jueves, 31 de octubre de 2019

AQUÍ ES FRECUENTE.

Aquí es muy frecuente que  el viento comience a girar y trae ese olor de tormenta y, al poco rato, un relámpago rasga el cielo plomizo.

Aquí es muy frecuente que escuche a altas horas de la madrugada la respiración acompasada ,y no pueda apartar la vista de María José durmiendo en su cama… cuando acaricio su cara y noto que respira tranquila, me acerco a ella y me abrazo a sus sueños.

Aquí es frecuente estar por la tarde leyendo y encontrar por sorpresa una fotografía casi olvidada que me transporta años atrás y casi puedo tocar, oler y vivir a las personas que aparecen en ella.

Aquí es frecuente mirarnos a los ojos y no hay más. No hay principios ni finales, antes ni después…solamente aquí…solamente ahora.

Aquí es frecuente que nos besemos, y el amor que sentimos , suave, esponjado, inmenso, impagable, único, me hace ser invencible para ella, ese que me hace ser un buen hombre.

Aquí es frecuente ese momento en el que atardece, el sol enorme parece caer a plomo y el cielo muestra toda su gama de colores, hasta hacerse casi irreal, hasta parecer un sueño.

Aquí es frecuente que contemples una obra de arte en forma de paisajes, que  suscita emociones. Que hace que pueda permanecer delante de ella sin moverme durante minutos mientras siento cómo me conmueve.

Aquí es frecuente que subamos a monte Xiabre y sentir el último rayo de sol que me da color al rostro y hace sonreír porque significa que mañana será otro día.

Aquí es frecuente que nos echemos sobre una losa de piedra a mirar ese cielo oscuro, cuajado de estrellas. Ese que parece que pone el universo a nuestro alcance simplemente alargando el brazo.

Aquí es frecuente escuchar una canción capaz de emocionarte, de cortarte la respiración o hacerte recordar, de repente, años de tu vida. La magia de la música.


Aquí es frecuente ver llover desde la ventana, descalzos, con los calcetines de lana y en pijama,  disfrutar ese silencio único en el que no se escuchan ni los pájaros….solo las gotas que caen despacio, sin ruido, sin prisa.

El mar…sus cambios de color, de estado, su inmensidad, el reflejo del sol en sus aguas, el misterio de lo que guarda en sus profundidades, lo pequeña que me hace sentir.

Aquí es frecuente ver esas cosas todos los días, solamente hace falta mirar…o crearlo. Es lo belleza. Lo que te rodea, lo que te sorprende, lo que descubres de repente aunque lo veas a diario. Lo bello y nuestra capacidad para crearlo o para ignorarlo. Esa capacidad que tenemos tan olvidada y que se encuentra en ti, si quieres, en las ganas, en no conformarnos, en buscar lo que otros no ven y disfrutarlo. En vivirlo, descubrir y disfrutar lo bello que cada uno tenemos por dentro y por fuera.

Lo bello está en todas partes…al fin y al cabo, es la vida.



miércoles, 30 de octubre de 2019

ASÍ EMPEZÓ, CON UNA MIRADA.

Todo comenzó con una mirada. 

Unas pupilas que se agrandan, que brillan, que saben hablar en un idioma que ni tan siquiera somos conscientes de dominar. Era en la barra de un restaurante.

Tenía enfrente unos ojos que entendían  porque hablaban del mismo modo. Y nos susurrábamos. Y se acariciaban. Y se sonreían. Y eran ellos los que saben cuando lo demás sobra. Entonces no había cabeza ni corazón. No había lugares. No había relojes. No había otro futuro que no fuese ahora, entonces, aquí, y esa barra del bar. 

No había otro idioma que no fuese ese que se habla sin palabras y sin sonidos. No existía más que una mirada que pide, que busca, que desea, que intuye, que cree y que sabe. Que sabe escuchar sin oídos, hablar sin palabras, comprender sin mente, sonreír sin boca, desnuda sin manos…



Y el espacio se llena de todo. Y  sobra la mirada. 

Y sobran las palabras. Y falta el aire… Y no hay más. No hay menos. No hace falta más que lo que existe ahora.

Todo empezó en una mirada.






lunes, 28 de octubre de 2019

LÁGRIMAS

No hay nada que me conmueva más que el dolor de una persona arrepentida. Sus lágrimas corren por sus mejillas de una manera limpia, como el agua del deshielo , y siempre, siempre, miran a los ojos del que pide perdón.

No se esconde, porque al confesar su culpa , sobre todo cuando es tan grande que no tiene disculpa, ya no se oculta detrás de sus manos: sólo mira, y llora.

¡Benditas lágrimas!

No hay mayor alegría que la que nace de ese momento de gracia que precede al perdón.

Después,llegará o no ese perdón - de Dios siempre llega, incluso antes de que lo pidas- ,pero al dejar a esa persona a la que  pediste perdón, ella tendrá la sensación de que te fuiste dejando la luz encendida .




domingo, 27 de octubre de 2019

PADRE.

Nunca sabrá un padre, o una madre, el daño que hace la sequedad,  la frialdad, la lejanía, en el trato con sus hijos.

No hace falta llegar a la violencia, al mal trato físico, o al desprecio verbal. 

"Pronto dejé de ser niño- me dice un amigo- por el  miedo, la violencia, la falta de cariño. Para mi padre, que era un hombre muy avaricioso , y muy  tacaño, nosotros éramos un gasto, y  eso era motivo de enfados , de malas caras...le tenía   miedo  incluso para pedirle dinero para ir al cine con mis amigos".

"Con los años me convertí en una persona indiferente, con muchas capas, muy difícil de conocer, siempre a  la  defensiva, incluso con personas que amaba. Tardé   años en llorar, y sentía una  gran violencia interior, que a veces  emergía de una manera grosera y vulgar".

Con trece años sentí la venganza como  la única arma para responder a mipadre, al que odiaba. Deseaba su muerte.

A los dieciséis me rebelé contra Dios: ¡no tienes derecho a hacernos esto a mi madre y mis hermanos, ni a  mi!

Mi madre murió, y hoy quisiera  perdonar a mi padre: ¡ella lo hubiese querido tanto!...y estoy buscando en Dios ese padre para poder llegar al corazón del mío.

¡No sabes cómo cuesta y cómo duele!

viernes, 25 de octubre de 2019

LA BOLSA O LA VIDA

Cuando uno ha estado enamorado, enamorado de verdad, y se te ha ido volando de la crisálida el amor, la vida te cambia, ¡y de qué manera!

¡Se está tan poco en este planeta! Hoy sé que basta cantar una canción  en una tertulia ,después de una buena comida  a la sombra de un entoldado para justificar toda una vida.

O sorber una granada al llegar al coche , cerca de un río en el Pirineo , y darte  un chapuzón  de agua fresquísima.

O estar al atardecer  hablando con tu madre hasta que os quedáis a oscuras, le das un beso y dices :te quiero,mamá.

Sé que hay gente que vive la religión como un algo pesado, obsesivo,atormentado, rigorista, Van con la culpa pegada a la nuca.

Para mi no, es luz, alegría, fiesta, perdón. 

Conozco católicos para los que Dios es un bandido que te hace elegir entre dos  asuntos   que abarcan la vida entera: la bolsa, o la vida.



Para mi, siempre, la vida.


lunes, 21 de octubre de 2019

ANTES O DESPUES.

Antes o después en la vida de cada persona se concita la experiencia del dolor. Ningún hombre puede zafarse de la experiencia del sufrimiento.

Por  muy egoísta que sea  y por bien programada que se tenga la vida , nadie puede escapar del sufrimiento.

De una u otra forma, todos acabamos siendo hombres dolientes.

Y ese dolor, si sabemos leer en él, nos redime, nos hace bien, nos hace buenos.


EL DIA QUE...

El día que  no  te  sorprendes por  nada , que  piensas  que  las cosas  son como son ,y que nada se  puede hacer  por cambiarlas, entonces , es    que  ya  estás  amortizado , descatalogado, muerto.

Seguirás  siendo joven a cualquier edad mientras  contemples la vida con los  ojos vírgenes , como  si lo que sucede  fuese  un milagro, que lo es.

Deschamps descubrió un día  que  cualquier  objeto  puede convertirse  en una  obra de arte con sólo cambiarlo de lugar y  contemplarlo en otro contexto, sin  los  prejuicios que son las anteojeras que nos han puesto los bienpensantes.

Exhibió  un  urinario en un museo  en medio de otras  esculturas.

Los  espectadores admiraron  la belleza de  sus formas  sin relacionarlas  con  su  propia  vejiga.

En ese  momento quedó instituido un principio  revolucionario: no es  el artista  el que crea  el arte, el verdadero  creador  está en quien  lo  contempla.



Dios nos mira así, individualmente, sin relacionarnos  con nada, ni con nadie.

sábado, 19 de octubre de 2019

EL SÍNDROME DE STENDHAL.

Al  escritor  Stendhal,  al  salir  de la  iglesia  de la Santa Croce    en Florencia, después  de  contemplar  un mausoleo de mármol , una  obra  maestra  , impresionado  por su belleza,  le vino un vahído , como  si  perdiera  el conocimiento.

De allí  viene lo  que se  conoce  como el Síndrome de Stendhal.

Hay  personas  muy sensibles  a  la belleza , y ésta les altera el pulso , acelera el ritmo  cardíaco , les da  vértigo, incluso hay  quien se  desmaya.. Conocí un arquitecto que afirmaba en una de sus clases , "si cuando entran ustedes en la catedral de León no trempan , esta no es su profesión".

Miguel Ángel al ver terminado el Moisés  le pegó un martillazo  en la rodillay le grió: ¡¡¡HABLA!!!.  

No sólo  sucede  ante  la contemplación de  una obra de arte, un cuadro, una  escultura, una catedral. 

Yo  lo he sentido  recordando  un amor  , hasta  tal punto, que ese recuerdo me erizó los  pelos de  gallina de piel. 

O rebobinando aquel  encuentro con Juan Pablo II  , su voz, cálida y grave, la caricia   en  mi nuca, y romper a  llorar  de  nuevo.

Verme  sentado de crío  sobre  la espalda de  mi padre  mientras hacía  flexiones  en  camiseta interior de tirantes, y sentir  ese vértigo de estar  a hombros  del dueño del mundo.

Evocar  canciones que cantaste   en  nuestra  adolescencia  y  juventud produce una  dulce ebriedad  como  le  sucedió a  Stendhal.

Pero también puede llevarte  al  dolor, a degustar  una cierta  tristeza , incluso al rechazo  de ti mismo, si  al regresar  a ese  paraíso , a  esa  mirada que  tanto  te enamoró ,  la encuentras hecha  cenizas, destruida  por la enfermedad, o el olvido, porque  ya  no  se  acuerda  de ti.


jueves, 17 de octubre de 2019

DORMIDO.

Veo  un hombre junto a mi sentado en la butaca del   autobús que nos lleva a Santiago. Duerme  como un bendito, resopla mofletudo, abandonado, bocaneando .

La mano , relajada sobre la tripota, anuda unos dedos gorditos, salchicheros. Es una mano pequeñita.

Probablemente, este hombre, como todos, tendrá sus cuentas pendientes y asuntos de los que mejor no hablar. Habrá construido un personaje, o varios , en el Gran Teatro del Mundo, y  representará su papel mal que bien, con sus miedos, sus obsesiones, sus odios...en todas las personas se intuye que hay un infierno.

Pero , en tiempo de siesta, como este que disfruto viendo al señor gordito, se entrevé a Dios en ese rostro de niño. Así es. Tan sencillo como eso.
Aunque , a veces, lo que resulta sencillo también puede ser  desgarrador.

miércoles, 16 de octubre de 2019

TODO ES GRACIA

Desde que sentí de una manera rotunda, profunda, contundente, tu perdón, y lo mucho que me querías, no me queda otra que  perdonar. Sólo me importa el estado de contento.

Fue de tal envergadura el  abrazo que sentí - oceánico- que  ahora cierro los ojos  y escucho el rumor del mundo, el latido de tu corazón en mi oído, la brisa que acaricia las oraciones de los dolientes... 

Todo está allí, no falta nada. 

Y la luz, porque cierro los ojos y veo luz, en ella quiero moverme, existir y ser.



¡Cómo me gusta que me quieras de esta manera!


martes, 15 de octubre de 2019

FAMILIA

Cuando entras en una familia al nacer ,entras de verdad en  un mundo incalculable, en un mundo que tiene sus  leyes  propias y extrañas, en un mundo que podría  muy bien continuar  su  curso  sin nosotros. 

Es   un  mundo que no hemos fabricado.

Dicho de otro modo , cuando entramos en una familia  entramos en una  película maravillosa.

lunes, 14 de octubre de 2019

EL UNO.

"Yo  no  te  lo  hubiera  perdonado  jamás",  me  dice.

- Yo  tampoco  me  hubiese  perdonado- contesté.

El perdón  es  una decisión , no un  sentimiento. Uno  pide  perdón  sinceramente,o con toda  la sinceridad de la  que  uno es  capaz, y  depende  del otro que  seas  perdonado. En realidad ,  perdona quien más ama.

- Ama  mucho  porque  se  le  ha perdonado  mucho  .

Ser  perdonado  me fascina. De  bien  canijo he  tenido  que pedir  perdón, y  de  muchas  maneras.  Me  fascina , y   también  me  conmueve: siempre  que  he sentido  el perdón en cualquiera de sus formas,  signos, manifestaciones, he  palpado el latido de   mi  pequeñez, y la  grandeza  del  que  perdona.

Todas  las parábolas  son "del  uno":  un pastor  pierde  una oveja, una  señora  pierde un dracma,   , el  hijo  pródigo  trata  de   uno  que se   pierde, el buen samaritano se cruza con uno que  le  han asaltado,  uno  encuentra  una  perla de gran valor, un fariseo y  un publicano, un grano  de  mostaza, el  rico  tonto, el dueño  de  la  casa  y el  ladrón...

Dios, dicen, sólo  sabe  contar  hasta  uno. Y, del   mismo  modo que   "no  te  hubiera  perdonado  jamás", ese  Dios  lo  perdona todo. Todo es todo.



domingo, 13 de octubre de 2019

DE NIÑOS.

De  niños  nos hablaron del lobo, de Caperucita, de leñadores y cerditos, de casas encantadas , de brujas malas y buenas, de hadas, el coco, el bosque encantado, los dragones, de reyes y princesas.

Y de ángeles, también buenos y malos, y algunos cantarines. De reyes que matan niños. Y de una bailarina que consigue que le corten la cabeza a  un hombre justo Y de apóstoles que traicionan con un beso, y otros que lloran al oír cantar un gallo, de putas y de mujeres enamoradas, de fariseos, de cobardes, de soldados que sortean una túnica mientras otro llora por  lo que está viendo.

De un tío que comía con pecadores, y de otro que robaba a los pobres, y era enano, y va el titi  y devuelve lo que robó. Y de políticos corruptos, nacionalistas judíos, fanáticos...

Y nada de eso es mentira. 

De niños  nos contaron todo eso, pero es cuando te haces hombre cuando todos ellos aparecen de un modo u otro.



sábado, 12 de octubre de 2019

EL CAMINO DE VUELTA A CASA.

Me ha sucedido a veces encontrarme que en pocas ocasiones fui el que quise ser. Habitualmente  andaba como habiendo amputado lo mejor de mí mismo, comportándome  de forma tan extraña para mí como para los demás.

Apenas sí realizaba  lo que ambicionaba.En  muchas ocasiones ni siquiera amé como quisiera. 

Y vi de una manera diáfana que jamás dije  lo que quería decir, y no precisamente por falta de auditorio.



Cuando descubrí esa caricatura de mi mismo , comencé a andar el camino de vuelta a casa. 


jueves, 10 de octubre de 2019

VOCACIÓN.

Lo que hagas ,sea lo que sea, saldrá como el agua brota de  un manantial ,o la lava  atraviesa el volcán. Así  de fácil. 

Si eres  poeta, serán  poesías. Si eres arquitecto, edificios. Si sabes hacer reír serás  payaso. Si escribes, brotarán novelas de tu imaginación. Si mártir, buscarás un ideal para morir  por él. Si anida la  santidad   en tu  interior tendrás fuego en tu alma, y una humildad  trabajada en tus sueños.

Si  tienes  vocación , la  que  sea, tu vida será espontánea, todo tripas, corazón, alegría, ardor, libertad, amor, locura, pobreza, voluntad, esperanza.

Si tienes  vocación ,la que sea, todo llegará. Y llegará  como la lluvia, en forma  de tormenta.

Siempre  ha  sido así, y siempre  lo será.

Por esa razón,  la  mayoría de la gente que se enamora  de verdad no puede  no hacerlo.

miércoles, 9 de octubre de 2019

LA DICHOSA MAGDALENA.

La  cosa fue así:


La taza de camomila humeaba bajo su nariz y este hombre ya maduro un día mojó en ella una magdalena que se disolvió en varias migas dentro de la cucharilla. La elevó a los labios y no sucedió nada la primera vez. Tampoco la segunda. Pero a la tercera aquellas migas produjeron un efecto extraño. El sabor de la magdalena le abrió un alveolo del subconsciente donde la esencia del tiempo se hallaba sumergida. De pronto su sabor le trasportó a otra magdalena lejana que, de niño, su tía Leontie le daba en Combrey y a partir de ese perfume comenzaron a abrirse espacios de la vieja casa con sus voces, rostros, muebles, paisajes, todo un tiempo que se había perdido en la memoria.


La  magdalena de Proust  es una  metáfora  de  nosotros  mismos.


Pasa  un  hombre  por el pasillo del AVE y en  su revuelo, deja una estela perfumada a Floïd , y recuerdo a mi padre  afeitándose  por la mañana.


Veo una  foto antigua de  chocolate Elgorriaga  y  veo una barra de pan abierta por medio con una  tableta metida a presión entre las migas. Y mi madre.


Un  adolescente  con granos , con una sexualidad  desordenada y enfermiza , se encierra en una buhardilla en el Hotel Vidaller   a hojear  números retrasados de Burda, y sus fotografías de señoras maduras en ropa interior. El olor de esas cuatro paredes  lo tengo en la nuca.


Un maquillaje, Elisabeth Arden, número 1, me ha hecho llorar en medio del Corte Inglés.


 Hay  calles de Barcelona que son memoria de mis pecados, de la vergüenza.


A Dios  lo tengo  muy dentro, y me  huele a velas que se apagan, a oscuridad, a "¡joder qué desastre!" .


María tiene perfume de flores, canciones,  y  esperanza.


Hay mujeres  que me huelen a aventura, otras a amor.


Todos  llevamos en  la nuca esos olores  que despiertan lo  mejor  y lo peor  de  nosotros  mismos: la iglesia,la casa de putas,el colegio, la primera  novia, nuestro primer muerto,  aquel  trabajo, el aula  infantil con los cristales de las ventanas empapados de  vaho....incluso el de esos  pecados que aún nadie sabe que  hiciste, que están agazapados en  lo más oscuro de tu  conciencia.


Todos  hemos ido   hilando poco a poco nuestro  capullo de oro como un gusano hasta que al final se convierte  en la crisálida más evanescente que hayas  podido  soñar. 


En Proust  todo  fue  por una Magdalena, y en ti vete  a saber qué.


Pero ,  seas  como seas, no  olvides  que todos te vemos con simpatía, que no has hecho nada   de lo que tengas  que avergonzarte, y que a Dios  ya  sabe  lo que  necesitas antes de  que se  lo  pidas.



martes, 8 de octubre de 2019

LEYENDAS

Lady  Halcón  es  una película  que habla  de la Eucaristía.

"   Las mayores tormentas se anuncian con una pequeña brisa" , profetiza el  obispo. El malvado prelado se enamora de la misma joven  que  el bueno de Etienne Navarre  y hace un pacto con Satanás creando un hechizo por el que los amantes caen malditos. 

Durante el día él será humano y ella un bello halcón, y durante la noche ella será humana y él un lobo negro.

Nace  la idea de leyendas medievales  que querían explicar  ese  instante donde  por una décima de segundo , cuando no llegan a tocarse, pero sí a intuirse esos dos amores , quieres entender ...Es un amor más allá de lo carnal y pasional. Es puro, respetuoso e intenso. Un caballero y una dama  amándose con todas las consecuencias.

Figura de la Eucaristía donde el alma y Dios se unen durante unos instantes de una manera misteriosa en el amor.

Otra  leyenda que en su día  me impresionó mucho, se dio con la Virgen Negra de Atocha.

Cuenta la   leyenda que un joven doncel, mujeriego y picaflor, "siendo  la última mujer la que más había amado" , paseando por el Compás del Temple vio a la Virgen Negra de Atocha en una hornacina. Las vírgenes  negras eran así llamadas   gracias al Cantar de los cantares, donde se dice "  Nigra sum sed formosa"

Quedó prendado de la Señora , se hizo aupar por los amigos y puso  un anillo en el dedo de la Virgen Negra. Y allí mismo  le juró  amor eterno, "en adelante  os juro amor eterno y fidelidad , y  en prenda  de ello  os doy este anillo".

Cual  sería  la sorpresa de todos cuando , ya en tierra, y después de decir "Ave María", ven que  la nuestra Señora ha cerrado el puño  en señal de aceptación  de  la promesa.

lunes, 7 de octubre de 2019

BUSCADORES DE ORO.

La  vida  es un río , ya  lo  escribió  Manrique. 

De ese río turbulento y embarrado que arrastra a  familias  enteras ,  personas  honestas, bandidos ,  perros , platos de  bateo ,y enseres, hay quien    criba  la  arenilla y la  gravilla ,y   sabe sacar  una pepita de oro  de su vida , que no es otra cosa que el placer de la carcajada,  el brillo de una mirada de amor, el perdón , la alegría...

Somos buscadores  de    pepitas  de  oro.

domingo, 6 de octubre de 2019

ZAPATOS.

Van Gohg pintó sus zapatos, que  son  otro autorretrato.

También tus zapatos  dicen mucho de ti. 

Los zapatos están hechos para  vivir emparejados. Después, con el uso, el izquierdo tiene sus juanetes, el derecho  la forma curva de tus genuflexiones , que pueden ser de orar , o de besar los pies de tus amos.

Tus  zapatos   lloran  al recordar que un día calzaron a aquel niño que daba saltos al ir al colegio , que jugaba al fútbol en un patio infestado de niños , y un cura que se recogía la sotana . Zapatos que trepaban  a los árboles, que daban patadas  a las latas de la calle  , de   regreso a casa, cuando  aquella chica te dio calabazas 

Los  zapatos   de aquel chico enamorado que los frotabas al pantalón   para  lustrarlos antes de entrar al  Wellington.

Zapatos  de aquel joven con alma de  mártir que entrega su vida  a  un ideal que  le hizo pasar  noches de rodillas. Zapatos de   aquel hombre  enamorado que paseaba horas y horas de la mano de  una mujer que tenía  estrellas  en la mirada.

Zapatos  de un hombre  en paro que  va  pisando charcos y charcos , y regresa  a casa a  cenar pan  con lagrimas. Zapatos de   aquel anciano  que no puede atárselos  y su   mujer  se  arrodilla  para calzarlos. 

Tu  biografía  son tus zapatos, tu retrato, tu espejo. Todo comenzó con esos patucos que te compró tu madre, y siguió con esos primeros  pasos balbuceantes. O     aquellos que dejaste  en el  salón de casa  la noche de Reyes.

El alma , cuando  te agachas para  ponerte  los zapatos, también se abaja, y  queda  atrapada en ellos. Uno siempre es responsable de los zapatos que calza.

En  tu   memoria , aunque no  lo  sepas, están todos los zapatos que has llevado: los indómitos,  que te hicieron llagas que no has olvidado,  los flexibles, los dóciles, los  que  tuviste que tirar  porque eran de muy mala calidad:  así fueron , según  las  etapas de tu vida.

Ayer  por la noche vi  un hombre hurgando una papelera  con un zapato en la mano buscando con ansia el otro par. A veces pienso que la felicidad consiste en la inminencia de alcanzarla y en la certeza de no conseguirlo nunca.

¡Ojalá encuentres ese zapato y que tengas una historia  con  ellos  que valga  la pena!




sábado, 5 de octubre de 2019

EL SEÑOR MELERO.


Hubo un tiempo en que muchos caminos de mi vida  llevaban a  Viaró, un colegio donde  trabajé años de mi juventud.



Allí, había un hombre bueno que se llamaba "señor Melero" . Era un exguadia civil , de fuerte acento andaluz, o extremeño , con uniforme gris  y los ojos un poco dormilones que se ocultaban en unas gafas  polarizadas .




 Grandón y con apariencia de cascarrabias , pero un corazón oceánico . Ese  hombre quería al colegio, los profesores, y alumnos  con una fidelidad de perro.




La verdad es que estaba en todos  los lados: en los Hexágonos, en el Edificio Central, en los comedores, en la estación de sant Joan...




Gruñía con un corazón  paternal, y como todas  las buenas personas que quieren ir al cielo miraba  para otra  parte cuando  algún chaval era pillado en falta. No  se  le  escapaba  una.




Yo le sacaba de quicio: "si es que es peor que  los críos", decía. Pero  me  quería bien.




No sé si era soltero, viudo, o casado, pero su vida era ese colegio,  y a veces  pienso que se cenaba su pan con lágrimas. 




Nunca me he sentido mejor ni he sido más feliz que  en aquellos días lejanos y azules de la juventud cuando era sólo un hombre con muchos sueños  por cumplir; he quemado  años de  vida en ese espacio paseando  por esas aulas, componiendo canciones absurdas  y  viendo pasar el universo por el ventanal, de los Hexágonos ,pero llegó un momento en que supe que Viaró  también era una mala forma de envejecer y por eso, hace años, opté por bajarme en la primera parada y dejar que la nave se alejara en la niebla por Barcelona , río abajo. 




El tiempo no ha desdibujado del todo los rostros que un día nos fueron familiares; las risas con los amigos han adquirido en la lejanía un sonido apelmazado ; los pasillos poblados de figuras que se multiplicaban en los espejos se han convertido en sombras 




 En medio de ese mundo que se ha ido desvaneciendo en el recuerdo,  el Señor Melero me asalta  hoy , vete  a  saber por qué.




El señor  Melero   murió ; se ha ido  a otro colegio . Allí  no hay nada que vigilar  porque se puede fumar y   todos los trenes llegan en punto a sant Joan. Pero la imagen de este hombre   permanecerá reflejada  para siempre en todos los cristales  de las aulas de Viaró . 





No son las grandes tragedias las que echan abajo las cajas del teatro de nuestra vida sino la muerte de algún amigo fiel que sin darnos cuenta era  el paisaje de nuestra  vida.

viernes, 4 de octubre de 2019

EL LATIDO.

Toda  tu vida desde  que naciste  tiene una banda sonora que es tan personal como tu propia  biografía. Con toda  seguridad, esas canciones lo dicen todo de ti.

La  primera  de esas melodías no la escuchaste, pero estaba allí:   el latido del corazón de la madre que oyó de ti , cuando eras un  feto. Probablemente te cantaría al ritmo sincopado de ese  compás.

Es parecido  al zumbido rítmico que te llega cuando estás buceando en el mar y escuchas ese  mismo corazón . Ese mismo sonido  vuelves  a encontrarlo a lo largo de la vida en el compás de ciertas melodías.  Cuando se acerca   a lo lejos  la percusión de una profesión de  semana santa.  Cuando reposas el corazón en  el   pecho de  esa  mujer que amas.

Cuando paseas  por  el campo  en medio de un silencio apelmazado y compacto, y paras  después de una dura  ascensión . Suenen los pulsos. 

Reverberan por  las noches los cristales lejanos de un coche  que regresa de la movida al son de música de bakalao  , laten los bafles.

De fondo, como el bajo en una orquesta, siempre  late el corazón, al ritmo de  tu vida , hasta el último suspiro.

Allí va  contigo.

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jueves, 3 de octubre de 2019

LA PELOTA.

A  veces  parecemos mascotas  al  servicio  de nuestras  propias  neurosis, que nos  gustaría  pensar que son  Dios. Pero  Dios no está allí.

Son las  creencias  que nos han impuesto.

Nos  entretenemos royendo un hueso  de plástico  que el amo  lanza  una  pelota y siempre se la devuelve  con la boca. Da  lo  mismo que la  mascota sea rebelde, apacible, nerviosa, o de esas que al llegar a casa le huelen los genitales  a  los invitados.

Si  te  han conseguido educar bien te dirán siéntate, y  te sentarás, dame  la patita, y te la darán, al suelo, y te irás al suelo.

Un  día  es posible  que caigas  en la cuenta  que no has hecho nada  por ti mismo, y que estás donde estás   porque  eres    una buena mascota.

No pasa nada: ese día lo único  que tendrás  que hacer es no ir tras  la pelota.


martes, 1 de octubre de 2019

YA NO HACE FRÍO.

Hace muchos años escribí unos recuerdos de Jaume  Rucabado. Nuestras vidas se cruzaron de una manera inesperada y maravillosa. Le debo mucho a ese gigantón de corteza dura y pulpa sabrosísima.



Nuestros caminos se cruzaron un quince de febrero del modo más extraordinario. Ninguno de los dos entonces podríamos saber  que ese encuentro, al menos para mi, iba a ser decisivo. Para ti también. Para ti sobretodo...



Unos día antes me comentaron en la charla que se decía  que andaba en líos con una señora. Podía haberlo negado -estaba tan harto de volver a empezar de nuevo en otra ciudad sin dejar rastro-, pero no lo negué. Sólo puse de condición que iría a la delegación para ser yo mismo el que dijera cual era la situación. No quería palomos mensajeros de aquí para allá, cuchicheos de consejos locales analizando mi situación, interminables charlas con unos y con otros para, al final, resolver que lo mejor es que desapareciera de ese mapa...



Al día siguiente fui y hablé. Tuve suerte –me conocía muy bien el que me escuchó– y resolvió rápidamente y sin anestesia: “esta tarde mismo regresas allá, haces las maletas, dices en el colegio que te vas y te diriges a tal centro en tal ciudad. Mañana le van a comunicar a Jaume que tiene cáncer. Es muy grave el asunto. Le acompañarás hasta que te digamos  destino definitivo. Jaume desconoce su situación. Su director, que es con los pocos que se lleva en esa casa, está fuera y el centro está algo deteriorado en su relación con él. Y él con ellos.



Regresé a la ciudad, hice las maletas, me despedía del perplejo director del colegio (estaba avisado horas antes de que abandonaba a mitad de curso el colegio, y eso significaba para él muchos problemas, demasiadas explicaciones absurdas y algunas mentiras) y me encaminé a tu centro. Nos conocíamos poco. Efectivamente, la convivencia allí dejaba mucho que desear. Se notaba un algo de tirantez que, poco a poco, fui entendiendo.



Te acompañé al hospital. Debías de hacerte un nuevo análisis que confirmaran la enfermedad que tú desconocías, pero imaginabas. Estabas muy amarillo. Saliste preocupado. Me invitaste a una taberna cerca del puerto –cerca de tu despacho– y nos tomamos un aperitivo magnífico.



-         Creo que éste será mi último aperitivo en mucho tiempo. Me han pasado dos veces por una maquina y cuando he preguntado porqué dos veces me han mentido. No era por error, como me aseguró el médico, sino por confirmar que lo mío es serio.



No te contesté. Nunca  antes había estado en una situación así. Seguiste hablando de tu enfermedad, de cosas, y de repente, preguntaste.



-         Me han dicho que vas a ser mi ángel de la guarda... ¿qué tienes que has venido de sopetón, dejas el trabajo y te presentas a mitad de curso aquí?, ¿estás con una depresión?.

-         Estoy enfermo, como tú, pero no es una depresión. Alguien se enamoró y perdimos la cabeza... en fin, he puesto tierra por medio y me han dicho que, hasta que sepan mi próximo  destino, te acompañe a todas horas.



Hablamos mucho de tu trabajo, tus investigaciones, de todo y de nada, pero no de ese tema. Sabías respetar el dolor que, suponías, se pasa en situaciones así. Sólo comentaste algo parecido a como “es duro lo tuyo”. Descubriste, y lo hiciste muy bien, que yo sí estaba más enfermo que tú. A ti te dolía el cuerpo y a mi algo allá dentro que es un sidral de cosas: tristeza, soledad, sensación de ser un pelele, un traidor que ha dejado colgado a demasiada gente. Asco de uno y mucha pena.



Pero apenas tuve tiempo de pensar en nadie más que en ti.



Mira que sabías ser bruto y borde cuando te lo proponías –la vida te había hecho un tipo huraño y algo cascarrabias-, sin embargo, ¡cuánto llegaste a quererme!.



Te dieron los resultados en presencia del director, del  sacerdote del centro, de mi. Escuchaste muy sereno y dijiste “quiero confesar ahora mismo y, en cuanto se pueda, recibir la extremaunción”. Salimos de la habitación dejándote a solas con el sacerdote.



Ingresabas dos días más tarde y en esos dos días tuvimos que ir a recoger tus cosas del despacho, comunicar a tus colegas el asunto, en fin, dejar los deberes más o menos hechos. Tu gente, un núcleo muy pequeño de colaboradores que mataban por ti, quedó muy afectada por la noticia y te ayudaron a ordenar el despacho. Después paseamos. Estabas muy tocado y comenzaste a contarme una historia desconcertante que explicaba  el porqué de muchas de tus “extrañas actuaciones” en el centro.



-         ¿Sabes que hace unos cuantos años que no voy a la oración de la mañana ni a Misa en el centro?” –dijiste.

-         Bueno, eso pasa en todos los sitios, siempre hay algunos que les cuesta eso de madrugar –contesté por decir algo

-         No. No fue eso. Hace unos años dirigí y coordiné con dos equipos más  -uno francés y otro italiano- una investigación. Estaba becada por el CSIC y varias empresas, una inversión muy alta. Cuando estábamos en la recta final y teníamos todos los proyectos de todos los equipos en nuestra sede, se perdieron. Entré en una situación muy agobiante. Todo se había echado a perder. Me puse manos a la obra y reconstruí con dos más todo el trabajo. Dejé mi vida: robé horas al día y a la noche, no hice otra cosa en meses y salí de ese túnel agotado por fuera y por dentro. Ya no volví a ser el mismo: insomnio, estrés... Me afectó a todo.



Y esa historia no la conocía nadie -como tantas otras de tu vida-. De haberlas contado algunas cosas hubiesen cambiado en tu historia. Quizás.



Escribiste un mail a un numerario chileno. Una despedida muy tuya, algo críptica: nos veremos en la plaza no sé cuantos de Santiago de Chile y nos tomaremos una buena cerveza. Ese numerario entonces estaba en Lituania, creo, pero le recordabas una historia de años antes, cuando caíste enfermo en la Patagonia –debías de permanecer allí meses– y él, a conocer tu estado, se presentó allí y te trasladó una semana a Santiago hasta que te recuperaras. Fueron unos días para ti muy especiales y siempre estuviste agradecido al trato de ese hombre. Te citaste con él en un lugar donde fuiste muy feliz.



Ingresaste al día siguiente en el Hospital.



Se amontonan los recuerdos y resulta difícil ordenarlos.



Por la tarde te visitó tu madre. Me la presentaste “ésta es mi madre, una mujer que donde no le llega la cabeza le llega el corazón”. Tu madre –Doña Merçé– se le veía una mujer sencilla, muy buena, muy religiosa –una FE grandísima- y muy fuerte. También una mujer doliente. Ya había sufrido el ver desaparecer otro hijo y su mirada contigo era la de una persona que intuía lo peor. Una mirada de una ternura infinita. Vino acompañada de una tía tuya. Tu madre te miraba en silencio y quería tener tu mano entre las suyas, pero tú la rechazabas como un niño que siente vergüenza de que su madre le bese en la entrada del colegio por el que dirán los machotes de él. No estabas a gusto aquella tarde con los gestos de cariño, por otra parte discretísimos, de tu madre. Me dijiste “por favor, acompáñalas a la salida, no estoy bien”. No era ese el motivo.



No me gustó aquello y te lo dije:



-         Has tratado fatal a tu madre, la has presentado como a una tonta, una pobrecita mujer que no llega a más; no te dejas querer por ella y lamento decirte que si esta actitud es la que voy a presenciar todos los días, no cuentes conmigo.



No dijiste nada. El dolor, el silencio de muchas horas contigo mismo y con tus recuerdos, la oración, hicieron que a pasos agigantados descubrieras que la solución de tu vida estaba en dejarte querer. La solución de todos en nuestra vida.



Si buscamos el principio de muchas de nuestras actitudes, negativas y positivas, muchas veces el origen está en nuestra infancia, en nuestra familia. Después todo es un desarrollo de esas cosas, más o menos maquilladas. En tu caso tuve la suerte de comprobar hasta qué punto eso era cierto. Me maravillaba verte madurando en el amor, que es dejarse querer por gente que tú hasta hacía unos días los considerabas equivocados, muy perdidos o, sencillamente, “que no se enteraban de nada”. Y el que no te enterabas eras tú: tu madre, tus hermanos, tus colegas, los que vivieron contigo... tenías tu gente, era cierto, pero ese sentido de la rebeldía, que lo aplicabas muchas veces con razón sobre tus jefes, tus directores, tus demonios particulares, te habían hecho un tipo algo solitario y arisco. Además , debajo de esa pintaza de lobo de mar, poseías una inteligencia fuera de lo normal y una sensibilidad extraordinaria.



Quizás todo comenzó por el lamentable rechazo de tu padre a tu vocación al opus dei, que pesó como una losa toda tu vida sobre tu conciencia. Nunca entendiste esa reacción, tan desproporcionada, que te alejó de él para siempre. Más cuando tu padre era un hombre religioso y recto. Y tampoco entendiste que tu madre no te apoyara en aquellos días. Tus hermanos, en parte como rechazo a actitudes autoritarias de tu padre, se alejaron de la fe, de todo tipo de práctica religiosa, y en tu familia cada uno siguió su propio camino. Todos brillantes, pero cada uno en su mundo. Te dolía verles lejos de la Iglesia, sin ninguna creencia en los sacramentos, ni en nada que oliera a liturgias.



Por entonces las relaciones era inexistentes con bastantes de ellos.



No lo contaste a nadie en el opus dei. Nadie sabía que tu padre reaccionó como reaccionó, y esa actitud tan dura de tu padre contigo  la proyectaste después sobre todas las autoridades que se te pusieran por delante cuando percibías el más leve asomo de arrogancia, de prepotencia, de chulería, de indiferencia hacia alguien. Entonces sacabas tu carácter y  la liabas bien liada, ya fueran jefes profesionales, directores, o el que se te pusiera por delante en plan mandón. Dicen, y es cierto, que detrás de gente con esa rebeldía ante todo lo que signifique paternidad –cualquier autoridad lo es- hay un niño que en la infancia tuvo padres muy severos.



Me contaste que un curso anual en las montañas, tan sólo tres años antes de nuestro encuentro, te dejó desolado ver a un numerario, hombre de muchísimo prestigio, de una energía fantástica, con una depresión profundísima. Era un pingajo que arrastraba los pies y casi babeaba. Te dolía comprobar que había llegado a ese estado por dejadez de los que vivían con él que, para colmo, eran de la sede de una delegación. No entendías que no cayeran en la cuenta de que aquel hombre se estaba deteriorando día a día física y psíquicamente. Intimaste con él porque, eso lo hacías siempre, en las excursiones de la convivencia esperabas a ver quién era el que no se apuntaba a ningún plan y te ofrecías a salir con él y distraerle. Le acompañaste a un telesilla y subisteis a no sé donde. Le hiciste una foto.



Hay que tener cojones para hacer lo que hiciste. Enviaste esa foto a la Comisión, al Vicario regional, y le escribiste en el dorso “¿cómo hemos llegado a esto?”. Te contestó diciendo que don Tal era un tesoro y que se le estaba cuidando mucho y que le encomendaras y que te encomendaban y que él te encomendaba. Volviste a responder a vuelta de correo diciendo que sí, que ya sabías que era un tesoro, pero que no hacía falta, por negligencia, que acabáramos todos siendo unos tesoros. No te contestaron hasta dos años más tarde –eso es memoria– que te escribió uno de parte del Vicario comunicándote que, felizmente, el numerario ya estaba totalmente recuperado.



Tú era así. Te rebelabas y la armabas. En realidad hablabas en espejo... a ti te sucedió casi lo mismo y creo que no sólo defendías al débil, sino tu propia experiencia.



En el centro, yo dormía en tu habitación y me llamó la atención un artilugio de color naranja, una especie de periscopio muy grande, que tenías apoyado en la pared. Te pregunté que qué era aquello. Me contestaste que era una parte de un barco que llevabas siempre contigo desde hace muchos años y que lo pensabas dejar en el centro donde hubieses sido feliz. Hasta entonces no lo habías podido dejar en ninguno. Te pregunté si en el que estabas lo dejarías y contestaste “no”. Y punto.



Desde luego en ese centro, cuando llegué, tenías un subdirector, un numerario mayor, muy pagado de sí mismo, que le tenían, y se tenía, por genio. Un tipo autoritario, nada flexible y con un ego de aquí a Andrómeda... vamos, de los que a ti te ponían. Además era un don sabelotodo, especialmente del Apocalipsis, apariciones de la Virgen  y todo tipo de profecías extrañas. Y una semana antes tuvisteis una de película: el tío te aseguró que tu no te morirías en el opus dei porque no cumplías todas las normas, porque hacías lo que te petaba y, además, eras un díscolo. Tú no te quedaste callado y, claro, se armó.



Me lo contaste y dijiste “pobre; le costará sacar la pata”. Y le costó. Pero diez día después apareció en el hospital. Cada uno tiene su manera de pedir perdón y la suya fue acompañarte durante noches, en silencio, y olvidar lo dicho. El profeta asistió a tu entierro y se la envainó.



Y es que las montabas del treinta y tres, como cuando te dio por comer de pie en el comedor “porque estabas en familia y en su casa uno come como quiere”... eras asín.



Tu hermano, un hombre de prestigio e ideológicamente en las antípodas de ti, no dejó de visitarte ni un solo día, con su mujer y tus sobrinas. Tu otro hermano, más en las antípodas si cabe de tu forma de pensar y de ser, con el que no os hablabais desde hace años, vino a visitarte de muy lejos y comenzasteis a hablar de cosas que os pudieran unir. Y también modos de pedir perdón, tender puentes, olvidar. Y tu madre que, sin que os dierais cuenta, era la más fuerte, la que os anudaba a todos sobre el mismo haz. Tu madre cogiéndote la mano, callada, mirándote. Y tú dejándote. Sintiendo el amor. Y sorprendido. Muchas veces una persona  confía aún en la humanidad porque aún confía en un hombre o en una mujer. Tu madre era una de esas personas que hacen este mundo algo amable y cordial, un mundo en que aún se puede confiar.



Poco a poco, te dejaste querer por todos, por Dios también. Por eso me atreví a darte un beso aquella noche y, desde entonces, todos los días. ¡Qué paz había en esa habitación cuando nos quedábamos en silencio los dos!: tú con los ojos cerrados, sufriendo y soñándote el mar, lugares que conociste, gente que guardabas en tu corazón, rezando. Y yo contemplando tu dolor.



¡Qué recuerdos!. La habitación era doble y cada semana nos acompañaba un enfermo y nos lo pasábamos en grande. ¿Te acuerdas de aquel chaval con síndrome de Down que jugaba constantemente con una paleta de ping pong y una bolita atada a la misma. Día y noche dándole –catacloc, catacloc- y tú , estabas en tu peor fase, disfrutando de esa criatura. Esperpéntico el día que tuviste una visita institucional del Director del Hospital junto al presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y el chaval no paró de dar  la murga con la pelotita y dando unos alaridos inenarrables mientras se daba mangazos con la paleta de ping pong en la cara.



Las tertulias con las enfermeras y todo tipo de personal que aparecía por allí, como el grupo de investigadores de Montpellier que vinieron ex profeso a despedirse de ti -¡qué lloreras!– , y cuánto te quería esa gente.



O el día que te llamó desde un barco, estaba en China, otro colaborador, -no te lo esperabas. Colgaste y llorando me dijiste “anda, vete a dar una vuelta”. O el americano que te ofrecía todo para que pasaras tus últimos días con él.



La verdad es que eras un tío muy importante en lo tuyo. Y eso a mi me impresionaba porque no se notaba. Yo soy la mitad de importante que tú y, vamos, lo saben hasta en las Cambimbas.



Una tarde apareció un hombre que dijo no conocerte. Contó  que era supernumerario y su mujer había tenido la misma enfermedad que tú, y la había tratado el mismo equipo médico y en el mismo hospital. Le invitaste a sentarse.



-         ¡Cuéntame! –le dijiste.

-         Pues aquí estuvo también mi mujer y le trataron de maravilla...

-         ¿Cuánto estuvo? –le interrumpiste.

-         Pues unos meses, luego el doctor la envió a casa...

-         Y ¿cómo está ahora?

-         Murió...



Nos quedamos helados tú y yo. Tú, lo mismo que yo, pensabas, por cómo lo contaba, que era una historia con un final feliz... y el jarro de agua fría fue colosal. El hombre se percató de la reacción tuya, tu cara le escuchaba sonriente, esperanzada , y el latigazo de la muerte de aquella mujer se reflejó en tu gesto. Él se disculpó balbuceando y llorando. Te arrodillaste delante de él, le besaste las manos y le susurrabas “no pasa nada, no pasa nada. Tu mujer está en el Cielo, muy cerca de ti, y no pasa nada”.



Pasaron por esa habitación todo tipo de gente y de condiciones muy variadas, aunque tú tenías una especialísima querencia por los agregados –tu labor de muchos años. ¿Te acuerdas cuando vino a visitarte el numerario gentleman, de americana azul cruzada, escudo y pañuelo en el bolsillo superior, pantalón de franela gris, sebagos impecables, gomina sobre pelo de ala de paloma, perfumado todo su ser y un anillo en su mano izquierda con un piedro de Cardenal Florentino... y le ofrece una estampa de San Josemaría a la enfermera que le miraba admirada de ver un tipo así, todo un “Almirante de la Sexta Flota” (como le dijo a otra enfermera), y ella le dijo “¡ay, no!, yo no puedo servir para lo de ustedes por que soy una pobre mujer”. Y el Petronio, muy serio, le contestó: “señora, yo también soy pobre”. Nos miramos los dos y pensamos lo mismo... pero no estábamos para darle un gorrazo y enviarlo e freír espárragos.



Fuiste madurando.



Veías el océano en tus sueños, mientras esperabas el final. Me comentaste que veías el océano como el Corazón misericordioso de Dios, sumergido en Él, y a mí me parecía que ese océano era el tuyo. Dios lo tiene aún más grande. ¡¡¡Cuántas veces me hiciste repetir ese punto de la estación del Vía Crucis que dice que cuando veas un crucifijo, si te saltan las lágrimas, no las reprimas...!!!”, y me hacías una señal con el dedo como pidiendo que lo volviera a leer otra vez, y otra, y otra, y otra... ¡Qué pena nos dábamos los dos, tan solos!.



Un día me comunicaron que ya tenía destino y que saliera al día siguiente. Me dolió. Me dolió muchísimo no poder acompañarte hasta el final después de tantos días y noches  junto a ti, tan intensos. Te lo dije.



-         Valladolid...En esa ciudad  hace mucho frío -comentaste. No te veo allí. Tienes que ir a sitios más calientes.



Los dos sabíamos que se obedece a la primera y sin rechistar y que esa sería nuestra última entrevista. Fue una despedida breve y poco sentimental, me costó más con tu madre, con tu hermano y con las enfermeras  –que no entendían nada, pero nos adoraban (un día me dijiste “ten cuidado que como sigas así te cambian de destino antes de tiempo”, y es que el trato era, tantas horas de compañía, como muy divertido y con eso que llaman “familiariedades”: un día, delante del director de la delegación, entró una enfermera y me tira el tapón de una jeringuilla en plan graciosilla y diciendo “¡¡¡guerra a Susoooooo!!!”. La mirada del dire al de san Miguel fue de “toma nota, chááácho, que este nos la arma aquí...”).



Me llamaste en Navidad, unas semanas antes de tu fallecimiento. “¿Hace frío?”. Te dije que sí. Con lo que a ti te gustaba hablar así como en código, ahora me pregunto si no te referirías a otro tipo de frío...



Semanas después me comunicaron tu muerte. Era media tarde. No fui ni al oratorio. En mi habitación comencé a llorar como un niño. No fui a cenar –seguía llorando-, y el director –de los que de verdad te hubiese gustado conocer y le hubieses regalado el cacharro de hierro- vino a buscarme. Se quedó helado cuando me vio llorando. “Vamos a pasear”, me dijo.



Aquella noche le conté toda tu vida, nuestro mes en el Hospital. Regresamos con cuatro o cinco Jacks Daniels en el cuerpo, a las cuatro de la mañana, zigzagueando por el paseo de Zorrilla  hasta el centro .



Me acuerdo con frecuencia de ti. Ya no hace frío, Jaume.