- ¡Sopla fuerte!- me dice
Y con todas mis fuerzas , aspiro mirando al techo, echo un bufido nasal cerrando y apretando los ojos con violencia.
Y ella , simultáneamente, me dice "¡muy bien!" , sacude la nariz, me da un meneo, e introduce el pañuelo en el bolsillo.
Y ese recuerdo me hace feliz por un instante. Casi me hace bueno.
Benditas las madres que sabían hacer eso con tanta naturalidad, tanta soltura y tanto cariño.
ResponderEliminarEs el ejemplo perfecto de la sana despreocupación del que sabe que nada malo puede pasarle si su madre está cerca. Qué felicidad. Qué tiempos. Qué nostalgia. Qué pena no tenerla ya.
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