jueves, 16 de agosto de 2018

LAS COSAS PERDIDAS BUSCAN A SU DUEÑO

Dicen que las cosas perdidas  buscan a su dueño. Me gusta pensar que encuentro esas pequeñas cosas cuando paseo por la ciudad y ves unas   flores  sencillas  que están allí, solas, como perdidas sin ser reconocidas, y  siguen abriéndose fértiles al gozo de vivir sin prudencia alguna.



¡Qué sorpresa entonces al reconocernos!




Las cosas pequeñas, las cosas perdidas que no tienen valor para nadie salvo para Dios –una hierba loca que se abre paso en la acera de la ciudad infinita, una mota de polvo, la tristeza de los pobres que se oculta en ropajes de aluvión. Me gusta rumiar la primera ensimismación de la mañana que me sorprende  en el reflejo de un charco, o  de unas  nubes que se asoman a los cristales de un edificio, o en unos caramelos envueltos en celofán verde.




Me gusta hacer el esfuerzo de pensar en lo que está ante ti, no olvidar ni un segundo que esa persona anónima que está sentada dormitando delante de ti en los ferrocarriles  viene de otro sitio, que sus gustos, sus pensamientos o sus gestos han sido formados por una larga historia, poblada por muchas cosas y por otras personas que tú nunca conocerás.




Tal vez esa persona también está perdida, como tú y yo a veces, pero  esa sintonía te conduce al gozo mayor que exista: amar al que está delante de ti, amarlo por ser como es, un enigma -y no por ser lo que crees, lo que temes, lo que confías, lo que esperas, lo que buscas, lo que quieres.




¡Dios, cómo me gusta la vida!














1 comentario:

  1. Enmedio del hormiguero del metropolitano de Madrid me pregunta una señora mayor por la estación de Pijolandia.
    Era sudamericana y llevaba un enorme y pesado equipaje.
    Aquella señora era carne de cañón, una sirvienta que había dejado a su familia en ca Dios y se dirigía a Serrano para cocinar tortitas para los hijos de otros.
    ...
    Me hago la picha un lío con las obras y los horarios de las estaciones en obras.
    A tomar por saco la bicicleta.
    ...
    Señora, sígame que yo voy también a esa estación, le mentí.
    Cargo uno de los dos fardos que la buena mujer llevaba y nos vamos juntitos a buscar al puto General Serrano de las pelotas.
    ...
    Aquella madre me observa con atención mientras me pierdo mirando planos, avisos de cierre por obras veraniegas y demás mariconadas de un laberinto subterráneo.
    ...
    Tras equivocarme de dirección, de sentido, e incluso de hemisferio, encontramos la estación del señor general de los cojones.
    ...
    El Señor le bendiga.
    ...
    Lo más bonito que me han dicho este año.
    Con diferencia la frase más sincera de cuantas escuché en la serie de mentiras, calumnias y navajazos traperos que me han dirigido este año.
    ...

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