Dickens , lo cuenta Orwell, en una carta al menor de sus hijos cerca del final de su vida, en 1868, le dice que nunca le atosigó en el pasado con formalismos religiosos y que, por eso, tal vez en ese momento haga más caso a la recomendación que le hace: «No abandones nunca la sana costumbre de rezar tus oraciones por la noche y por la mañana. Yo nunca he dejado de hacerlo, y sé el consuelo que procura».
Dos buenos consejos: no le atosigó con lo que ahora diríamos "rollos religiosos"...y , aprovechando que no le anduvo agobiando le pide que no abandone la costumbre de rezar sus oraciones por la noche y por la mañana.
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