miércoles, 24 de abril de 2013

BOLERO

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Éste que hoy dedicamos la entrada era el tío más embustero que he conocido jamás. No se puede predicar de él que fuera mentiroso, porque nada de lo que contaba obedecía a la realidad. Fabulaba y se creía sus propias trolas

Por ejemplo, había participado en varias expediciones con Cousteau. Eran tan prolijos y detallados los distintos destinos con él, las horas buceando, las tertulias en francachelas con “Jackes” (¡encima le llamaba Jackes!)...¡y colaba!

Oirle escuchar como estuvo encerrado en una jaula bajo el mar filmando un tiburón blanco, ponía los pelos de punuta. Incluso los de los nudillos (los que tengan vello en los dátiles).

A mi, la verdad, ya me la endilgaron una vez con que Adán, cuando vio la primera mierda que cagó, pensó que era el barro con el que le hizo Dios, que se le había caído, como desprendido, no se sabe cómo, y no se sabe de dónde, pues imaginaos este tío como me las tragaba. Yo lo miraba como alguien muy principal, con mucha vida, con crustáceos en el casco.

Con el tiempo descubrías que todo en ese hombre era anacrónico. Algo allí no funcionaba. Como si vas a hacer de cuerpo en el Negresco, o en el Waldorf Astoria, o en el Vaticano, y te encuentras en el inodoro una cuerda para tirar la cadena, el corcho del wc al aire, porque no tiene tapa que lo cubra, el papel higiénico enrollado en un alambre, y restos secos de...de...¡de barro caído!

Un día contó que había pasado el verano en las olimpiadas de Barcelona como ayudante del equipo ruso de balonmano. La razón era que alguien de la federación, que era primo suyo, o que habían estudiado juntos, o que vaya saber qué, le había enchufado.

- ¡Vaya tíos!, ¡unas juergas!, ¡una marcha!.Un día los tíos me pidieron si les podía facilitar una salida para escapar con unas jugadoras de voleybol cubanas...¡cómo lo pasamos!...¡y, oye, las cubanas, insaciables!,¡unos culos prietos prietos!, ¡negros, negros!

Y allí la peña que le escuchaba , salivando con las cubanas. ¡Más barro primordial!

Lo despidieron ipsofacto trium puerorum un tarde a eso de las cuatro.

Después de comer los profesores íbamos a una salita a tomar café. Aquel día estábamos cuatro. Nuestro hombre pensó que éramos de confianza y que podría tirarse a la piscina con una de las suyas...

- Ayer me cepillé a la madre de fulanito- dijo estirado en el sofá.

La madre de fulanito era como un termómetro con fiebre. Con fiebre para los que la veían. Y el tío sabía bien lo que estaba diciendo, porque esa mujer era oscuro objeto del deseo en ese colegio (para los que tienen oscuros objetos de deseos). A mi, si tengo que decirlo, me subía la temperatura, cierto, pero me pasaba como de niño la primera vez que mi madre me puso el termómetro bien fuerte en la axila y me dijo “¡no te lo quites hasta que yo te lo diga!”...y se fue a sus cosas.

Mi madre me lo dijo tan así, que yo apretaba y apretaba el sobaco , no vaya a ser que el termómetro se cayera y explotara en mis pies y saltase por los aires. Y yo calladico.

Hasta que al cabo de una hora pasó por la habitación y me dice “¿pero qué haces allí?”.

-  Esperando a que me quites el termómetro.

Pues eso me pasaba con esa mujer.

Me fui de vareta.

Y contó el baranda que al llevar al chavalín a su casa después de un partido de fútbol, la madre le invitó a merendar y...”¡oye, encima de la mesa de la cocina!”.

Nadie le creyó, porque ya sabíamos de qué pié cojeaba...¿nadie?...alguien sí, porque fue a dirección escandalizado y lo contó.

Fue la última vez que lo vi.
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Dentro de un tiempo - se avisará previamente- el Barullo en la herida quedará en órbita en la bogosfera, como chatarra sideral.

Se dará razón del cambio en próximas entradas.

Nos podremos encontrar en "El Barullo"
AQUÍ que, de momento, compartirá entrada hasta que despegue  .Todo seguirá igual.

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