viernes, 2 de marzo de 2018

SUSURRANDO AL OÍDO DE UN AGONIZANTE

Nunca se debería escribir ni una sola frase que no se pudiera susurrar al oído de un agonizante. 

Pues bien, eso es exactamente. La manera de escribir que a mí me gusta es exactamente esa. Todos nosotros somos personas  que agonizan.

Y ando la vida buscando esas extrañas compañías, de  la  gente  doliente, el que sufre.  Todos  alguna vez sentiremos el viático  de  la  persona  que   se  acerca a  darnos calor, amor, el  bálsamo  de  una caricia, de una mirada, de  unas  palabras. 

 En la  película  "El bar"  hay un monólogo de  un camarero que  se refiere  al  personaje  de  Carmen Machi.  Una  mujer  ludópata ,solitaria, amargada. Uno de  los  protagonistas   debe  morir  para  que se salve  el resto , y piensa  que nadie mejor  que ella    para  que  la  vida siga  adelante.

- Ella  es  una  egoísta  que  sólo  piensa  en  que  le  toque  algo  en  la  máquina  tragaperras. Todos  los días  entra  en el bar  y  no saluda  a  nadie. No  le  importa  nada. Sólo  quiere  que  le  toque  el  gran premio . Vive  de  espaldas a  todos. Todos los días  igual. Entra, se  dirige  a  la máquina  sin saludar, sin un buenos días. Es  una pobre  mujer. Y, encima, no  le ha  tocado  ningún premio. Si  alguien  merece  morir es ella. Nadie  la  echará  de  menos.

La  mujer  acusa  el  golpe.

- ¿Sabes  por qué  doy  la  espalda?...porque  me  avergüenzo  de  mi misma.

En  el  interior  de  muchas  personas  se  escucha  el reproche  de  esa  mujer  y   un  cierto  sentido  de culpa. Saint-Exupéry  lo  puso  en boca de uno de sus personajes: "Quise una vida que no he comprendido muy bien, una vida no del todo fiel".

En  la  película  "El bar", que es  un exceso  más de Alex de  la  Iglesia,  al  final la  protagonista  va andando  semidesnuda  por  una avenida de Madrid  , anónima, indiferente. Pero  ha  habido  un cambio en ella: la aceptación de sí misma.

Allí  está la  clave  del dolor en muchas  personas. No nos aceptamos  como somos. Y con la no aceptación, con el rechazo de lo que uno es, no sólo el sufrimiento personal está garantizado, sino también un cierto desprecio por los que nos rodean, y  eso  aumenta  la presencia del dolor en el mundo.

Lo dijo  mejor  Kant :  cuando una  persona  tiene un por qué vivir, soporta cualquier cómo. 


Estamos rodeados de  gente  que  ha pasado  infiernos, o que  vive  en ellos. Nosotros  mismos  podemos estar en  uno , el de la enfermedad, el de la pobreza, el de la soledad, el del  odio, o el rencor...nosotros, sí, agonizando.


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