Hubo un tiempo en que muchos caminos de mi vida llevaban a Viaró, un colegio donde trabajé años de mi juventud.
Allí, había un hombre bueno que se llamaba "señor Melero" . Era un exguadia civil , de fuerte acento andaluz, o extremeño , con uniforme gris y los ojos un poco dormilones que se ocultaban en unas gafas polarizadas .
Grandón y con apariencia de cascarrabias , pero un corazón oceánico . Ese hombre quería al colegio, los profesores, y alumnos con una fidelidad de perro.
La verdad es que estaba en todos los lados: en los Hexágonos, en el Edificio Central, en los comedores, en la estación de sant Joan...
Gruñía con un corazón paternal, y como todas las buenas personas que quieren ir al cielo miraba para otra parte cuando algún chaval era pillado en falta. No se le escapaba una.
Yo le sacaba de quicio: "si es que es peor que los críos", decía. Pero me quería bien.
No sé si era soltero, viudo, o casado, pero su vida era ese colegio, y a veces pienso que se cenaba su pan con lágrimas.
Nunca me he sentido mejor ni he sido más feliz que en aquellos días lejanos y azules de la juventud cuando era sólo un hombre con muchos sueños por cumplir; he quemado años de vida en ese espacio paseando por esas aulas, componiendo canciones absurdas y viendo pasar el universo por el ventanal, de los Hexágonos ,pero llegó un momento en que supe que Viaró también era una mala forma de envejecer y por eso, hace años, opté por bajarme en la primera parada y dejar que la nave se alejara en la niebla por Barcelona , río abajo.
El tiempo no ha desdibujado del todo los rostros que un día nos fueron familiares; las risas con los amigos han adquirido en la lejanía un sonido apelmazado ; los pasillos poblados de figuras que se multiplicaban en los espejos se han convertido en sombras
En medio de ese mundo que se ha ido desvaneciendo en el recuerdo, el Señor Melero me asalta hoy , vete a saber por qué.
El señor Melero murió ; se ha ido a otro colegio . Allí no hay nada que vigilar porque se puede fumar y todos los trenes llegan en punto a sant Joan. Pero la imagen de este hombre permanecerá reflejada para siempre en todos los cristales de las aulas de Viaró .
No son las grandes tragedias las que echan abajo las cajas del teatro de nuestra vida sino la muerte de algún amigo fiel que sin darnos cuenta era el paisaje de nuestra vida.
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