Hace unos días fui a misa. Llegué con unos cuántos minutos de antelación. Estaban terminando la catequesis. La pobre monja que dirigía a aquellas crías y críos- encima es india, de Benarés- se la veía desesperada, como un alguien llevando una manada de gatos por una carretera.
Uno, que algo sabe, estuvo a punto de sacar la parte de mi que aún añora esos años de profesor de primaria. Pero no. Ya no es mi tiempo. Y, con toda seguridad, creo que no serviría para nada.
Mientras esperaba recordé mi infancia. Cuando las catequesis se impartían con unos lienzos de vivos colores y un puntero donde el cura te mostraba un Ojo enorme , y un triángulo, y te decía : Dios lo ve todo.
Me acuerdo y no olvido. Hasta de mi primera confesión. El cura, un capuchino de barbas blancas, que me pidió que le enseñara las manos. Las debía de tener sucias. Y me dijo:
- Vete a lavarlas. Aquí se viene limpio para salir limpio.
A mi me chiflaba la Historia Sagrada, que en aquellos años se daba en clase. Yo llegué a conocer y a estudiar la Enciclopedia Álvarez. Los que entonces éramos chavales nos sabíamos muchos nombres e historias que ahora los jóvenes de ahora no tienen ni pajolera idea. Ya conté de una universitaria que cuando le dije que España era un país cainita me preguntó " ¿ qué es eso?
- De Caín y Abel.
- Ya...¿y?
- Pues que Caín mató a su hermano y los que se matan entre hermanos se llaman cainitas.
Puso cara de besuga y dijo " a vale".
Los días que más me gustaban en el colegio era cuando el hermano Babil nos daba Historia Sagrada. Y yo me emocionaba , y me soñaba esas narraciones tan bonitas, cuando Booz y Ruth- allí el tío ligándose a la moabita. O la burra de Balaam, cabreada como una mona. O cuando Jacob va a buscar novia para casarse y se encontró con su prima Raquel que estaba dando de beber a las ovejas, que me parecía una historia fascinante.
Si alguien quiere saber y quiere conocerse , que lea la Biblia.
Durante ocho, diez, doce años, viví escuchando esas maravillosas historias - algunas de una crueldad aterradora, otras de una poesía que no acababas de entender. Pero andabas, vivías, y mirabas todo aquello de un modo natural y rutinario. No te hacías preguntas. Daba igual si Esaú tenía el brazo lleno de pelo como una oveja. O Sansón se va a tomar pol saco por culpa de una mujer.
Pero un día , no sabes cómo, todas las piezas de ese puzle se juntan, y entiendes.
Yo recuerdo bien aquel vértigo, aquel primer gran miedo del pecado sobre mi cabeza, aquel inmenso dolor de ver que tú también eres ese David del primer abismo con Betsabé. Y eres Moisés salvado de las aguas. Y eres el hijo pródigo. Y escuchas al gallo de la Pasión. Y eres Judas. Y conoces a uno que se parece mucho al profeta Oseas, ése que Dios le dijo que se casara con Gomer, la prostituta, la cual dio a luz a dos hijos, cuyos nombres representan las consecuencias del pecado del pueblo de Israel: No-amada y No-mi-pueblo.
Y todas las piezas se juntan.
Comenzó la misa. Volví a aquellos días de ayer, aquellas nubes distintas, aquella luz como un estallido de silencio. Lo había olvidado, es cierto.
El libro que más me gusta de la Biblia es el libro de Job.
ResponderEliminarUna confianza infinita en Dios, un desprecio por lo que piensan los demás y una voluntad de hierro para salir adelante, a pesar de tenerlo todo en contra.
¡Buf! Son tantos mis favoritos: Samuel y Reyes.
EliminarAunque Eclasiastés y Proverbios, tela.
El Apocalipsis. Es fascinante
EliminarJugamos en la Champions League. ¡Que no estamos tan mal!: "Dos españoles figuran en la lista de los veinte mayores cazadores de trofeos del mundo".
ResponderEliminarEntre lo más granado de la burguesía catalana había, en los setenta y en los ochenta, prohombres muy aficionados a la caza. Diría que a algunos los conociste bien.
ResponderEliminarConocí varios. De uno, que cazaba en África, en Siberia, en Australia, sé que se arruinó. ¡Y de qué manera!
EliminarSé qué gracias a eso sus hijos son normales, quiero decir que en esos años pintaban muy mal, y hoy hasta trabajan, como la canción de Los Secretos " La calle del olvido".