Rosa respira hondo mientras
observa el encerado.
Y brama:
- CREÉIS QUE ME IMPRESIONÁISSSS!!! LO
HABÉIS HECHO APOSTA PORQUE CREÉIS QUE ME IMPRESIONÁIS MUCHO,
VERDAAAAD???! VEREMOS QUÉ CARA PONE, VEREMOS QUÉ DICE LA FRÍGIDA
DE ROSA RIALP!!!!! PUES NO VOY A DAROS EL GUSTO!!!
Allí nadie respira, ni nadie se entera
de por dónde está soplando el viento Se miran entre ellas,
perplejas y desconcertadas. Y ella prosigue:
-PORQUE A ROSA RIALP NO LE GUSTAN LOS
HOMBRES VERDADD???!!! VOSOTRAS PENSÁIS QUE A ROSA RIALP NUNCA LE HA
APETECIDO QUE LA EMPOTREN CONTRA UNA PARED Y LE ECHEN UN POLVOOOO!!!!
Bien, recordad que es viernes por la
tarde para todas, para Rosa también. Es mujer con compromiso de
celibato apostólico , pero tiene, como todas, sus particulares
luchas internas. En su caso, le apetece que un hombre la empotre
contra la pared y le eche un polvo. Es un arranque de furor uterino
que le puede pasar a cualquiera.
¿Había tenido una experiencia así en
su vida?, no lo sabemos. ¿Es sólo una fantasía?,tampoco lo sabemos.
¿Habrá hombre que se coma a Rosa Rialp Cistitis?...¡pues a lo
mejor sí!
La alumna que me cuenta la anécdota
intuye por donde van los tiros, pues conoce a Rosa, y dice tímida y
como susurrando.
-Pero Rosa… Si sólo son unas
maracas…
Ojos inyectados en sangre, Rosa Rialp
se rasga las vestiduras y señala con un dedo acusador:
-TÚÚÚ!!!!!!! TÚ YA ESTABAS TARDANDO
EN HABLAR, CÓMO NO!!!! ANNA DALLÓMESBÓ, ABOGADA DE PLEITOS
POBRES, QUE PIENSA QUE ADEMÁS DE FRÍGIDA SOY TONTAAAA!!! ME LA
DISTE UNA VEZ PERO NO ME LA DAS MÁS, DALLÓMESBÓ!!! ESO QUE HAY
DIBUJADO EN LA PIZARRA SON DOS MIEMBROS MASCULINOS Y LO SABES!!!!!!!
Y LO SABESSSS!!!! Y NO UNO, DOSSS!!! HABÉIS DIBUJADO DOSSS!!!!
-Con el debido respeto, Rosa, pero no
veo por qué motivo habrían de tener dos varones la misma idea de
tatuarse en sus sendos falos las palabras "Habana Club".
La clase se anima e intentan hacer
entrar en razón a la piadosa Rosa ("que sí mujer, fíjese,
que los hombres tienen dos testículos y no uno y enorme como en el
dibujo") y ella en sus trece pero mirando la pizarra de reojo se
va poniendo coloradota y va cayendo en la cuenta de su error.
Nuestra numeraria , orgullosa ella, al
principio no lo reconoce, pero poco a poco capta la idea...¿y si
son unas maracas?…
El desenlace fatal era evidente y como
decía el poeta: la senda estrecha, inevitable el choque... no pudo
ser!!!!
Finalmente Rosa Rialp se disculpa por
"haber pensado mal" de las alumnas y , escribe la cronista
en su mail al Barullo “ -que me parta un rayo si esto es mentira,
te juro que no son licencias poéticas ni nada por estilo”-...
"para que veáis que no tengo inhibiciones" – continúa el relato - “borra la pizarra y se pone a dar clase… tras
dibujar en ella un cipote con careto de oriundo de archidona y de un
calibre muy principal que por supuesto se quedó ahí toda la
hora, mancillando con su envilecedora y pepinil presencia el aura
virginal de aquél gineceo”.
Compadezco a don Juan Fernández, funcionario, sesenta años, que se cruzó
aquel maldito viernes con Rosa Rialp en la oscura y estrecha acera
de regreso a su casa. Cuenta la leyenda que lo empotró contra la
pared, lo puso mirando la luna, y lo devoró con un furor insaciable,
mientras gritaba “ ¡¡¡ÉCHAME UN POLVOOOOOOOOOOOOOOOO, ÉCHAME UN POLVOOOOO!!!