Cada semana una de mis hermanas envía al watsap familiar fotos de los nietos. Y uno no deja de asombrarse del paso del tiempo: “Pero ¡cómo! ¡Si parece que era ayer cuando mi sobrino era aún un chaval con pantalón corto y, ahora, míralo , hecho todo un padre con sus tres hijas!
Yo creo que el tiempo no es nuestro elemento natural. El tiempo lo inventamos los hombres para medir los años, los meses, los días. Para poder decir "ayer", " hoy", "mañana", "vacaciones", " vuelta al trabajo".
Es san Pablo el que dijo eso de que en Dios nos movemos, existimos, y somos. Allí no hay tiempo. ¿Es posible imaginar a un pez que se asombre de que el agua moje? Ese es su ambiente. Nuestra verdadera patria es la eternidad; nosotros no somos más que viajeros de paso en el tiempo.
Hay una sentencia de William Blake que dice : La Eternidad está enamorada de las obras del tiempo.
Es como si la eternidad se pasmara viendo la de cosas que hacemos durante el tiempo que vivimos: ese tiempo en donde el hombre construye catedrales como la de León, o Burgos, pinta la Capilla Sixtina o componga cantatas como Bach, o escriba al amor sonetos y obras que estremecen el alma enamorada.
También es cierto que ideamos cosas terribles. Estamos a medio cocer y somos muy hijos de puta. Resulta fascinante abrir la caja craneal del poder, de la vanidad, del orgullo, del sexo y contemplar lo que se cuece en esas cabecitas.
Y luego estamos los del montón, esos que somos un roto para un descosido.
Estamos de paso. Y alguien nos ama como somos.
De vuelta de vacaciones acabo de leer lo de tu diagnóstico. Sólo quiero darte un abrazote enorme y desearte que sigas viviendo tan a gusto como parecías cuando nos encontramos en Caldas haciendo el camino portugués.
ResponderEliminar¡Gracias, amigo!
EliminarEntonces, en aquella conversación, ya estaba jodido. ¡ Pero la ventaja de este mi cáncer es que no duele!
Le pregunté al oncólogo "¿ cuándo empezará el dolor, doctor?".
- De momento, por donde está el tumor , es asintomático. No tiene por qué doler.
Pero, si me duele, no lo dude, me quejaré: soy muy hipocondríaco.
Muchas gracias.
Sí que estamos de paso, sí.
ResponderEliminarEste fin de semana he visto una serie documental sobre la ruta de la seda. La cantidad de culturas que han desaparecido.
Solo quedan restos en los museos: un collar de conchas viejo, un vaso gastado del que bebían, algún utensilio como un cuchillo gastado.
A ver si dentro de siglos nos ponen a nosotros en un mueso porque hayamos desaparecido: una lata de cerveza oxidada (de aquí bebían), trozos de una VISA (con esto pagaban), un condón usado (los muy guarros)... mejor no sigo.
No demos nada por garantizado, que igual desaparecemos como todas esas antiguas culturas.
Todo lo que vemos un día desaparecerá. Seguro.
EliminarJodó, qué profundo.
EliminarHace unos días, en la entrada “Volver a empezar”, salió el tema del desapego de las cosas terrenas, y confesé mi irracional actividad de hámster. A raíz de la entrada de hoy, Sanyi vuelve a plantear la cuestión de lo que queda después de la muerte, y concluye que “…solo quedan restos en los museos”.
ResponderEliminarSi bien es cierto que acumular cosas sin sentido, como un hámster, resulta absurdo, también es cierto que existen herencias humanas —en el campo de las ideas, de la ejemplaridad de vida, de la música, de las obras de arte, e incluso de muchas cosas materiales como la rueda o el vino— que poseen una dimensión que podríamos llamar “eterna”. Quizás no en el sentido estricto de la palabra, pero sí en cuanto están destinadas a alegrar, ayudar, dar sentido a la vida o ser útiles a este mundo mientras haya seres humanos sobre la tierra.
Hay autores que, incluso fuera de la tradición cristiana o religiosa —porque no creen en un Dios providente ni en la inmortalidad del alma—, han reconocido el valor, la importancia y la trascendencia de la poesía, del arte y de una vida virtuosa. Aunque esa visión tenga límites para un cristiano, resulta muy interesante, ya que ayuda a valorar la dimensión espiritual del arte desde una perspectiva laica que, contrariamente a la intención de sus autores, puede acercar a Dios.
Un buen ejemplo es el del poeta Ugo Foscolo, quien escribió su poema I Sepolcri ("Los Sepulcros") durante la ocupación napoleónica de Italia, a raíz de una ley que prohibía los entierros en iglesias y cementerios privados, obligando a usar cementerios públicos fuera de las ciudades.
En Los Sepulcros, Foscolo habla de las tumbas —no de cualquier tumba, sino de aquellas de quienes, con sus acciones valientes, virtuosas o artísticas, han dejado una huella— no solo como lugares físicos, sino como símbolos de memoria y transmisión de valores.
Las tumbas ayudan a mantener viva la memoria de los grandes hombres. A través de ellas, los muertos hablan a los vivos. Y cuando las tumbas son destruidas, es la poesía la que conserva esa memoria. Foscolo nos dice que la muerte, paradójicamente, da vida a la memoria. Emblemático es su verso: “Il sonno della morte accende i sepolcri” (“El sueño de la muerte enciende las tumbas”). El uso del verbo encender es aqui muy potente, ya que rompe con la imagen de la nada, del vacío y del frío frecuentemente asociados con la muerte y las tumbas y despierta en cambio sensaciones de luz, calor y emoción.
Desde una perspectiva cristiana, esto se potencia aún más: no solo es la memoria simbólica la que permanece, sino la comunión entre los vivos y los muertos, entre el tiempo y la eternidad. El arte, sin proponérselo, a menudo toca lo trascendente, y hasta un autor no creyente puede tropezar con lo sagrado.
Plas plas plas.
Eliminar"...... ¡Oh Muerte, Muerte, Muerte, tu la libertadora, en cada tumba abierta enciendes una aurora, una aurora que irradia promesas y esperanzas de otro mundo habitado a donde ya no alcanzas!."
Eliminar¡Grande, Scuff!
EliminarEl cristianismo aporta mucho, pero no todo, deja mucha gente en la cuneta. Debe haber otra religión que de más respuestas, más integradora, más convincente y compasiva, sin un Dios tan exigente ni tan represivo. El Cielo es algo demasiado grande para tan pocos escogidos.
ResponderEliminar(Léase el conjunto de la humanidad, que son más el 99 % de los seres humanos desde su existencia que no son, no han sido, ni serán)
Este tío me está empezando a tocar los cojones (no he insultado).
EliminarMe parece que no conoces al Dios cristiano
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