Hoy sábado toca libros. Y pensé hablar de " libros y vino", o variantes.
Como ya homenajeó a Varguitas un lector, lo damos por finiquitado. Muy bueno Vargas.
Para empezar recomiendo, y muchísimo, un breve relato de Roald Dahl que se titula "La cata". Es de los cuentos más fascinantes que he leído. Inolvidable.
Otra narración breve es de Stevenson " El diablo en la botella". Aunque no tiene que ver con el vino, ni sucedáneos , hay botella, y hay diablo.
Crimen y Castigo.
Uno de los personajes más emblemáticos en relación con el alcohol en la obra de Dostoyevski es Marmeládov, de «Crimen y Castigo». Marmeládov es un funcionario alcohólico cuya vida ha sido arruinada por su adicción. A través de este tipo Dostoyevski explora la autodestrucción y el sufrimiento que el alcoholismo puede causar no solo al individuo, sino también a su familia. Marmeládov gasta todos sus ingresos en bebida, dejando a su esposa y a sus hijos en la miseria. Este comportamiento refleja una desesperación profunda y una búsqueda de escape de una realidad insoportable.
En «Crimen y Castigo», el alcoholismo de Marmeládov también sirve para resaltar la tensión entre el pecado y la redención, un clásico en la obra de Dostoyevski.
La leyenda del Santo bebedor, Josep Roth.
Fue escrita unas semanas antes de su muerte. A mi es una novela que me conmovió y me alcanzó muy dentro. Roth era un alcohólico redomado, pero que un tío con esta pedrada pudiera completar una obra así demuestra que la gracia actúa, ¡ y de qué manera!
Porque "La leyenda... trata de eso mismo, de la acción de la gracia que golpea insistentemente, sin descanso, en nuestra puerta, sin importarle nuestras debilidades, flaquezas, errores, pecados. Abraza a todas ellas con una misericordia incombustible.
Allí conocemos a Andreas Kartak, un hombre indigente, harapiento y alcohólico, que mal vive bajo los puentes del Sena. Un día, de forma bastante fortuita, recibe cierta cantidad de dinero de parte de un hombre que, tras una reciente conversión al catolicismo, decide ayudarle un poco. Con ese dinero podría quizás mejorar su situación... De primeras, Andreas siente reparos, no quiere aceptar el dinero sin más. El hombre le indica para su tranquilidad que puede saldar su deuda dejando esa misma cantidad, cuando pueda, a la santa Teresita en la iglesia de Saint-Marie de Batignolles. Andreas, que se considera un hombre honrado y honesto, toma el dinero pero le hace saber a su protector que se lo devolverá a la santa en dicha iglesia al domingo siguiente. Sin duda, esa es su intención, pero de la intención al hecho, ya sabemos, que hay un trecho... Andreas mantendrá siempre su pretensión de cumplir con lo que ha dicho; pero tropieza una y otra vez con diversidad de obstáculos distractores de forma —al parecer— irremediable. Somos partícipes de su disonancia constante, de esa lucha entre ser digno e íntegro y sus problemáticas y debilidades personales.
El pobre Andreas se mete en una serie de misteriosos azares que le impiden cumplir su promesa: una y otra vez se gasta el dinero en tabernas, en caprichos, en el amor de mujeres...y en cada claudicación hay un arrepentimiento sincero.
Andreas termina volviendo a dormir bajo el puente. Sabe que Dios no le va a fallar. Es verdad que ese Dios, para no fallarnos, emplea métodos contra los que nuestra vida burguesa se rebela.
La frase con la que clausura la obra es especialmente conmovedora:
" Denos Dios a todos nosotros bebedores, tan liviana y hermosa muerte".
UNA POESÍA.
Por último, una poesía que me envió ayer un sacerdote, muy buen amigo. . Está enamorado de Jesús. Es un hombre con una vida convulsa, oscura en ocasiones. Abandonó su vocación y se extravió por los callejones de la bohemia traspillada. Dejó la opus, tiró el sacerdocio por la ventana...pero Dios tiene sus tiempos. Muy difícil escapar a su gracia.
De regreso a la casa del Padre este hijo pródigo hoy es sacerdote en los Estados Unidos. No bebe, pero está borracho de ese Vino que alcanza la vida eterna.
Ayer me envió esta poesía, con la imagen del Descendimiento. ¡Dios te bendiga, Agustín!:
Ya no respira.
Lo tengo entre mis manos.
La vida calla.
Se han dormido los años.
No dice nada.
Sus labios, ya sin sed.
Sus ojos muertos.
Sus llagas… tanta red.
Lo doy al Padre.
Le entrego mi ternura.
Fui su camino.
Ahora soy su sepultura.
Duérmete, Hijo…
Te arrullará mi fe.
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NUEVA ENTRADA EN ULTREYA.