Como sabéis, actualizo a diario un blog sobre testimonios del Camino de Santiago. Muchos son fascinantes. Y bastantes , conmovedores.
Lo que más sorprende es que hay quien sabe encontrar en esta vía los grandes valores medievales. A través del arte, de la arquitectura, de la música, de la escultura que se cruza en los diferentes cruces del Camino aprecian algo que hoy resulta muy difícil de hallar, como el heroísmo, la lealtad, la veracidad y la cortesía.
El mundo le ha dado la espalda a ese manera de entender la vida. Incluso la Iglesia, que ha hecho de la horterada una forma de amar a Dios, y de comunicarse con los hombres.
Ver a nuestros políticos despreciar la verdad, la honradez, el decoro, el compromiso con la palabra dada nos convierte en una sociedad profundamente herida por la idiotez, la corrupción, la banalidad.
Muchas personas piensan - es fruto de una educación ridícula y de una ignorancia que avergüenza- que la Edad Media era algo grotesco, oscurantista y tenebroso. Y, sin embargo, basta ver sus catedrales, su pintura, escuchar su música, leer sus oraciones, contemplar su arte , para ver que estamos a hombros de gigantes- que diría Bernardo de Chartres.
Hay muchos tipos de peregrinos. Están los que pasan y viven una aventura pero, como la cuchara en la sopa, no guarda el sabor del caldo. Y están los que se dejan calar por ese espíritu que baña todo. Esos que ves sentados a los pies de un crucero y lo fotografían, asombrados de su belleza y profundidad.
Hace unos días, una peregrina- ya talludita- me hizo ver que el Camino era un encuentro con una Edad Media que recogía la siembra de muchas culturas: el sustrato prerromano, el latino, guiños germánicos y eslavos, así como raíces del mundo judío y árabe.
Me hubiese estado escuchando a esa mujer días enteros.
- Esa Europa medieval acogió lo mejor de las tradiciones que llegaron a ella. Y hoy, que no saben qué hacer con el problema de la inmigración , podrían aprender de cómo resolvieron esa situación entonces.
Cuando estás con gente inteligente, ¡ joder!, ¡ ves las cosas de otra manera.
- Esa Europa no era como nosotros ahora. Nos manda la Democracia, es decir , personas muy poco preparadas. Entonces gobernaban los mejores- no los reyes, que eran el poder. Pero las artes, la política, la iglesia , básicamente, fundamentaba todo en el respeto por la dignidad de cada persona, la convicción de que sin un orden legal es imposible prosperar, la insaciable búsqueda de la verdad por encima de todo y la aspiración a una vida más sublime a través de la Belleza.
En otra ocasión hablé de Huizinga, concretamente de su libro Homo ludens, cuando salió el tema de la importancia del juego en la civilización. Suso, en la entrada de hoy, quizás inconscientemente hace un homenaje a "El otoño de la Edad Media", la obra maestra del mismo autor.
ResponderEliminarLo más sorprendente de este libro es que un autor calvinista como él no ve el final de la Edad Media como una época oscura, supersticiosa o primitiva, como hacen muchos autores modernos. Al contrario: Huizinga describe ese periodo como un mundo lleno de sentido, de símbolos, de belleza; en algunos casos, de excesos (que siempre hay, en cualquier época), pero excesos con alma.
Lo llamativo es que el calvinismo es una forma de protestantismo particularmente sobria, donde el culto a Dios excluye casi todo elemento artístico, visual o emocional: rechazó la ornamentación en las iglesias, simplificó la liturgia y protagonizó movimientos abiertamente iconoclastas.
Filósofos, pensadores y, con ellos, muchos hombres de la calle en esta tradición, suelen tener una mirada crítica, incluso despectiva, hacia el mundo medieval, profundamente católico, con sus imágenes, reliquias, procesiones y devociones populares.
Sin embargo, Huizinga logra lo contrario: una observación empática, incluso fascinada, ante esa sensibilidad. Lo caballeresco, lo virtuoso, lo ritual... todo eso ocupa un lugar central en su mirada. Es muy llamativa, por ejemplo, la delicadeza con la que escribe sobre la devoción a la Virgen. Él mismo no no comparte esa devoción, pero no necesita creer para comprender. Ve lo que representa esa figura: consuelo, ternura, esperanza. Y lo explica sin la mirada crítica ni irónica tipica de los seguires de Calvino, sino con respeto. Incluso con afecto.
Ese respeto por lo que ya no se comparte, pero que se entiende como profundamente humano, atraviesa todo el libro. Huizinga observa y describe con interés los ritos y los gestos de la época, tal vez exagerados para un observador del siglo XX. Y nos muestra por qué eran importantes, qué papel jugaban en la vida (en su dimensión material y espiritual) de la gente.
Lo mismo con respecto al ideal caballeresco: con sus ritos, colores, teatralidad y exageraciones… y sin embargo, tan vital para entender aquella sociedad.
"El otoño de la Edad Media" no es una crítica ni una crónica. Es una elegía. Es el intento —en mi opinión, muy bien logrado— de entender un mundo que ya se acaba, pero que aún brilla. Aunque él no compartía la fe (o por lo menos bastantes manifestaciones de la fe, con sus actos litúrgicos y devociones), sí supo ver su belleza, su lógica interna, y, porque no, su fragilidad. Y nos la cuenta con una mezcla de maravilla y compasión que hoy en día es rara.
Para los aficionados a la historia, es una lectura que merece la pena. Especialmente en esta época nuestra, tan obsesionada con lo útil, lo rentable, lo rápido y lo eficaz, donde casi todo se mide por su capacidad de producir satisfacción inmediata. Vale la pena detenerse y escuchar una voz que recuerda otras formas de estar en el mundo: la lealtad, la paciencia, la honra, la humildad, la reverencia. Virtudes que quizás ya no están de moda, pero que siguen diciendo mucho sobre lo que podríamos ser.
Yo lo leí en la Carrera. Me gustó.
EliminarIndro Montanelli tiene otro que recuerdo muy interesante. Y los de Regine Pernaud son fascinantes.
Yo pienso que la gran ventaja de la Edad Media era que no existía el nacionalismo, que se nos presenta como excluyente.
ResponderEliminarLos inmigrantes también son nacionalistas excluyentes y eso hace que invevitablemente se produzca un choque.
Lo único que consiguen los enfrentamientos es reforzar estas identidades excluyentes.
A mí me hubiese gustado trabajar en la Escuela de Traductores de Toledo.
Creo que existen formas de nacionalismo sano, de patriotismo moderado, que ofrecen a las personas un marco de identidad y un sentido de pertenencia a una comunidad con usos y tradiciones propias. Esta raíz cultural es esencial para la cohesión social, el cuidado del bien común, el deseo de mejorar el país y el ejercicio responsable de la ciudadanía.
EliminarAdemás, el amor a la nación cumple una función histórica y cultural importante frente a dominaciones externas —como ocurrió en la Reconquista española—, y hoy resulta fundamental frente a la amenaza de la globalización, que tiende a homogeneizarloo todo. Da pena ver cómo muchas ciudades del mundo moderno, en distintos continentes, han perdido su alma y se parecen demasiado: las mismas cadenas comerciales, la misma comida rápida, la misma manera cutre de vestir.
Estoy convencido de que, sin amor a la propia cultura y a la propia gente, no se puede amar de forma auténtica lo ajeno. Solo quien valora lo propio puede acercarse con verdadero interés y respeto a lo diferente. Así es como debe funcionar una integración cultural sana: cuando las personas que llegan pueden aportar lo mejor de sí mismas, pero solo después de haber hecho proprio el idioma y las costumbres del país que les da hospitalidad.
El problema empieza cuando el nacionalismo pierde esa dimensión constructiva y se convierte en desprecio hacia quien “no es de los nuestros”. Esa degeneración genera resentimiento, miedo, exclusión, y a menudo, conflicto. Hoy ese riesgo es especialmente visible en relación con la inmigración mal gestionada.
En varios países europeos con raíces cristianas, desde hace años el nombre más común entre los recién nacidos es Mohamed; las iglesias se transforman en hoteles mientras las mezquitas crecen como setas; se retiran crucifijos de colegios católicos en nombre de la laicidad, pero al mismo tiempo se impide a los niños merendar durante el Ramadán, “por respeto” a otros niños. Todo esto sucede mientras en muchos de los países de origen de estos inmigrantes no se contempla una reciprocidad mínima.
Una nación que tolera esto sin límite, sin establecer criterios de integración real ni educar en el amor a sus propias tradiciones, está condenada a un futuro incierto y oscuro. Porque donde no hay una defensa serena y firme de lo propio, tarde o temprano surge una reacción desordenada, agresiva y violenta: el nacionalismo tóxico. Y eso no genera integración ni paz, sino división y conflicto.
El patriotismo auténtico no es arrogante ni xenófobo. Es una forma de amor responsable, que sabe integrar lo nuevo sin traicionar lo esencial. Defiende lo propio con firmeza, pero sin odio.
Otro gigante (tal vez le conociste):
ResponderEliminarEmilio Palafox: biólogo, del Opus Dei, combatió la lepra... cumple 100 años y 74 de ordenación https://share.google/owpYP0FkYC2PLXPob
No lo conocí
EliminarEstoy tan tranquilo, a punto de comer... y veo que el Espanyol de Cornellà, una vez más, cambia de propietarios. Lo que pudo ser: un gran club con un estadio (Sarrià) ubicado en la zona noble, la parte alta, de la Ciudad Condal... y lo que ha acabado siendo: un equipo que va pasando de manos sin contemplación alguna. ¡Una pena! Imagino que Joan G. estará pensando, con gran alivio, "¡de la que me he librado!".
ResponderEliminarLa Edad Media me resulta interesante por aspectos puntuales como la baja densidad de población; en algún momento hubo en la península únicamente entre 4 y 6 millones de habitantes. ¡Menudo paraíso! ¡Qué bajo impacto ecológico! Hoy resulta difícil encontrar un paraje donde puedas estar solo de verdad en unos cuantos quilómetros a la redonda.
ResponderEliminarObviamente, se hace interesante también si nos centramos en sus manifestaciones artísticas, y si valoramos la base que representó, en lo que se refiere a conocimientos, sobre la cual descansan los descubrimientos y las investigaciones actuales.
Donde hace aguas la Edad Media es en el dolor, en la calidad de la vida de la mayoría de personas. También es cierto que hoy en día hay también mucho dolor, y muy mala calidad de vida si pensamos en el mundo como un concepto planetario; muchas veces cometemos el error de razonar como si todas las personas de la tierra vivieran con nuestra calidad de vida.
Pero aun y así, una vida humana hoy tiene más probabilidades de saber leer y escribir, de poder superar las enfermedades infantiles, de no sufrir hambruna... Pero insisto, aunque la mayoría viva mejor, al ser más personas hoy, hay muchos más millones de personas que viven en unas condiciones indignas si lo comparamos con la edad media.
Tampoco envidio a la Edad Media por sus conocimientos científicos precarios, que si bien han sido la base de los actuales, su desconocimiento general y su carácter limitado dejaba a la mayoría de seres humanos a merced de la manipulación de las grandes sectas. El conocimiento objetivo de los fenómenos naturales libera a las personas de creencias falsas que les sumen en el miedo y les hacen dirigir sus actos según los dictámenes de quien les ofrece una solución mítica y fácil a sus miedos. Cuando Jesús dijo la verdad os hará libres también lo decía por esto.
Cuando pensamos en la Edad Media en clave cinematográfica, nos vienen a la mente príncipes, princesas, duques, reyes, pinturas, esculturas, iglesias, gestas históricas, religiosas, obras de arte... Pero la Edad Media tambiés es su intrahistoria; está hecha de millones de vidas atrapadas al terruño, a los impuestos feudales, a los abusos de poder, al ataque de los bandoleros, a las violaciones masivas, a las enfermedades, a las dificultades del parto que a diferencia de hoy provocaba la muerte de una proporción exagerada de bebés, a la ausencia de medicamentos (las enfermedades tenían un significado más terrorífico que en la actualidad porque muchas que hoy son nimiedades entonces eran mortales) a un trabajo agotador e interminable (de ahí viene la expresión "ya descansa" referida a alguien que ha muerto; la muerte se asociaba al descanso después de un trabajo constante y abusivo durante la vida que los convertía en esclavos de un trozo de tierra que ni siquiera era suyo) y el 90% de la población vivía así.
En fin, en todas las épocas hay sombras y luces, pero yo, por si acaso, me quedo en la mía.
PRISCILIANO
Anónimo de las 14:39: habla en sentido real o en sentido figurado (simbólico)? Es que en este blog el fútbol tiene más de una acepción, ya me entendéis.
ResponderEliminarSusto, finalmente ¿te mueres o sólo te estás muriendo?
ResponderEliminarNo nos hagas sufrir, sis plau.
Me muero. Pero aún no. Me voy muriendo. Pero aún daré pol culo un tiempo. Creo.
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