lunes, 25 de febrero de 2019

EMPOTRARSE

Cuando era pequeñito aprendí de seguida que significa la palabra “empotrado”. Fue en una clase que entonces llamaban “Gimnasia” y que ahora dicen “Educación física”. Impartía la asignatura  un tolay que se dedicaba a jorobar a los críos con una serie de ejercicios absurdos tales como levantar los brazos parriba a la vez que separabas las piernas de un saltito… eso, si lo haces cinco veces, pues bueno, pero no, el julai te lo hacía repetir quinientas veces. ¿Motivo?, ni pajolera idea, porque repitiendo ese ejercicio ni haces bola, ni se te endurece el culo, ni se te ponen los mollares cachas total. No servía para nada.

Otros ejercicios eran hacer el pino, dar cientos de vueltas al patio durante quince minutos , subir una cuerda o el terrible salto del potro. 

Allí fue donde supe qué es exactamente eso de “empotrarse”. Y es que el jambo colocaba un potro con forma de toro de Guisando al final de una pista y allá  a lo lejos una fila de críos absolutamente acojonados. El profe daba un golpe de silbato y allá que se iba zumbando un chaval dispuesto morir por la patria….¡¡¡fiusssssssssssss!!!, te apoyabas ¡¡¡y a volaaaaar!!!. 

Por lo general, mal que bien, quien más quien menos conseguía saltar. Hasta que le tocó el turno a Poyales. Poyales era el típico gordito con gafas. En todos los colegios hay muchos Poyales, así que no lo describiré. Y el profe va y le grita “¡¡¡Poyales, quítese las gafas!!!”. Y Poyales se quita las gafas. Y Poyales arranca la carrera con brío y decisión, a mitad de pista el chico ya va desfondando y sudando el Niágara, moqueando y jadeante llega al potro y… ¡¡¡ patapompompom!!!: a tomal pol saco el potro, a tomal pol saco Poyales… y a tomal pol saco los testículos de Poyales que se quedaron en la potro por siempre jamás.

Ya me gustaría saber cuántos gorditos no han podido tener hijos en su vida, y qué número de ellos saltaron el potro… seguro que son millones y millones.

Allí aprendí qué es eso de “empotrarse”. Y lo peor es que no te sucede en soledad, como cuando al levantarte de la cama para hacer pipí, por no encender la luz, te das con el dedo meñique del pie en la pata de la mesa y te pones a dar saltitos y a cagarte en todos tus muertos, por imbécil. 

No. Cuando te empotras lo ve todo el mundo.







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