jueves, 3 de octubre de 2019

LA PELOTA.

A  veces  parecemos mascotas  al  servicio  de nuestras  propias  neurosis, que nos  gustaría  pensar que son  Dios. Pero  Dios no está allí.

Son las  creencias  que nos han impuesto.

Nos  entretenemos royendo un hueso  de plástico  que el amo  lanza  una  pelota y siempre se la devuelve  con la boca. Da  lo  mismo que la  mascota sea rebelde, apacible, nerviosa, o de esas que al llegar a casa le huelen los genitales  a  los invitados.

Si  te  han conseguido educar bien te dirán siéntate, y  te sentarás, dame  la patita, y te la darán, al suelo, y te irás al suelo.

Un  día  es posible  que caigas  en la cuenta  que no has hecho nada  por ti mismo, y que estás donde estás   porque  eres    una buena mascota.

No pasa nada: ese día lo único  que tendrás  que hacer es no ir tras  la pelota.


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