Uno, que es un sentimental empedernido, se recrea en las vidas que ha tenido, que son muchas.
Le doy muchas vueltas a los amores que ,la verdad, o fueron, o no, o parecieron algo , o me los inventé . ¡Qué más da!: a uno le gustarían que vuelvan a suceder otra vez para regresar al lugar de los primeros deslumbramientos.
Esas vidas fueron entregas de vocaciones inventadas en el magín , las mías, que no son nada fáciles de explicar.
Tengo una fascinación, de bien pequeño, por esas mujeres heridas que no saben qué hacer con su propio corazón. Muchas de mis ensoñaciones de adolescencia tenían como protagonistas a chicas muy guapas, muy tímidas, muy inseguras, que uno salvaba de morir atropelladas por un autobús, o arroyadas por un tren , o salvadas gracias a una transfusión de sangre a última hora ...casualmente debida a mi donación generosa . Siempre era yo el que moría por salvar a la chica de nis sueños.
Mi imaginación sentimental está poblada de mujeres de una belleza triste que son redimidas, sin saberlo ellas, por un panoli como yo. No sé cuant@s entenderán esta entrada.
Y la belleza casi siempre era afligida y blue . Todos mis guiones eran muy tristes. Y así,ellas iban tan felices y tan contentas por la calle, rodeadas de admiradores, mientras un pobre pringado la admiraba en secreto. Yo.
Yo era un fracasado, desvalido, sin mérito. Más o menos como esos seres heridos de los cuentos que cuanto más terribles son las pruebas que tienen que afrontar se vuelven más adorables y resplandecientes. Pero sigues siendo un pringado.
Todas mis películas terminaban igual. Moría por ella sin que se percatase de mi generosa entrega.
Después crecí y los sueños más o menos se cumplieron. Podía llamarse Matilde, María José, Carlota, Carmen, Manuela, o Ana...al final el muerto era yo.
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