En un poblado indio...
Hacían el culto todas las tardes pero había un gato que molestaba. Y entonces el sacerdote ordenó que lo ataran a la puerta del templo para que dejara de molestar.
Pasó el tiempo. El gato se murió y la siguiente generación de creyentes compró un gato y lo ató a las puertas del templo, y siguieron otras generaciones con la tradición del gato atado a la puerta... Y así un año y otro y otro hasta que , derrepenete, depronoto, comenzaron a escribir doctos tratados sobre la importancia de tener un gato ataviado a las puertas del templo, de lo sagrado del gato en la vida de la Iglesia .
Incluso hubo quién realizó un doctorado sobre " la Eucaristía y el Gato, una esencia litúrgica de la inmanencia en tanti contri inmanencia ". En la Juan Carlos I hay un máster en " Teología del Miau"
No es coña , es lo que nos ha pasado a muchas personas mal formadas, infantiles, histéricas: que tenemos muchos gatos atados en la conciencia.
Uno, que tiene una gatada muy principal, aún los va matando cada vez que se planta delante con una gilipollez ...¡ y tengo 60 tacos!
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