Somos mamíferos de talla media, no corremos muy rápido, no nadamos muy bien, no podemos volar… Lo que nos hace especiales es lo que podemos hacer unidos. Lo que hacemos juntos. Y, a pesar de lo que podáis leer en las noticias, los seres humanos son, de lejos, los campeones del mundo en amabilidad, colaboración y unidad.
Viví en un centro donde había muy mal ambiente. Éramos ocho, pero tres de ellos se llevaban muy mal. Las tertulias eran un follón y no se ponían de acuerdo en nada. Pero no era solo eso, parecía que no podían entenderse, como si no se gustasen. A veces incluso parecía que se odiaban.
Se lo comenté al que organizaba la distribución de las personas de los centros en la ciudad y me contestó:
- El grado de incompatibilidades en los centros está saturadísimo: si muevo a uno se lía la mundial.
- Envía a uno a otra ciudad.
- ¡ Ja!, en cada ciudad ya están sus tres incompatibles. Parezco el chino ése que va girando platos y platos, y corre a darle muñeca a uno que parece va a caer, y luego a otro, y después a otro...
- ¡Pero un día alguno se caerá!
- Aquí sólo se cae cuando se mueren.
Y, aun así hoy sé que, lo digo sinceramente, que eran personas en encantadoras. Pero incompatibles.
Vivía en un mundo- a veces parecía un corral- donde , en teoría sabíamos que yo los quería y ellos me querían a mí. No estoy diciendo que fuese fácil, pero muchas veces pienso que al dejar la opus me desprendí de amores y fraternidades institucionales. Y no hay nada menos institucional que el amor.
Si dos personas no están de acuerdo o son diferentes no implica que ninguna de las dos esté equivocada ni, por supuesto, que ninguna de las dos sea mala. Pero cuando una persona es institucional: perteneces a un partido, o a una secta, o a un club de fútbol, o tienes una doctrina que seguir, entonces todo se complica.
Puedes estudiar la felicidad y ser muy infeliz. Puedes estudiar la meditación y estar muy estresado. Y puedes estudiar la bondad humana y ser muy cínico. Probablemente la persona más cínica que he conocido en mi vida era muyyyyy buena persona. Tenía una cara b que daba mucho miedo.
Cuando le hablabas de alguien amigo tuyo te preguntaba:
- ¿En qué trabaja?, ¿ cuánto dinero gana?, ¿ es familia de los X?
Era gente con clichés. Hace unos días me preguntaban, con toda seriedad, si mi doctora era latinoamericana.
- ¿Y eso qué importa?
- Es que ahora en España todas son sudamericanas.
- Gallega. Pura cepa.
Durante mucho tiempo no juzgaba , pero comencé a desconfiar de gente así. Porque me he dado cuenta de que no todos sienten lo que otros sienten. Eso se llama "compasión". Por ejemplo, este del que hablo, el de las médicas sudamericanas , es votante de VOX . Y ese tipo de ser humano siempre preguntará ese tipo de cosas, aparentemente inocuas, pero venenosas. Y el tipo es majísimo.
Después he aprendido que esta ganadería humana que odia a todo tipo de personas - están en muchos sitios- a los que más odian es a sí mismos. Son personas profundamente rotas.
Para mi , el mayor síntoma que veo en las vidas de esta gente rota es la incapacidad de confiar. Porque confiar, es permitirse ser vulnerable porque confiamos en que la otra persona va a estar ahí para nosotros. A mi no me importa que me vean vulnerable, herido, caído, o frágil.
Y los rotos no quieren ser vistos así.