viernes, 3 de agosto de 2018

EL RÍO DE LA VIDA

Hace unos  días me envió un antiguo alumno instantáneas   de hace años. Son los demás,normalmente, quienes ven en nosotros el paso del  tiempo, pero observar estas  fotos ha sido como subir al puente que  cruza   mi río, y echar un vistazo a parte de  de  mi biografía.

Me gusta  mirar los álbumes de fotos familiares cuando  voy a casa de mi madre.

Veo  mi propia imagen de  niño, esos ojazos ávidos, la cara  recién lavada,  un diente partido, requetepeinado  por mi  madre.

Asciendo la corriente con la mirada desde lo alto del puente , y hay un chaval entre largos meandros y  aguas  algo sucias , empantanadas por  la  adolescencia, días  de  pan de  rana , cuando  no  hacía  más que mirarme continuamente  en el reflejo de las aguas, como un Narciso , intentando reconocerme.

Y llegan los días de corrientes y  aguas bravas, te afeitas   la pelusilla, te cambia  la voz, andas  desgarbado, granos  y  cosas  raras en la cara  y  en la imaginación, horas en  el   cuarto  de  baño.

El  río de  Heráclito discurre  sobre  tu piel, te bañas desnudo, sientes el salto de una cascada sobre una carne sudorosa que desprende tu aroma , joven, frescura  de juventud...amor,sexo, confusión,miedo, conciencia atormentada, pecado y santidad.

Cada  vez  que vuelves  a mirarte en esas  fotos entiendes  que  el tiempo sólo  es un  cambio de apariencia. Y sientes el dibujo  de  tus arrugas, esos kilos de más, las ojeras  marcadas . La expresión de  los ojos tampoco es la misma.

Bajo del  puente  y vuelvo al río. 

No sé en  qué orilla paré a  descansar y  alguien me habló de Dios, y del pecado, otros, río arriba ,me hablaron de entregarme, y después me profetizaron que todas  mis aguas estaban envenenadas, que nadie podría beber  nunca más de mi sin quedar infectado  para siempre.

No lo sé. Pero miro esas fotos de mi vida ,y pienso que  no  fui mala persona que , aunque cometí  todos  los pecados  , no  andaba lejos de la ingenuidad  y de  la inocencia. Sí, fui a las piedras muchas veces,y caí  por cataratas que  no supe  encauzar.

Es mi río, como tú  haces el tuyo. Y todos  con  un cauce  imprevisible. Unos largos, sinuosos, maravillosamente tranquilos.Otros  muy cortos,pero de una virulencia  y fertilidad asombrosa. En fin, cada uno  tiene su cauce ,su caudal, su recorrido.

No te preocupes por nada: hay quien su río lleva poca agua ,vive en la  esterilidad de  los climas secos, y quien lo tiene helado más de la mitad de sus días...pero eso no es culpa de nadie.

Al final , todos vamos al mismo Océano. 

Para Jaume Rucabado ,un hombre con cáncer terminal  que se soñaba inmerso en esas aguas, ese océano era el Corazón Misericordioso de Dios.

Para  mi también.

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