Trabajé en una multinacional donde el número era una obsesión. Se hacían estadísticas de todo: número de clientes según la cuenta de resultados , proveedores, número de asistentes a tal congreso... listas y más listas. Un flipe de listados y de datos que indicaba que detrás había toda una burocracia que resultaba letal para el espíritu primero que inició esa institución: pocas cosas menos vocacionales que los burócratas. Vocación es llamada personal camino a recorrer con cierto espíritu de aventura, de locura, de iniciativa personal. Así me lo vendieron a mi. Y así lo veo...
Para mi trabajar es otra cosa.
Pero el número fascina. Cuando vemos la exuberancia, la prodigalidad de la creación, los miles de millones de seres que pueblan la Tierra, los billones de estrellas y planetas de tachonan el cielo, uno se queda pasmado.
Incluso hay tíos que cuentan los ácaros, que son unos bichos muy feos que están en los colchones y en las mantas. Leí en un folleto que en un colchón puede haber dos mil millones de ellos. O sea, que estás durmiendo y tienes dos mil millones de bichitos abrazándote, y metidos por las orejas, por las narices. Increíble, maravilloso. Yo no sé cómo lo hacen para contarlos, pero se ve que lo tienen muy claro.
Pero el número también tiene su lado negativo: el anonimato unido a la multitud, la disolución del individuo en la muchedumbre de criterios, costumbres y reglas externas para uniformar comportamientos, la originalidad prohibida a cambio del parecido.
No se pretende directamente, o quizás sí, pero con esa perspectiva de los grupos la libertad agoniza. El desmenuzamiento de las diferencias de los individuos y los grupos proporciona el cimiento ideal de la ciudad totalitaria. Cuando uno pierde su singularidad interna resulta presa de cualquier fuerza exterior que lo pueden descomponer y recomponer a su gusto. Y se hace de dos modos: o por la corrupción o por la tiranía. Sea como fuere, los síntomas en las personas quedan muy patentes: aburrimiento, descontento, el hacer las cosas porque hay que hacerlas así. La uniformidad que la burocracia ejerce sobre el número, agota la calidad de cada uno y segrega aburrimiento.
En esa empresa, con el tiempo, hay mucho carnero ovejo, desencantado y triste. Hay mucho mal genio… son como animales enjaulados, y las consecuencias son letales para el enjaulado.
Es más difícil, está claro, tratar a las personas como individuos libres que tratarlos como máquinas. Entre otras cosas porque el viaje con los primeros tiene demasiadas averías, demasiados extravíos, demasiadas vueltas a empezar… pero es más apasionante.
Del otro modo el viaje, que eso es una vocación, resulta demasiado previsible: es un tour operador, con todos los gastos pagados, con pulserita para consumir lo que quieras en el Hotel Bahía Próstratos Caribe Beach… a condición de que no salgas del Complejo Resort.
El número fascina, pero da miedo, y la gran tentación consiste en dominar el miedo creando una burocracia fuerte, compacta y rígida, que transmite la uniformidad, las reglas, los criterios a seguir hoy, ahora, en este momento y por estas causas… que desconoce el individuo. No se saben las razones de esos comportamientos, pero es lo que se supone que debo de hacer.
¡¡¡ Ay, las Parábolas del uno!!!... ¿dónde están? : un dracma, una oveja ...Dios sólo sabe contar hasta uno.
Tod@s los que estáis preguntando por el blog - especialmente los haters insaciables de esfínter de boca- tenéis un contador en la parte superior. La cuenta la hacéis vosotros.
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