Ayer fui a ver a unos viejos amigos a Santiago. Son del Instituto Médico Pedagógico, de Barcelona, una entidad cuyo servicio es la atención residencial a personas adultas con Discapacidad Intelectual. Llevo tres años que me acerco a ellos cuando vienen a hacer unas etapas del Camino. Unas horas pegado a ellos te dejan como nuevo. Recién estrenado. Es difícil no disfrutar en compañía de estos ángeles, hoy tan perseguidos por una sociedad egoísta y terrible.
Chesterton escribió que para muchos hombres serios y cabales correr tras el sombrero era humillante; y cuando decimos que es humillante, queremos decir que es cómico.
Ciertamente lo es.
Pero a veces la vida nos quita el sombrero, y lo echa a volar cuando menos lo esperamos, cuando más serios y ceremoniosos andábamos por ella. Y lo echa a volar y volar, y corremos de una manera ridícula detrás de él.
Y que nazca una hija con síndrome de Down, o una parálisis cerebral o, una persona con discapacidad severa , es bastante más que un sombrero girando por el cielo calle abajo.
Pero hay padres que echan a correr a por ese sombrero, sin dar por perdida la pieza, sin importar lo ridículo de la situación, o lo que la gente pueda pensar.
El amor importa. Y ese tipo de amor, muchísimo.
Vivimos tiempos donde la persona con discapacidad lo tiene muy jodido. Sufrimos gobiernos , también los conservadores, con mentalidades antinatalistas
Quienes legislan así no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen. Cualquier vida es única e irrepetible y tiene tanto valor como otra. Si hubiese una vida sin importancia, ninguna sería importante.
Yasunari Kawabata tiene un cuento titulado La madre que podía leer.
Sus protagonistas son una madre y un hijo. El hijo está loco. Se pasa los días encerrado, escribiendo sin descanso. Mas sólo se imagina que lo hace, pues el papel continúa en blanco.
Cuando llega su madre, le pide que le lea lo que ha escrito, y ella, conmovida por la locura de su hijo, empieza a inventárselo. Le cuenta entonces sus recuerdos de niña, las historias de su juventud, mientras el hijo piensa que es él quien los escribe.
La madre recuerda cosas que había olvidado, y su amor le hace pensar que es su hijo quien se las hace decir, y así las almas de los dos se funden en un sola. Lo que se dicen dos sombras, tal es el argumento de este hermoso cuento. Pero ¿acaso el amor no es ese juego entre nosotros y sus sombras
Estoy convencido de que muchas de esas personas que sufren grandes discapacidades , y que no entendemos, ni siquiera ellos, su razón de nacer y vivir, tienen en sus médicos, enfermer@s , cuidador@s quien les lea esa biografía de aparentes páginas en blanco.
Por cierto, en ULTREYA tenéis una buena historia sobre el día de ayer.
Hay que ver hasta qué punto está dando la brasa el mopismo. Ahora, con sus insidias, han forzado que tengan que sacar un comunicado:
ResponderEliminarhttps://opusdei.org/es/article/comunicado-oficina-comunicacion-internacional-opus-dei-carta/
Mopa es el Jesús Cintora de Opuslibros.
EliminarGran entrada, Suso + Grande, Suso (por ese amor de verdad hacia estos hermanos nuestros pequeños, que abre te las puertas del cielo). A mi me da ánimos leer esto. Fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias. Eso confío.
EliminarMi socia, que es mucho mejor persona que yo, hace todas las semanas un voluntariado en un centro como el que comentas en la entrada. Quilates, suyos, tuyos.
ResponderEliminarYa imaginaba yo que lo suyo de usted tenía truco.
EliminarAsí cualquiera. Enhorabuena por esa señora.
Algún día, no muy lejano, todas las personas que han vivido encadenadas a una discapacidad verán su cuerpo transformado. Vivimos sometidos al azar de una naturaleza que juega con nosotros. Habrá que preguntarle un día a Dios el por qué de este juego. Es una pregunta que centenares de padres y madres de todo el mundo le han dirigido a Dios, y Él acepta que se la lancen porque sabe que tienen derecho a protestar.
ResponderEliminarNinguna alabanza a Dios es más honesta y sincera que la protesta que se le dirige por el sufrimiento, las dificultades, o el futuro incierto de un hijo. Y creo que Dios prefiere esa queja, esa rabia sincera, antes que una resignación sumisa y atenazada por el miedo y la impotencia.
Es difícil querer a Dios si se le tiene miedo; es imposible ser honesto con él si uno no tiene el coraje de acusarle. El mundo de las personas discapacitadas no és una reunión de ángeles; no son seres inocentes; algunos tiene una sexualidad inmadura que les empuja hacia actitudes que a veces rozan la psicopatologia social; hay discapacidades, o disfunciones o complejidades mentales que no dejan en buen lugar a Dios. Lo digo tal como lo siento, porque Dios sabe que le tengo suficiente confianza como para decírselo. Dios no ha creado una naturaleza perfecta. Y si creo en Dios, no me queda más remedio que creer en un Dios cuya obra esconde mucho dolor de forma natural y espontanea. Y si amo a Dios, tengo que amarlo así como és, aunque me salga protestar. La gente conoce la imagen externa de estas personas injustamente tratadas por el azar, y desconoce la oscuridad que como todo ser humano poseen, y que a causa de sus limitaciones algunas veces discurre por caminos más complejos y desangelados de lo habitual.
La alegría de los padres al subirles y educarles es la ambigua alegría de la cruz, la alegría de asumir una misión vital; pero es una alegría mojada por muchas lágrimas, y tensionada por muchas incertidumbres; una alegría que ha veces ha sido testigo de una oscuridad que se suele esconder; una oscuridad que camina al lado también de una gran humanidad.
No es nada fácil. La situación de estas personas no es una bendición aunque Dios las bendiga. Algún día tendrán que ser compensadas y descubrir al hombre o a la mujer que tenían que haber sido y que injustamente no pudieron desarrollar del todo; cualquier otra salida no sería buena.
PRISCILIANO
PRISCILIANO
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