Descubrir la vocación es sobre todo muy importante en la adolescencia. Muchos niños, si se les observa detenidamente, están naturalmente conectados a su vocación porque no tienen tantos filtros como tenemos los adultos. Y en los chavales esas inclinaciones, gustos, aficiones, inclinaciones, se manifiestan de una manera maravillosa.
Nosotros siempre hacemos cosas en función de las expectativas de los demás y queremos agradar a nuestros jefes, a nuestra pareja, a nuestra familia, a nuestros vecinos. Los niños son mucho más espontáneos y están conectados a esa vocación , porque cuando tú ves un niño o una niña ya ves exactamente cómo son: el que canta, el que es más físico, el que le gusta encerrarse con su libro, el que es más soñador, el que inventa historias, el que discute.
Hace unos días vi una niña hablando con un ser invisible. Era fantástico observarla. Todos en la terraza estaban en sus cosas, y ella en un mundo mágico.
Nacemos con una conexión muy fuerte con respecto a nuestras motivaciones, a nuestra pasión, a nuestro propósito vital. Esa niña estaba absolutamente concentrada en sus cosas. Y eso lo vamos perdiendo con el tiempo porque nos van adiestrando con objetivos académicos, con objetivos sociales, con presión por parte de la familia, de los amigos, querer ser como ellos. Esa niña, ojalá me equivoque, terminará domada.
La adolescencia es un punto muy delicado en todo lo que tiene que ver con la vocación . Esa niña dentro de unos años se va a encontrar con diecisiete o dieciocho años y tendrá como un par de semanas, prácticamente, para decidir su vida, porque va a llenar una lista de posibles carreras, a ver si la aceptan y los «numerus clausus» y todo esto, sin saber muy bien qué hacer.
En un momento que hormonalmente vas aceleradísima , en el que es más propio estar enamorado o pensando en viajes o en otras cosas, o en la música, que en decidir aquello que vas a estudiar y aquello en lo que vas a trabajar y que va a marcar toda tu vida.
Y la estaba observando y allí había una artista, una actriz, una poetisa, una arquitecto...en todo caso, una niña con un potencial increíble. Hasta que aparezca sus padres y le digan que " tú oposita y ten algo fijo". Y a la mierda la niña.
Nuestra sociedad se estresa sola. Intentamos hacerlo todo al mismo tiempo. O sea, lo contrario a vivir el presente, porque estás en muchos lugares, estás haciendo muchas cosas a la vez, pero ninguna bien, y no estás disfrutando con ninguna porque al final el placer de hacer las cosas, el fluir, depende de hacer una sola cosa muy bien hecha.
Hay que salir de esa furia de hacer tantas cosas al mismo tiempo y de preocuparnos por el pasado y por el futuro, y por intentarlo hacer todo tan bien.
Don Ezequiel Cabaleiro era un sacerdote que a mi me marcó mucho. Tenía una inteligencia práctica extraordinaria. Un sentido común que era como una toma de tierra. Le gustaba decir eso de "una vez, una oportunidad" . En el sentido de que "esto que estamos viviendo ahora mismo no se repetirá nunca más". Que te des cuenta del carácter único de cada momento y que, por lo tanto, merece la pena que celebremos juntos este momento.
Eso también significa que trates a tu gente como si no los volvieras a ver nunca más en tu vida. Y que te recuerden de esa forma.
A veces pensamos: "Bueno, llevo tiempo sin ir a visitar a mi madre porque estoy muy liado, pero ya iré, pero para sacar al perro a pasear y limpiarle el culo sí que tienes tiempo, cabrón. Y, además, a veces no hay otra oportunidad. De hecho, nunca hay una oportunidad igual que esa que desechaste.
Hay una viñeta de Charlie Brown y amigos, que me gusta mucho. Se ve a Charlie Brown y a Snoopy en un embarcadero delante de un lago. Y Charlie Brown le dice a Snoopy: «Snoopy, ¿eres consciente de que algún día moriremos, verdad?». «Sí», dice, «pero el resto de días no».
Ese resto de días es la esencia de lo que trataba de decir don Ezequiel . Saber que tenemos esto y que tenemos este momento y que de nosotros depende hacerlo memorable.