Comencé en el mundo de la Educación como becario.
Me fascinaba vigilar patios, comedores, atender el servicio del autobús, sustituir algún estudio o clase. Era muy feliz. La verdad es que me llevaba tan pocos años con esos críos que parecía uno de ellos.
Un fin de semana fuimos con un curso de convivencias. Al repartir las habitaciones uno de los profesores me dijo " tú dormirás con los chavales".
- ¿Yo solo?
- Sí, tú solo: el pastor no duerme con las ovejas.
Aquello no se me olvidó en la vida.
Ese hombre estaba harto de los niños.
Era como en el ballet, cuando asistes de espectador. Un grupo de bailarinas se mueve sobre la escena iluminada. Van vestidas con trajes leves y recuerdan flores esbeltas milagrosamente dotadas de movimiento. Van de un lado a otro, como si vivieran en un espacio mágico. Pero sólo son unas pobres muchachas. Muchachas que desde niñas han tenido que someterse a un régimen implacable de ejercicios, cuyos pies han llegado a sangrar y que han tenido que soportar el malhumor de sus maestros. Que viven en un mundo de celos, delirios y desatinos, y cuyos cuerpos reales nada tienen que ver con esos idealizados que exhiben en el escenario. Se podría decir que se engañaban a sí mismas, si es que de verdad creían en lo que hacían, y, sobre todo, trataban de engañar a los que las íbamos a ver.
Ese profesor, después he visto muchos así, era un amargado. Un actor que al terminar su representación profesional , cuando se apagaban los focos, se oscurecía en un mundo, sórdido no pocas veces.
Así es la vida para muchos, un mundo de autoengaños y simulaciones, fingir algo que no se es, o que, al menos, no se es del todo ni en todos los momentos. ¿Necesitamos engañarnos porque de otra forma no podríamos soportar la vida?
Puede ser, pero no es menos cierto que la escena de un teatro, es un lugar sustraído al engaño que es todo y que si vamos a ellos es buscando alguna forma de verdad.
" Lo que interesa de mi - podría decir ese profesor- es que sea un profesional, y que imparta bien mi clase. ¡ Qué cojones importa lo que haga después!"
Shelley escribió un hermoso poema llamado El velo pintado. El poema habla de la vida como de un velo pintado, lleno de hermosas imágenes, pero que no conviene levantar. Y habla de alguien que una vez lo hizo, buscando algo que amar, pero no encontró nada.
Con el tiempo he descubierto , ¡duele escribirlo! que debajo de nuestro velo no hay nada. Nada. Eso soy . Tal vez sólo somos un velo porque sentimos que la vida no sería soportable si no nos protegiera con sus engaños.
Al final, como las niñas del ballet, podríamos decir que todos somos impostores. Lo somos cuando llevamos a nuestros hijos a la escuela, cuando nos vestimos para ir al trabajo, cuando vamos a un fiesta .
En la película Titanic hay una escena inolvidable. El barco se está hundiendo y aún así el grupo de músicos continúa tocando. Saben que van a morir, pero ellos siguen tocando para los pasajeros como si nada estuviera pasando o como si esa música les pudiera salvar. ¿Lo hace? Sabemos que no, pero así son las personas decentes. No suelen hacer nada práctico, pero gracias a sus locuras el mundo se transforma en un lugar a la altura de nuestros sueños.
Esa fue su última representación. Su última mentira. Su impostura final.
Ese hombre estaba harto de los niños.
Era como en el ballet, cuando asistes de espectador. Un grupo de bailarinas se mueve sobre la escena iluminada. Van vestidas con trajes leves y recuerdan flores esbeltas milagrosamente dotadas de movimiento. Van de un lado a otro, como si vivieran en un espacio mágico. Pero sólo son unas pobres muchachas. Muchachas que desde niñas han tenido que someterse a un régimen implacable de ejercicios, cuyos pies han llegado a sangrar y que han tenido que soportar el malhumor de sus maestros. Que viven en un mundo de celos, delirios y desatinos, y cuyos cuerpos reales nada tienen que ver con esos idealizados que exhiben en el escenario. Se podría decir que se engañaban a sí mismas, si es que de verdad creían en lo que hacían, y, sobre todo, trataban de engañar a los que las íbamos a ver.
Ese profesor, después he visto muchos así, era un amargado. Un actor que al terminar su representación profesional , cuando se apagaban los focos, se oscurecía en un mundo, sórdido no pocas veces.
Así es la vida para muchos, un mundo de autoengaños y simulaciones, fingir algo que no se es, o que, al menos, no se es del todo ni en todos los momentos. ¿Necesitamos engañarnos porque de otra forma no podríamos soportar la vida?
Puede ser, pero no es menos cierto que la escena de un teatro, es un lugar sustraído al engaño que es todo y que si vamos a ellos es buscando alguna forma de verdad.
" Lo que interesa de mi - podría decir ese profesor- es que sea un profesional, y que imparta bien mi clase. ¡ Qué cojones importa lo que haga después!"
Shelley escribió un hermoso poema llamado El velo pintado. El poema habla de la vida como de un velo pintado, lleno de hermosas imágenes, pero que no conviene levantar. Y habla de alguien que una vez lo hizo, buscando algo que amar, pero no encontró nada.
Con el tiempo he descubierto , ¡duele escribirlo! que debajo de nuestro velo no hay nada. Nada. Eso soy . Tal vez sólo somos un velo porque sentimos que la vida no sería soportable si no nos protegiera con sus engaños.
Al final, como las niñas del ballet, podríamos decir que todos somos impostores. Lo somos cuando llevamos a nuestros hijos a la escuela, cuando nos vestimos para ir al trabajo, cuando vamos a un fiesta .
En la película Titanic hay una escena inolvidable. El barco se está hundiendo y aún así el grupo de músicos continúa tocando. Saben que van a morir, pero ellos siguen tocando para los pasajeros como si nada estuviera pasando o como si esa música les pudiera salvar. ¿Lo hace? Sabemos que no, pero así son las personas decentes. No suelen hacer nada práctico, pero gracias a sus locuras el mundo se transforma en un lugar a la altura de nuestros sueños.
Esa fue su última representación. Su última mentira. Su impostura final.
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Es natural que haya una distancia entre la persona y el personaje. La mente funciona como funciona, con el pecado original y todo.
ResponderEliminarLuego están los casos extremos. Conocí al yerno perfecto, su suegra se lo ponía a mi madre hasta en la sopa, son de la misma edad.
Al final resultó que era un putero de hoteles de lujo, lo descubrió su mujer cuando le miró el WhatsApp. La caída del yerno ejemplar.
Lo intentaron con su mujer de nuevo pero estaba demasiado enganchado, simplemente no podía dejarlo. Acabó en divorcio.
Aquí podemos decir que detrás del velo no hay nada, pero sigo pensando que normalmente hay una persona que se esfuerza.
Por lo que vemos en política, detrás del velo no hay nada. Y no me refiero a un partido, a todos. Las excepciones ya casi no se dan. Nadie buena persona y honrada quiere meterse a político.
EliminarHay mucho borrego que piensa que hay que adelantar las elecciones. ¿Para qué? Yo quiero que esta panda de golfos, mentirosos , puteros, y mindunguis agote la legislatura y que los españoles se cuezan todavía más en la salsa que votaron.
y el que gane después, los que ganen, harán bueno a los de hoy.
No salgo de mi asombro de que aún haya quién crea en los políticos.
Leyendo tus comentarios, me viene a la cabeza mi sobrina Arancha Baselga (actualmente con no más de 40 años), que fue discípula de María de Ávila, y ha sido figura del "Stuttgat Ballet" y del "Birmingham Royal Balet" (casi nada). Acaba de graduarse en Medicina por la Universidad de Zaragoza en 2025. ¡Olé sus ovarios!
ResponderEliminarMe descubro ante seres humanos así. Vocaciones como la copa de un pino. Luchadoras, generosas, maravillosas.
EliminarYo conocí a un Daniel Baselga en jesuitas.
Es posible vivir sin máscara, pero tiene sus peajes.
ResponderEliminarEl primer peaje es con uno mismo. Aceptar que no crees absurdos que en algún momento te han obligado a creer bajo amenazas infernales, y que por no creerlo, no pasa nada; y no tener miedo de decir que el emperador está desnudo. Aceptar que crees en muchas cosas, sin vergüenza a proclamarlo, porque las crees ciertas y buenas. Aceptar que has sido un miserable muchas veces, que te has equivocado muchas veces, y proclamarlo sin vergüenza afirmando que la virtud no está en no equivocarse, sinó en aceptar que te has equivocado muchas veces y en rectificar otras tantas (yo suelo decir cambiar o volver a nacer).
El segundo peaje es no hablar mal de nadie jamás si no es en su cara y para ayudarle; no suponer la peor de las conclusiones cuando hay indicios de miseria ajena. Y a veces no es fácil.
El tercer peaje es decir sí cuando es sí, y no cuando es no; no ser un pelota, no adular, no dar falsas esperanzas para hacerte querer. Por ejemplo si alguien se presenta a un premio literario, no decirle “Vas a ganar, seguro, es que lo sé! Ya verás, ya verás!”; porque en el fondo lo haces para que te quiera. Decirle la verdad “Buf! Apuntas alto! Sería genial que ganaras! En todo caso, felicidades por el coraje de presentarte!”. Hay muchas maneras de decir lo mismo; se puede hacer disfrazado de persona maravillosa, o simplemente siendo uno mismo, siendo únicamente amable y positivo, sin caer en lo servil ni adular.
En mi época postbética, me acerque a una orden religiosa y a sus labores pastorales, y pasé épocas en el Monasterio de Iranzu, donde estaba el Padre “J”; en la época de la Pascua, también venía desde Madrid el Padre “V”.
El Padre V cuando hablaba contigo te levantaba como si fueras un santo de procesión, te sentías alabado, halagado… Lo más inquietante es que no había razón para ello. Sabías que exageraba y si no pensabas un poco te creías que te quería mucho. En una ocasión, le vi lisonjeando, adulando… a una adolescente muy agradable, que se llamaba Iranzu, como el monasterio; y minutos después, en la sacristía, cuando Iranzu no estaba presente, la criticaba cruelmente ante otros sacerdotes y se burlaba de ella en un cambio de personalidad propio del Dr Jekill i Mr Hyde. Lo más grave es que parte del motivo por el cual se burlaba de ella era la forma de ser de la madre de la niña, que además era una buena forma de ser; era una señora correcta, aunque de un estilo diferente al del Padre V, y que solía decir la verdad aunque molestara. Quedé traumatizado. ¡Cómo se pueden tener de una forma tan fría dos caras! ¡Y criticar a una niña!
El Padre J, en cambio, era un hombre de pocas palabras, pero las utilizaba con puntería certera; cuando hablaba decía lo que pensaba; no te alababa, no te adulaba, pero te sentías querido, sentías que eso que te estaba diciendo (sencillo, simple, ordinario) era amor en estado puro, era verdad, y era paz en esencia. El Padre J era un hombre silencioso, sonriente, dulce, serio, austero; y era la misma persona tanto en la intimidad de la sacristía con sus colegas curas, como delante de los adolescentes cuando hacía su trabajo de pastor. Era el mismo siempre; nunca llevaba disfraz. Nunca maquillaba su propio ser. No hacia de vedette delante de las masas para sentirse líder.
Siempre he intentado ser como el Padre J, salvando las diferencias, y no parecerme en nada al Padre V.
Vivir sin máscara es ser sencillo y directo como un niño que aun no ha aprendido demasiado a ser diplomático. Y si se quiere mostrar una imagen buena, pues tener una realidad buena para que la imagen lo sea; no maquillar la imagen sin trasformar la realidad que la produce. Si no se tiene miedo a morir, no cuesta tanto.
PRISCILIANO
Esa decisión la tomé cuando falleció Manuela. Me refiero a intentar vivir sin máscaras y si peajes.
EliminarEn lo único que pienso no he mejorado- ni creo poder hacerlo- es en que rajo. Me gusta rajar. Pero no creo que lo haga con maldad, o sí, un poco, pero libera.
Nunca sabrás quién eres si no dejas de buscarte en los demás.
Habéis abierto un melón muy principal. Con lo de la prostitución de lujo, digo. El tema es muy heavy.
ResponderEliminarSí que lo es. Conocí a una chica, hija de supernumerarios y hermana de numerario principal, que la pillaron en un Porfolio de escort- rollo la Jesica y compañía del Ábalos.
EliminarDe no creer.
Lo bueno es que el que me lo contó iba de buen samaritano, aunque al final cantó que era usuario Koldo de esos servicios.
Por mi trabajo he conocido a muchos delincuentes con corbata. Pocos han pasado por la trena y si lo han hecho, ha sido menos de lo debido. Hace unos años estuve en una reunión con Aldama y a la salida comentamos "este acabará mal". Es tremendo que aquel buscavidas de manual, ocho años después estuviera donde está. Recuerdo que el muy gañan se enfadaba si te olvidabas del "DE" cuando decías su nombre. Victor DE Aldama. Un tirao palante peligroso.
ResponderEliminarEsta gentuza es de esos que en las pelis del Oeste van con las manos acariciando la culata . tíos de gatillo fácil y, es un clásico, con la corista de Saloon esperando en la cantina.
EliminarLo que asombra es verlos de ministros, de directores generales, o en niveles de pocilga, como Koldo , Cerdán, o la fontanera de "Correos", dicho sin animo sexual.
Los del DE puesto por ellos mismos me dan urticaria, es una de las cosas más reveladoras.
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