Hay una canción que llevo muy dentro desde que era un chaval. No sabía lo que decía, pero esa música, y esa voz, me conmovían. Fue en 1974.
No sé a vosotros, pero a mi las canciones que no entiendo su idioma, pero que se posan en el alma como una gasa de niebla, me llevan a otras letras, a otras historias que imaginaba dejándome arrastrar por la melodía. No me importaba lo que decía el cantante.
Después , mucho después, supe de qué trataba.
La canción es Time in a bottle, de Jim Croce. Ese hombre posee una voz que me alcanza muy dentro.
Habla de esos tiempos maravillosos que todos hemos tenido. Esos que van de la mano del amor, de emociones profundas que nos han transportado a la alegría , a la oración, al éxtasis.
Y dice que si pudiera guardar tiempo en una botella lo primero que le gustaría hacer sería guardar todos los días hasta que llegue la eternidad.
Y añade , " solo para pasarlos contigo".
Me emocionan esos amores. Y me emocionan porque estoy en sintonía y entiendo perfectamente de qué me está hablando.
Porque uno también se ha sentido atrapado por esa fuerza de gravedad de un corazón - también de un Dios- y se ha abrazado muy fuerte y ha pensado "¡si pudiera hacer que los días duraran para siempre!
Y he querido que las palabras pudieran hacer los deseos realidad para ahorrarme todos los días como un tesoro.
La vida. ¡ Joder, esos días que duelen tanto las ausencias y que lamentas que nunca hubiera suficiente tiempo para hacer las cosas que quisiste hacer!
Tiene que haber algo más. No puede ser que esto sea sólo un rato, como polillas alrededor de una fuego que dura nada.
Una vez que has encontrado esas personas que son con quieres pasar el tiempo, toda la eternidad.
Pero nunca parece haber suficiente tiempo para hacer las cosas que quieres hacer. Estoy en ese punto que sólo puedo dar gracias.
En la tradición griega está la famosa Sibila de Cumas, servidora fiel de Apolo. Apolo para para premiar su fidelidad le dijo que qué quería. Y la Sibila un poco imprudentemente dijo: «No morir». Y entonces, cuenta la leyenda que siglos después unos niños jugaban con una especie de muñequito de grillo que metían en una jaulita y el grillo si acercabas mucho el oído, decía: «Quiero morir, quiero morir». Era la Sibila.
Hay que morir.
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