Hay personas con piel humana que esconden un cerdo que se ha vuelto loco.
Leo una entrevista a Pedro G. Cuartango como se lamenta del trato con su padre en su juventud.
- Creo que fue un error, una injusticia por mi parte, porque evidentemente mi padre no podía cambiar. El que tenía que haberle comprendido y haberse acercado era yo. Y en cambio mostré con él una actitud de absoluta oposición, de rechazo, de enfrentamiento, incluso de menosprecio. Ese es un pecado que llevo en el alma.
Me ha encantado. No soporto esas personas que afirman en su fatuidad “ no me arrepiento de nada”. “Si volviera a nacer, volvería a vivir esta vida”.
Pues yo sí. Me arrepiento de un buen montón de cosas que no hice bien. Y las que hoy hago mal. Y, por supuesto, si volviera a nacer, ¡para rato me meto en ciertas historias!
Evelyn Waugh es un escritor que me gusta muchísimo. Retorno a Brideshead la he leído tres veces y me parece sublime.
"Los seres queridos" es inolvidable. Una historia que se inspira en los delirantes ritos funerarios que Waugh presenció durante su estancia en Hollywood. Algfuien le comentó en una visita al cementerio de Forest Lawn Memorial Park que allí Religión y Arte alcanzaba lo sublime. Él lo que vio es un lugar horrible, hortera, de un ternurismo repelente y de una cursilería empalagosa.
La novela se adelantó a su tiempo . Porque aquella grosería almibarada de unos pocos ricos , hoy es una plaga que corroe nuestros ritos funerarios. Anticipa un mundo neopagano, donde los animales han alcanzado la misma dignidad que las personas.
Sé que algún lector no estará de acuerdo con Waugh - ni conmigo- , pero vale la pena enfrentarse a "Los seres queridos". Para algunos eclesiásticos de la época la novela les pareció una novela irreverente, impía y exagerada. ¡ Ay, la estupidez y poltronería del sector cuando se pone burgués!
Tomarse a risa la muerte no todo el mundo lo entiende. Jesús sí: sólo así se entiende qué significa eso de " deja que los muertos entierren a sus muertos". Por cierto, ya tengo pensado, y escrito cómo quiero que sea mis exequias. Espero convencer al párroco, y a una cuantas personas más.
Pero eso, otro día. Anticipo que no deseo sermón. Ni una palabra.
El protagonista es un poeta , Denis Barlow, que se ha empleado en una empresa dedicada a brindar servicios funerarios de primera calidad para mascotas: enterramientos de canarios, embalsamamientos de perritos, cremación de gatitos cuyas cenizas son lanzadas al aire desde una avioneta.
La empresa - "El más dichoso de los cotos de caza"- les entrega una tarjetita a los clientes con la frase "su mascota será muy feliz en el cielo moviendo la cola".
De esta existencia plácida lo saca la noticia de que un amigo íntimo se ha suicidado , y a Denis le encargan el panegírico. Y lo trasladan al lugar donde va a ser enterrado, que es la empresa para la que trabaja.
No sigo, La novela es de una causticidad demoledora. Hay una historia de amor, humor, y muchos seres queridos meneado el rabo en el cielo de Walt Disney". Pero esta vez serán hombres, no gatitos.
En fin, muy recomendable. A veces, el humor más despiadado puede confrontarnos con nuestra locura.
Antes de ayer tuve la segunda sesión de Quimio e Inmunoterapia. Todo iba perfecto. Yo sentadido en mi sofare, metiéndome en vena cosas. Y, derepenete, depronoto, se acerca una enfermera y me dice:
- Le está esperando fuera su hija.
Por un momento, al oír eso, se me encogió el escrotro.
- ¿Mi hija?
- ¡Ajá!
- Descríbamela, por favor.
- Rubia, ojos azules...
- No es mi hija, es mi señora - porque yo a María José la llamo " mi señora", como don Quijote a Dulcinea. Aunque ahora que me enterado por Amenábar que el Manco era tralarala, me pensaré mejor lo de "mi señora".
Yo no tengo hija.
- Pero- le comenté a la enfermera- ¿usted sabe en qué me ha convertido lo que ha dicho?
Se quedó perpleja.
- En un anciano. En un viejo. En un abuelo. En un vejestorio.
- Uy, no era mi intención.
Y la buena mujer que, encima, ella sí que podría ser mi hija, fue directa a la sala de espera a contarle a María José su confusión, pidiendo perdón.
No me pilló desprevenido. Ni me molestó el error.
Gracias al Barullo. El odiador - que últimamente su esquizofrenia mal medicada lo tiene como a Mesala arrastrado por los caballos de su obsesión- uno de sus insultos preferidos es , precisamente , " viejo verde", "vejestorio", " estás acabado, "gastado", " estropeado"...ayer me decía que "olía a muerto".
No le publico todo. De vez en cuando sí, para quen no se venga abajo.
Y eso me ayuda para esos momentos en que la vida te pone en su sitio respecto a la edad.
Son los demás, normalmente, quienes ven en nosotros el paso del tiempo. Recuerdo la primera vez que alguien, en Sant Cugat, me llamó "abuelo" como insulto. Y no me sentó nada bien. Tendría cincuenta y ocho años. Pero ya había señales de que el tiempo me estaba haciendo un mapa: me trataban de usted, perdía agilidad.
El odiador me ha ayudado mucho en este sentido. Sí, soy un viejo. Aunque no se me olvida que le edad está más dentro que fuera. Y dentro soy un chaval. Un chaval que apesta a muerto, pero un chaval. No sé cómo moriré, pero lo haré joven.
Como los niños de la guardería la vida me ha puesto encima de mi pecho, un pequeño letrero con un imperdible que dice:
" Suso".
Y aquí me tienes, sacando la ropa limpia a secar al sol de septiembre , oreando el alma al aire de una luz de membrillo , tan feliz y tan campante. Tan joven, tan viejo. Contigo.
Cuando tenía diecisiete años me impresionó mucho una anécdota que contó una mañana don Kiko M. al llegar de atender los servicios de la Iglesia de la Santa Cruz, en Zaragoza, de la que era rector.
Durante unos años mi padre desarrolló una curiosidad muy viva, y activa , por el mundo de las apariciones marianas, lo angélico, lo sobrenatural. Era un hombre que buscaba una fe que se pudiera tocar. Una persona muy inquieta, una espiritualidad atormentada. Era un hombre bueno.
Estuvo en Garabandal- yo le acompañé de chaval. También visitó unas apariciones en Ladeira, Portugal- aquello acabó muy mal. Y recuerdo que en casa se reunían unos cenáculos de oración - una gente muy rara- donde hablaban , rezaban, y compartían experiencias paranormales, como grabaciones de coros angelicales, fotografías de visiones de santos y espectros en lugares de apariciones.
Mis padres tuvieron el sentido común de no involucrarnos en esos ambientes.
Todo se fue por el sumidero . Gracias a Dios.
Cuando me han preguntado si creo en esas cosas, apariciones, visiones, el mundo sobrenatural que se toca , se oye, y se ve, incluso lo preternatural, siempre he contestado que no me interesa para nada. Ni creo, ni dejo de creer. Mi fe se mueve en el lado de la gracia, de la luz, del abandono. Estoy entre esos bienaventurados que creen si haber visto.
Pienso que en todo lo que está fuera del depósito de la fe lo más sensato es ser agnóstico, no negarlo. Quiero decir que uno no duda de si eso es verdad o no. Sencillamente, no me interesa.
Los católicos creemos que la unión entre Dios y la criatura no se detiene sólo en el hombre. Hay unas corrientes espirituales, casi siempre inaccesibles a los sentidos, pero reales y omnipresentes. Por ejemplo, es verdad que el dogma católico nos enseña que los muertos no vuelven convertidos en espectros para comunicarse con los vivos. Pero la comunicación con las almas de los muertos sí es plenamente posible - a través de la oración, o en las intenciones de la misa, sin ir más lejos.
Respecto a esto último somos muchos los que tenemos experiencias muy ricas.
También la Iglesia cree los espíritus puros pueden traspasar la barrera entre los dos mundos, como lo prueban las contaminaciones y posesiones demoníacas, pero también los mensajes angélicos recibidos en sueños. En fin, todo un mundo de realidades espirituales que con frecuencia el católico desdeña.
Para mi el universo entero es un símbolo sacramental. Creo que en Dios vivimos, existimos y somos, y creo que cada realidad del mundo material es un signo de una realidad espiritual y transcendente.
Pero vivo en la luz. Y la luz para mi es la Eucaristía- me pone mucho ese Misterio. La devoción a nuestra Señora - pero lejos de apariciones y cosas raras: el Rosario, las devociones sencillas. El trato habitual con mis difuntos. La confesión.
La Gracia.
(Continuará)
La fotografía es un homenaje a Lalo, por su querencia al Bar Ullo , y agradecido por pasearse por su barra a tomarse un algo.
CUANTO MÁS ESTÚPIDO ES EL PROGRAMA, MÁS INTELIGENTE TE CREES.
33 comentariosmartes, 9 de septiembre de 2025
Leí que estábamos en el 25 aniversario de Gran Hermano. No he visto ni un sólo episodio.
Conocí en aquellos días a uno que estaba en el sidral de la puesta en marcha de la producción.
El programa se presentó como un "reality" , con un equipo potente de guionistas para decir qué decir y hacer a los "concursantes bajo contrato". Aquello era una mierda impresentable que daba mucha pasta. Un rollo algo inmoral que jugaba a dar ficción por realidad y jugar con las pasiones bajas de participantes y espectadores.
Un poco lo que ahora es "First date"- alguno he visto, aunque pocos, tres o cuatro. Todavía hay quien se cree que eso no está guionizado. Conozco a un alto directivo de HBO , sabe de lo que habla, y dice que la televisión de los realities se basa en la ingenuidad de sus televidentes.
La palabra no es " ingenuidad".
Mi amigo- el de Gran Hermano- prohibía a sus hijos ver el programa. Su razonamiento era el mismo de Urelles para aceptar sobornos: "si no trabajo en esto , otros lo harán ", y "yo necesito ganar dinero para mi familia", y " un sacerdote me dijo que no había problema si yo no era la causa primera, el corruptor".
No sé qué tipo de público traga esa porquería y tiene el estómago vacuno para hacer esas digestiones.
La excusa de mi conocido es que la bazofia " es un experimento antropológico”.
El que no se consuela es porque no quiere.
Yo no lo he visto, pero sé de qué va: de mirar hinotizados quiénes se pelean con quiénes y quién se acuesta con quién. Sexo y violencia, la vida y la muerte, los dos grandes asuntos dramáticos de siempre. Y el dedo pulgar sentenciando al votar y decidir la suerte de los concursantes.
Es lo de siempre. Mucha gente está dispuesta a mostrar a millones de espectadores lo que apenas contaría al médico, al confesor o a un pariente de confianza en un clima de intimidad y discreción. Y millones están escuchando, anhelantes por devorar esas peripecias supuestamente dramáticas , pues todo es mentira.
Contemplar las tristes vidas ajenas no es más que un mecanismo compensatorio de la propia mediocridad: los demás también lloran. Y si son ricos y famosos, mejor. Así de mierdas somos.
Gentuza que abdica de su propia vida, renunciando a todo protagonismo y viviendo otras vidas , parasitarios.
“Cuanto más estúpido es el programa emitido, más inteligente se cree la audiencia”, dijo Paolo Vasile.
Probablemente, en eso se base la nueva política.