Ese amigo de la infancia que subía contigo en la trabuca del tranvía en Zaragoza ha perdido el nombre. Era un niño flaco, hijo de un fotógrafo . Después fuimos monaguillos en la parroquia de santa Engracia.
Al fondo se ve el retablo de la Parroquia y tú en la fotografía estás con él vestidos con un alba blanca . Íbamos siempre juntos, gamberreando aquellos días claros de la adolescencia . Pero ese chaval de aquellos años , que te servía de escudero, desapareció muy pronto y hoy ignoras cómo se llamaba aunque él entonces habría dado la vida por ti.
Y yo por él.
Yo estudiaba en Jesuitas, él en Corazonistas
En otra página del álbum eres un joven en una mañana en la plaza del Santuario de Torreciudad . Sonrío a la cámara. Era un joven dispuesto a entregar mi vida entera por un gran ideal.
En otra instantánea salgo entre un grupo en una maravillosa excursión a Goriz . ¡Gran día!. Aunque la mayoría olvidó esa madrugada de nata.
En esos días descubrí el amor . Fue algo muy atormentado. Hoy me parece muy hermoso. Y, aunque lo viví como una mentira, estaba muy cerca de la pureza y de la ingenuidad.
Después apareces vestido de mafioso en compañía de un colega a quien quería mucho. . ¿Qué habrá sido de él? Le gustaba mucho el teatro y tenía una imaginación maravillosa.
La tarde huele a paja quemada y llueve mientras voy pasando las hojas de un álbum cuyas imágenes son humo de la memoria. En él hay múltiples figuras evanescentes que un día quedaron atrás, si bien esa gente te regaló por un momento parte de su alma sin pedirte nada.
Me da pena comprobar que en mi álbum de fotos no hay casi ni un rostro de mujer.
La marea nos ha arrastrado a distintas playas, ninguno ha cumplido sus sueños, pero cada uno de ellos se cruzó en mi vida por azar y durante un tiempo me acompañaron en la travesía de los placeres y las desdichas.
Al cerrar el álbum de fotos piensas que todos los amigos que has tenido son el mismo. Su rostro está dentro de ti desde la infancia. Es aquel niño sin nombre que jugaba contigo en el Cabezo de Zaragoza .