A mi padre le debo el no haber caído en el vicio del juego. Una vez dije algo así como " me juego lo que quieras a que"...o " me apuesto x a que...". El hombre se puso fuera de sí. Y me dio una teórica de mucho miedo sobre el tema del juego, las apuestas, y todas las variantes del mundo de las cartas, casinos, loterías, juegos de azar , apuestas , que nunca, repito, nunca, he caído en ellos. Ni siquiera sé jugar a baraja, jamás compré lotería, ni he entrado en un bingo de ( excepción de una vez que fui a buscar a un jugador empedernido porque su mujer me lo pidió. Se estaba gastando el sueldo del mes).
Ignoro todo sobre el póker, el tresillo, o el tapete verde. No tengo ni idea. Y me alegro, porque mi padre lo que sí vio en mi es un carácter propenso a las adicciones. Y esa del juego, para él , era la peor de todas.
Este del juego tiene un atractivo casi irresistible. Y fatal para el que lo consume . Leyendo "El jugador" de Dostoievski uno se convence de ello.
Tengo un conocido con un problema muy serio sobre el tema. Cada vez que pierde el teléfono sé que lo ha vendido para financiarse una partida. Y las excusas que se inventa para apenar a sus amigos, familiares, conocidos , y que aflojen, son de traca. Porque esta gente es muy infantil en sus tretas.
Otra que conocí , vende las joyas de la familia, las cosas de valor, y entra en una espiral de hechizo absorbente que no se concibe como los jugadores pueden soportar noches enteras con sus madrugadas sin moverse por nada, ni por nadie.
Este que me referí que fui a buscar al Bingo me decía " ¡ por favor, Suso, una más, esta señora me está dando mucha suerte!". Se refería a una cacatúa hondureña que estaba sentada a su lado.
Me decía este ser que en el juego sentías en un segundo lo que otros hombres tardan años en sentir. El secreto de vivir toda una vida en unos minutos. Para los jugadores empedernidos el juego tiene el hechizo y la atracción del peligro: la embriaguez del placer mezclada con el terror.
Mi padre contaba historias de sus años mozos en los pueblos de Liédena, Sangüesa, Lumbier...Era corriente que en los días de feria en Tafalla, Estella, aparecieran hombres atados a los árboles de la carretera. Se trataban de hombres que habían llevado a vender la caballería, y que perdieron la pasta en el Casino, y fingían que les habían atracado de noche. Hacían que otro le atasen al árbol y esperaban a la amanecida y el paso del primer caminante para liarse a dar voces de auxilio.
De esta forma, fingiéndose robados , evitaban la bronca de la mujer y los hijos.
Habrá que imaginar qué se les ocurrirá ahora para salir del apuro.
En Lèrida había un bar que jugaban en la trastienda timbas con profesionales. Duraban días esas partidas. Y sé de algún padre que perdió todo. Y se dice que el infarto que lo fulminó le llegó del dolor de la pérdida de su hacienda.
También se dice si no se quitó de en medio.
Gracias, papi.