Pienso que la vida es buena, algo parecido a la confianza de los estoicos o de aquellos que piensan que en el fondo la vida tiene un sentido, que las cosas no son absurdas y que a pesar de las circunstancias, todo pasa para nuestro bien.
Por esa razón hay quien piensa que soy imbécil, y que me las dan con queso.
Y sí, me las dan con queso. No me importa.
Estoy aprendiendo a prestar mucha atención a todo el mundo en esta vida y sobre todo a aquellos que no creen en nada, a los desesperados. Esos que a veces tienen toda la razón, a aquellas personas a las que han arrancado el corazón.
Pienso que hasta el mismo fracaso en la vida libera un brillo , como el brillo nacarado de una perla, que se forma gracias a introducirse un cuerpo extraño en un molusco. Gracias a ese error se forma una maravilla de una iridiscencia fascinante.
Hay una gema blanca que se dirige a ti, si la percibes una vez es suficiente.
No la olvidas nunca.
Me gustaría no pensar como tú.
ResponderEliminarPero lo cierto es que aprendes más de las desgracias, putadones, zancadillas y mamporrazos, que de cualquier otra circunstancia.
Te levantas y piensas en lo cansino que resulta el método del mamporro.
Eficaz, pero agotador.
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Y entonces te das cuenta de algo en lo que no caes habitualmente.
Estas malas experiencias te sirven porque con el tiempo las has interiorizado y las has hecho tuyas.
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Te han esculpido como el cincel de Miguel Ángel con el pedrusco de mármol de Carrara.
A base de martillazos extrajo lo que sobraba, pues el escultor imaginó que dentro de la piedra había una gran figura bella.
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Miras tus cicatrices, tus heridas, tus peores recuerdos y sientes el torso martilleado con firmeza.
Y eso es lo que eres.
Depende de si fijas tu atención en el escombro que te rodea, o en el mármol blanco y nacarado que configura tu figura.
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Tienes el alma blanca porque la vida te martilleó los higadillos.
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Y hay que asumirlo.