Estaba durmiendo en Cobán cuando desperté escuchando una tertulia en el pasillo del hotel. Era un canadiense que parecía hombre de ciencia de visita con un tour operator que organiza rutas turísticas a millonarios ancianos con ganas de ver mundo . Vienen de Antigua camino a vaya usted a saber: Petén, Ximpey, o el mismo Cobán...
Yo estoy en la habitación, pero salgo a la cocina a pedir hielo y me encuentro al viejete , su mujer, y tres guías, o algo, que hacen lo que se hace cuando te pagan para acompañar esos egos: la óscula genuflexa hasta que los labios besan las xanclas , y quedan allí, postrados, esperando que levante el banderín de tarifa.
El güelo se está fumando un peta. Habla un español perfecto.
- El trabajo más importante del cerebro lo hace sin que nosotros nos demos cuenta- sentencia.
"Y menos mal" - reflexiono.
Es un fiera, el tío. La mayor parte del trabajo que hacemos es inconsciente: respirar, andar, mirar, parpadear, mover los brazos para comer, o sentarnos, tirarnos pedos, bostezar...
Lo mollar es otra cosa : hay asuntos que han intentado enseñarnos, como la lista de los reyes godos, o cualquier gilipollez que se empeñaron en meternos en la cabeza a martillazos , y hay cosas que aprendes. El verdadero conocimiento no se transmite a los demás como si fuera dinero o un virus.Sólo hay una manera real de enseñar: hacer pasar a otra persona por la misma experiencia por la que tú lo aprendiste.
Eso es muy difícil, porque necesita tiempo y dedicación.
Para ahorrar en tiempo y dedicación se inventaron los catecismos, los vademecums, los formularios, y en ese campo siempre ganaban los mismos: los empollones que, lógico, derivaban en los "funcionarios". O esos que dan cursos de orientación familiar a padres desorientados familiarmente.
Los funcionarios, mejor los burócratas, son gente sin experiencia de lo que viven en su trabajo.
Cuando el funcionario es de almas, entonces, creeme , es lo piorrrrrr.
Hoy lo sé: toda enseñanza que no sea experiencia es inútil. No se aprende a través de las palabras. Eso también lo ves en estas culturas indígenas: aquí la experiencia se transmite no explicando a los hijos que si tal o que si cual, y esperar que aprenda. ¡Leches!: de bien patojos viven la vida que hay que saber en lo doméstico, religioso, familiar , campesino.
Conste que en tres meses no vi una madre gritando a sus hijos, ni "¡que te calles!", ni "¡qué vengas aquí!".
Tampoco una ustie bien dada.
El amor también es algo que no se puede enseñar pero se puede aprender. Podrías estar doce años estudiando másters de amor, y escribiendo sandeces sobre "ingeniería del amor", como el imbécil de Toni Love, el cura , pero sólo empezarás a saber de él con el primer beso, el primer desencuentro, la primera bronca, y la segunda, y que se te escapa, y que hoy no, y que, otra vez se me escapa ...y esas cosas que pasan cuando te enamoras, y te gusta la novia, porque está muy buena.
Lo mismo sucede con todo. Si derepenete, depronoto, me encuentro un león que viene a por mi tendré dos reacciones muy diferentes si he visto antes unos cuantos leones, o es el primero.
Si es el primero...¡a correr!.
Si no, pues ya se verá.
Hace unos días, ya lo escribí, encontré en una habitación de Río Dulce tres cucarachas como mis dedos de los pies en la ducha. Yo jamás había visto cucarachas así, y menos en rebaño de a tres. Así que me espeluzné: ¡¡¡¡ay, cucarachas!!!, ¡¡¡qué hago!!!...¡¡¡qué asco!!!.
Por más que gritaba ellas ni se movían. Ni parecían oírme. Pero algo me decía que mirar, sí, miraban. Estaban al acecho , las muy putas. Y seguramente eran carnívoras.
Decidí no ducharme....No tenía ninguna experiencia en mi vida con más de una sola cucarachita.
Pero es siguiente encuentro, estoy seguro, será distinto: ya no será la primera vez.
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