martes, 6 de noviembre de 2018

AL OÍDO DE UN AGONIZANTE.

Nunca se debería escribir ni una sola frase que no se pudiera susurrar al oído de un agonizante. 

Pues bien, eso es exactamente. La manera de escribir que a mí me gusta es exactamente esa. Todos nosotros somos personas  que agonizan.

Y ando la vida buscando esas extrañas compañías, de  la  gente doliente, el que sufre. Todos  alguna vez sentiremos el viático  de la  persona  que   se acerca a  darnos calor, amor, el  bálsamo  de una caricia, de una mirada, de  unas palabras. 

 En la  película  "El bar"  hay un monólogo de  un camarero que  se refiere al  personaje  de Carmen Machi.  Una  mujer ludópata ,solitaria, amargada. Uno de  los protagonistas   debe morir  para  que se salve el resto , y piensa  que nadie mejor  que ella  para  que  la  vida siga adelante.

- Ella  es  una  egoísta  que  sólo  piensa  en  que  le  toque  algo  en la  máquina tragaperras. Todos  los días  entra  en el bar  y  no saluda  a nadie. No  le  importa nada. Sólo  quiere  que le toque  el  gran premio . Vive  de  espaldas a todos. Todos los días igual. Entra, se  dirige  a la máquina  sin saludar, sin un buenos días. Es una pobre  mujer. Y, encima, no  le ha  tocado ningún premio. Si alguien  merece  morir es ella. Nadie  la  echará  de  menos.

La  mujer  acusa  el  golpe.

- ¿Sabes  por qué  doy  la  espalda?...porque  me  avergüenzo  de  mi misma.

En  el  interior  de muchas  personas  se escucha  el reproche  de esa  mujer  y   un  cierto sentido  de
culpa. Saint-Exupéry  lo puso  en boca de uno de sus personajes: "Quise una vida que no he comprendido muy bien, una vida no del todo fiel".

En  la  película  "El bar", que es  un exceso  más de Alex de  la  Iglesia,  al  final la  protagonista  va andando  semidesnuda por  una avenida de Madrid  , anónima, indiferente. Pero  ha habido  un cambio en ella: la aceptación de sí misma.

Allí  está la  clave  del dolor en muchas personas. No nos aceptamos  como somos. Y con la no aceptación, con el rechazo de lo que uno es, no sólo el sufrimiento personal está garantizado, sino también un cierto desprecio por los que nos rodean, y  eso aumenta  la presencia del dolor en el mundo.

Lo dijo  mejor  Kant : cuando una  persona tiene un por qué vivir, soporta cualquier cómo. 

Estamos rodeados de gente  que  ha pasado  infiernos, o que  vive  en ellos. Nosotros  mismos podemos estar en  uno , el de la enfermedad, el de la pobreza, el de la soledad, el del  odio, o el rencor...nosotros, sí, agonizando.







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