Yendo hacia ninguna parte , perdido , quiso el azar que cruzase por un pueblo que se llama Aspariegos.
A la derecha vi los restos de una antigua fábrica de harina, una hidroeléctrica, y una casa solariega abandonada. Decidí acercarme y pasear por los restos de una finca que aún conserva la luz adormecida de lo que fue. Había un algo de leyenda.
Parece que en su día Aspariegos fue pueblo rico.La plantilla de empleados estuvo integrada por: jefe de contabilidad y ayudante oficina de Zamora, administrador y ayudante despacho de Aspariegos (todos con vivienda), jefe molinero y segundo a sus órdenes, molinero de piensos, 3 empacadores, 3 limpieros, 3 eléctricistas central de Aspariegos y 16 empleados-encargados en los pueblos.
Hoy es un pueblo degradado, sin vida propia, refleja una vida ajena, como la luz de la luna, que no es propia.
La casa mantiene la estructura de mansión burguesa del Amo que fue. No es difícil imaginar a aquella familia, y ese hombre saliendo del portal de la fachada , con una alameda en la entrada con vistas a la fábrica.
La casa es triste, fría, sombría. Aún se conserva el despacho del señor , y una biblioteca con libros sellados con la firma de la familia.
Allí se amó, se lloró,se soñó, se fracasó.
Rodeado de ruinas vagabundeo en un silencio casi absoluto. Es un lugar solitario y no carente de melancolía. Los años felices se han ido. Hay un caballo paciendo en el abandonado jardín arbolado de la casa.
Atardece. Los últimos grises de plata de este día de enero se van apagando. Las roderas de barro de un carro dibujan la caligrafía de una curva que desaparece en la hierba crecida.
A veces el azar te sorprende y te regala un sábado como hoy.