Misterio del ser humano es el lugar donde has nacido.
Parece que es uno , pero resulta que son muchos y de diferentes influencias e identidades.
Uno, por ejemplo, nació en la Clínica San Antonio, cerca del barrio de Lasierra Purroy, en Torrero, en Zaragoza. Y en Aragón. Y en España. Y en Europa. Y en el planeta Tierra.
Pero , además, soy de Barcelona, donde pasé diecisiete años. Y de Lérida. Y de Tarragona. Y de Valladolid, Y de Matilla de Arzón. Y de Tamahú, en Guatemala. Y ahora soy de Cuntis, Galicia.
Con los distintos lugares donde has nacido hay que tener mucho cuidado, porque algunos son sanos, no tienen especial conciencia de sí mismos y te permiten vivir en todas las direcciones, en libertad y respetando tu forma de pensar.
Oros son tóxicos. Exigen que te comportes con ellos como el muñeco del ventrílocuo y hasta pueden pedirte que les entregues tu vida.
Para distinguir tus lugares sanos de los tóxicos yo tengo un sistema que no falla: la bandera. Tus lugares tóxicos, aquellos donde existe una presión asfixiante , no para que vivas, sino para que pertenezcas y estés orgulloso de esa manera de hablar, de su bandera, y de sus signos.
Se caracterizan por sus grandes y numerosas banderas, siempre colocadas en un lugar muy visible, con el fin de apelar a tu monstruo irracional.
También son unos pesados. Muy plastas. Recuerdo al director de un colegio mayor de Barcelona , que es es que el tío era un sectario, que nos hacía catalanizar las letras de las canciones de tuna para epatar al Horinapla Pujol cuando íbamos a rondarle..."¡¡¡ mosite donam un clavell, donam un clavell de la teva boqueeee!!!"
Hay lugares sanos donde sucede justo lo contrario: ¿conoces la bandera de tu barrio o tu pueblo? ¿Has visto que la gente la coloque en sus balcones? ¿Has visto a alguien llorar por la bandera de las Naciones Unidas?
Los lugares sanos no necesitan presumir, no necesitan prevalecer, no necesitan uniformar: son lugares que no necesitan bandera.
Lo que no soporto es su victimismo.
Vivir rodeado de circunstancias inoportunas- siempre son “los demás” los culpables. Es también la excusa ideal que tienen para no abandonar su posición de víctima y manifestar permanentemente los síntomas de una victimitis con la que se acaban sintiendo de manera constante «jodidos, pero contentos».
“Si nos dejaran seríamos prósperos y ricos”. Y es cierto, sobre todo ellos, las cuatro familias que sostienen el cotarro (las mismas,¡qué casualidad!, que estaban en la pole con Franco).
Algunos de los síntomas más evidentes de la victimitis son la queja continua sobre la vida y los demás, la sensación de vivir como resultado de las circunstancias más que como generador de ellas, el uso frecuente ― a veces permanente― de los demás como muleta o paño de lágrimas, una visión dura y difícil de la vida (donde hay muchos más enemigos y amenazas que amigos y oportunidades) y la dificultad para experimentar placer, entre otras.
Dice un aforismo tibetano :"No hay situaciones desesperadas, sólo personas que se desesperan". Un nacionalista es un señor desesperado, inventando una situación desesperada, para tener la excusa perfecta para llevar a una muchedumbre a la desesperación.