En la ópera “El progreso del
libertino” de Stravinski uno de los personajes,Shadow, el diablo,
ofrece a Tom un consejo para alcanzar el éxito: «La atolondrada
multitud se ve empujada por el imprevisible 'tengo que' de sus
placeres. Y los pocos que son sensatos están atados por el
inflexible 'debería' de su obligación. Son dos servidumbres entre
las que no hay nada que elegir. ¿Te gustaría ser feliz? Aprende
entonces a actuar libremente. ¿Te gustaría actuar libremente?
Aprende entonces a ignorar a esos gemelos tiranos del apetito y la
conciencia».
Dominar el apetito y la conciencia
parece un buen consejo, pero es Lucifer quien lo receta, el padre de
la mentira.
Conozco individuos que han conseguido
embridar ambos, y son terribles. Al final, ni sienten pasiones, ni
tienen principios. Los distintos escenarios en los que de desenvuelve
su vida no son sino expedientes del destino que le permiten
reafirmarse en su condición de servidor feliz de los
acontecimientos.
Un ejemplo es Rajoy.. ¿Por qué Rajoy
no sale de su rutina de las manipulaciones pequeñas ni siquiera
cuando el escenario se hunde bajo sus pies? Es verdad que ha
conseguido llevarnos una vez más del ronzal en el trayecto que va
del engaño al desengaño con los asuntos de la crisis, pero aunque
tal vez ese viaje haya servido para salvar varias situaciones límite,
así no se resuelven los males de este país llamado Paña.
Este tío posee una inusual capacidad
de mantener a raya sus pasiones y sus principios (que ya hemos visto
que no tiene). O sea, a «esos gemelos tiranos». Es un mármol
sonriente del género de quienes ni sienten ni padecen, y
desempeña un especial dominio sobre sus emociones y practica una
gimnasia moral de fino torsionista consistente en amoldar siempre
las convicciones al contorno de las conveniencias.
A lo primero le ayuda la afable
pachorra y, a lo segundo, una endeble base intelectual que abarca
espacios muy contradictorios entre sí...todavía hay quien piensa
que hará algo para regularizar el aborto, o en su lucha contra ETA.
Este hombre ha resultado ser una
calamidad. En tiempos de bonanza no lo hubiese hecho mal, pero en la
tormenta está llevando el barco a las piedras.