Hace unos días estuvieron en casa dos sobrinos con sus mujeres y sus hijos. Pasaron una semana juntas las dos familias.
Fue de maravillarse comprobar algo que ya sabía pero que la falta de costumbre hace que te olvides: los hijos pequeños son una carga muy pesada. Y no me extraña que en un mundo que no hace más que profetizar desastres biológicos, cambios climáticos apocalípticos, acceso a la vivienda terroríficos y angustiosos, la gente joven prefiera vivir el presente, disfrutar de la pequeña vida burguesa que ofrece la sociedad de bienestar, y que le den a los niños y la familia. Son una carga. Un coñazo. Mejor pasarlo bien con el yo, yo, yo y yo.
Como mucho, un perro.
Sin embargo, estas familias- cada una tiene tres hijas- no estaban programadas para eso. No son de nada, ni de nadie. Quiero decir que no pertenecen a ningún movimiento. Son personas que se enamoraron y se quisieron. Nada original. Y ahora no tienen más vida que la que les vincula a esos hijos que te obligan- a diario y constantemente- a vivir sólo y para ellos.
Porque ves que están todo el día sacrificándose por ellos y para ellos. Se dan y se dan y se dan- playa, ir a bañarse al río, y a comer a un sitio con parque cerca, subir a un mirador a ver atardecer....y llegar rotos a casa.
Y siempre con una de las hijas cargadas al hombro, o a caballito.
Y piensas " ¿ pero de dónde sacan más fuerzas?" - porque al día siguiente vuelven a empezar con otras aventuras. Y no es que sean de una pasta especial, o que tengan mucha paciencia. No es eso.
Esta gente está enamorada. Muy enamorada. Y lo que sí sé- estoy más que convencido, porque lo he vivido- es que estos días de tanta alegría, compañía y felicidad familiar quedarán grabadas para siempre en el alma de esos críos.
Lo que está sucediendo es que están sembrando.
No creo que esos padres, mis sobrinos , tengan virtudes naturales para hacer lo que hacen: paciencia, abnegación, entrega. No. Eso no va así. Sucede que disfrutan, lo pasan muy bien, la gozan.
Y es verdad que la convivencia no siempre es la mejor, y que tendrán sus días, y que habrá momentos que te comerías a tus propios hijos. Pero se les ve muy felices. Muy centrados. Y se ve a años luz el bien que les hace a los hijos tener hermanos y convivir.
Estos días también me acordé muchísimo de mis padres y mis hermanos, de lo felices que fuimos, de lo mucho que hay que agradecer tanto amor y tanta generosidad.
Bueno, lo que quiero decir es que presumo de sobrinos, y los llevo al Barullo para que luzcan y brillen.
Lo es. Es una carga muy pesada. No voy a andarme con moñeces de "luego te sientes tal y cual" porque no, porque lo único que sientes es cansancio.
ResponderEliminarHay que tener una convicción muy fuerte de que estás sembrando (ahí le has dao!) Yo siempre la he tenido.
¿Compensa? Compensa, pero dentro de muchos años. Tantos, que no lo haces porque compense. Casi no hay feedback, que le dicen ahora. Y llegada la adolescencia, el poco feedback que había transmuta muy malamente.
Sin el amor no hay modo.
En algún sitio leí que no existe tal cosa como la "fuerza de voluntad " Las cosas las haces, o por amor (que te gusta, que tienes pasión, ese rollo), o porque no te queda de otra (que te ves obligado, que sabes que si no lo haces es peor). El día que descubrí eso y verifiqué que sí, que todo era una variante de esas dos, cambió mucho mi visión de las cosas. No hay fuerza de voluntad. A fuerza de brazos sólo no se puede.
Estuve unos días por ahí con la familia. Veo que me perdí entradas interesantes.
McC
¡Habla la experiencia!
EliminarEspero hayas descansado. Se te echó de menos.
McC, suelo coincidir contigo —tu realismo me encanta, como cuando alguien se atreve a decir que el rey va desnudo—, y celebro que hayas vuelto a aparecer por aquí. Pero esta vez, aunque comparta el fondo de tu planteamiento, no termino de rendirme a tu tesis de que tertium non datur:
Eliminar“Las cosas las haces, o por amor (porque te gustan, porque tienes pasión, ese rollo), o porque no te queda otra (porque te ves obligado, porque sabes que si no lo haces es peor)… No hay fuerza de voluntad”.
Concedido: “a fuerza de brazos sólo no se puede”. Pero ¿de verdad no hay otra vía? Yo sigo pensando que existe un tercer camino, menos glamuroso, donde uno hace lo que juzga racionalmente justo aunque no le apasione y aunque nadie lo obligue.
No es una apología de la ética del deber en su versión kantiana más rancia, ni tampoco —para los que creen en la vida eterna— un pelagianismo musculoso. Es más bien lo que recordaba san Agustín: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. En versión laica: hay que arrimar el hombro, aunque al final sea la Gracia la que sostenga el andamio.
Porque hay épocas de auténtica intemperie espiritual, donde el corazón late en modo ahorro de energía y amor y pasión brillan por su ausencia. Y ahí, paradójicamente, lo único que queda es la seca terquedad de la voluntad y esa confianza en la misericordia divina.
Lo del impacto de los hijos en un matrimonio daría para mil entradas. A mí, agradecido de que Dios haya bendecido mi matrimonio con dos hijos, me hubiese gustado que alguien me explicara antes el terremoto que supone. Porque aquello es muy fuerte: todo lo idílico del enamoramiento, de la atención exclusiva de tu mujer para ti, se acaba de repente. Los hijos, con sus llantos, necesidades y problemas, reclaman toda la atención que antes tu pareja te dedicaba. He visto bastantes matrimonios naufragar por esta razón. Lo de que hay que tener una convicción muy fuerte de que estás sembrando es muy cierto. El amor es necesario. Pero también la fuerza de voluntad. Y, sobre todo, la Gracia.
Ya me esperaba yo algo así.
EliminarPorque yo también, cuando lo leí por primera vez, me fui ahí.
Pero luego fui examinando casos concretos. Me pasé días así, porque me llamó muchísimo la atención. Fue algo que me cambió, en su momento.
Al final llegué a la conclusión de que es cierto, y que todos los casos se remiten, de más cerca o de más lejos, a estos dos: o por amor (llámalo cariño, afición, pasión, que estás a gusto, placer, amistad, o directa y propiamente amor del bueno), o por necesidad (no me quedó más remedio, lo hago porque necesito dinero, no me queda de otra, me obligan, me lo mandan, si no me echan, lo hago para evitar males mayores...)
A veces no está tan claro: por ejemplo, hacer algo que te apetece cero, enseguida, sin dejarlo hasta el último momento. Obviamente no es porque te guste hacerlo, y tampoco te verás obligado hasta más adelante. Lo que te gusta es quitártelo de encima (opción a), o bien lo haces porque tienes experiencia de que si lo dejas es peor y quieres evitar perjuicios o pasar malos ratos (opción b).
Como dicen ahora los chavales "en mi cerebro" hacer lo que es justo aunque nadie te obligue ni tampoco te apasione, se acaba asociando a la a o a la b. O un poco de ambas.
Respecto a la aridez espiritual, que sí, que pasa, y con los chavales pasa mucho: los quieres, sabes que los quieres, pero esta temporadita está siendo dura... Pues no lo sientes todo el rato, ni mucho menos, a veces no lo sientes nada, y cuando son adolescentes se pone la cosa pero que muy difícil. Pero lo sabes. Así que elijo la a, aunque sea por pura gnoseología y los sentimientos maternales me los haya dejado en el otro bolso.
McC
McC, gracias por tu respuesta. Respeto tu posición aunque no esté de acuerdo. Existen muchos ejemplos célebres de personas que actuaron no por amor, ni porque les apeteciera, ni tampoco porque estuvieran obligadas, sino sencillamente porque lo consideraban justo. LSócrates, por ejemplo, eligió beber la cicuta en lugar de huir de la condena, convencido de que debía respetar las leyes de Atenas, incluso cuando éstas eran injustas con él. Antígona, en la tragedia de Sófocles, dio sepultura a su hermano a pesar de la prohibición del rey: no lo hizo por gusto ni por mandato, sino porque sentía que la justicia moral lo exigía. Rosa Parks, al negarse a ceder su asiento en un autobús segregado, no actuó por comodidad ni por conveniencia, sino para afirmar un principio de justicia. Oskar Schindler, durante la Segunda Guerra Mundial, arriesgó fortuna y vida para salvar a centenares de judíos, sin obtener beneficio alguno, sólo porque entendió que era lo correcto. Y Desmond Doss, curioso soldado sin armas, se lanzó bajo el fuego enemigo para rescatar a sus compañeros, movido únicamente por la convicción de que era lo justo.
EliminarA veces no actuamos por amor ni por obligación, sino porque lo justo lo exige. Sin aplausos, sin recompensas, y aun cuando no apetezca: ahí se mide la verdadera grandeza.
Suso, felicidades! No me extraña que presumas de unos sobrinos tan morrocotudos que viven una vida que merece la pena. No son de ningún movimiento, pero (viendo las dos fotos) mi "instinto" me dice que sí se han formado (si no todos/as, sí alguno/a de ellos/as) en el seno de un movimiento. No sé, puedo equivocarme, pero creo que no.
ResponderEliminarMejor no preguntes.
EliminarPor qué?
EliminarQue contesten ellos.
EliminarVaya, algo me dice que mi "instinto" la clavó :-)
EliminarPor cierto, qué guapetes todos. Vaya fotos más majas.
ResponderEliminarMcC
Cualquiera de las dos fotos servirían como portada de un número de HF.
ResponderEliminarMás bien de Cosmopolitan
Eliminar“Qué harta estoy de cuidar a los nietos de madre”.
ResponderEliminarComentario de estas vacaciones, en las redes.
Feliz familia, feliz día. Hoy hace sol, ya no sopla el cierzo.
Comenta mi socia que los padres están para cuidarlos...yo no me lo tomo a mal por que uno es de natural tranquilo y porque perro ladrador... Tiene mérito dejarse conquistar de esa manera. Abzo
ResponderEliminarSi Cormac McCarthy escribió
ResponderEliminar"No es país para viejos" se podría escribir sobre España "No es país para niños".
Incluyo los colegios de fomento, hasta ahora subvencionados pero cargan a los padres con el extra de aportación "voluntaria" a una fundación (escándalo). Los colegios del Betis en general son unos careros y no hacen ningún esfuerzo para ayudar a los padres haciendo más accesible la educación.
Ahora vas a un restaurante y está lleno de perros. Incluso les ponen a cada perrito un recipiente individual de agua y luego el camarero de turno los acaricia.
Hace un par de días rechacé unas patatas bravas que me trajo un camarero después de haber acariciado a un perro. Le dije: o te limpias las manos y me traes otro plato o no me como las bravas.
Hay que construir un país que permita a sus ciudadanos crear una familia y tener hijos, si quieren.
Otra cosa es que a las mujeres las engañaron con la incorporación en el mundo profesional. Si quieres tener seis hijos, como mi madre, la madre no puede trabajar y por lo tanto el marido debe ganar lo suficiente para mantener a la familia ¿No es posible? Pues el país a la mierda. Pero sí es posible si se hace bien.
No me extiendo con los Institutos Públicos que parecen guetos de gente rara (yo estudié los dos últimos años en un instituto y antes no eran sectarios). Así la gente normal no puede aprovechar la educación gratuita.
En Francia y en Austria, por ejemplo, la educación pública es de calidad. De hecho, no hay colegios privados pues para qué pagar por algo que tienes gratis. Eso sí, la educación es laica. Vive la Republique!!!
Sanyi, cómo lograste lo de cursar los dos últimos años en un instituto? A mí me hubiera encantado. Lo pedí al terminar segundo de BUP (y lo volví a pedir al acabar tercero de BUP) pero no me dejaron. Era una cuestión innegociable.
EliminarEra la primera mitad de los años ochenta. Mi padre se había arruinado, como tantos padres en esa época. Mi madre empezó a trabajar en la Universidad Politécnica como administrativa, de ocho a tres de la tarde.
EliminarHabían operado a una hermana, que tiene una enfermedad degenerativa. Alguien tenía que quedarse con ella por las mañanas. Así que me matriculé en nocturno de seis a diez, en el San José de Calasanz que estaba en frente de casa.
Yo no tuve ningún problema.
Bueno, uno sí. Me asignaron al centro Riells, en la calle Cardenal Vives i Tutó a 45 minutos de casa (con el fiscal Sol, de Lérida, amigo de Suso). Así que mi madre volvía a las 15.30, yo iba al centro, hacía la oración de 16.15 a 16.45, merendaba y luego corría de vuelta al metro para llegar a las 18.00 al instituto. Eso era innegociable.
Por la mañana iba a misa al Hospital de San Pablo.
Al volve me compraba tres periódicos: el Alcázar, el ABC y el País. En casa recibíamos la Vanguardia. Me pasaba el día leyendo periódicos.
Sanyi: leo apasionada lo que escribe usted aquí, por eso quiero aportar el dato de la listilla que habla. Copio una estrofa de W.B. Yeats de la que Macarthy toma el título y parte de la idea de su novela. A mandar.
ResponderEliminar"Aquél no es país para viejos. Los jóvenes
Tomados del brazo, los pájaros en los árboles
-Aquellas generaciones que se mueren- cantando,
Las cascadas de salmón, los mares atestados de verdeles,
Pescado, carne, o aves, elogian todo el verano
Todo lo engendrado, nace y muere.
Atrapado en esa música sensual descuida todo
Monumentos de intelecto que no envejece."
Añado vínculo, link, o como lo llamen ustedes: https://buenosairespoetry.com/2016/06/21/navegando-a-bizancio-de-william-butler-yeatsnavegando-a-bizancio-de-william-butler-yeats/
ResponderEliminarY podríamos terminar con Tennyson:
Eliminar"To strive, to seek, to find, and not to yield".
Point taken
EliminarUna de las mejores entradas que le he leído. Conmovedora y con toda la miga del mundo.
ResponderEliminarY yo que me alegro mucho.
EliminarMuy guapos los sobrinos, la saga genética de Omar Sharif sigue por todo lo alto.
ResponderEliminarOiga, los sobrinos... ¡y las sobrinas! (o esposas de los sobrinos, pues no sé si son sobrinas o esposas). Están acojowondeful, prueba de ello es que el autor del barullo considera, con toda justicia, que bien podría ser una portada de Cosmopolitan. ¡Jopé! Y no es para menos, pues las protagonistas están a la altura de Catherine Zeta Jones (la morena) y de Elsa Pataky (la otra).
ResponderEliminarQué hermosa imagen! Cuanta belleza! Parafraseando a una bella dama de Bosnia: “Gracias, Señor, por haberlos creado!”.
ResponderEliminarDe todas las cosas que he hecho en mi vida, tener a mis hijos es la más grande.
Ahora ya son mayores. Uno, si quisiera, con su trabajo y su sueldo, podría vivir solo (espero que aun no quiera). La otra, ha estrenado mayoría de edad y aun nos necesita.
Nunca me ha hecho falta fuerza de voluntad para criarles; no podría ni querría haber obrado de otra forma. Nunca sentí que perdía nada al verles aparecer en medio de mi mujer y de mi. Nunca les impedí que durmieran en nuestra cama si lo pedían (sabía que un día ya no querrían hacerlo y quise disfrutar de los instantes de privilegio que pasan veloces). Nunca seguí los consejos del Dr Estivill. No puedo decir que haya sentido “pasión” por la labor; ha sido como “lo que tocaba”, “lo que deseaba”, “lo que quería” “lo que me hacía sentir muy bien”.
Curiosamente, tampoco he sentido nunca miedo; ni de equivocarme, ni de perder el trabajo, ni de morirme y dejarles colgados, de nada. Es como si durante el período en que les hemos subido algo dentro de nuestras cabeza nos blindara y nos impidiera darles la más mínima muestra de pesimismo o de inseguridad.
Siempre les he priorizado a mi mujer; y siempre mi mujer les ha priorizado a mi; y siempre hemos estado de acuerdo en esto como si fuera un dogma; y nunca hemos hecho caso de los psicólogos, los expertos y los que entienden, que dicen que la pareja debe priorizarse a los hijos; algo en nosotros nos decía que lo hacíamos bien, y nos sentimos felices por como nos están saliendo.
Nunca hemos experimentado con ellos; algo, muy adentro, nos aseguraba el modo en como hacía falta obrar en relación a ellos; no tanto como un milagro sobrenatural, sinó como un milagro natural, a la manera de muchos otros mamíferos que cuidan de una forma sorprendente de sus crías sin dudar en cada momento de como deben hacerlo. Hay algo en la naturaleza que tiene impreso el sello de Dios; un amor discreto y poderoso que en momentos esenciales (la protección, cría y educación de los hijos lo es) actúa proporcionando todo lo que hace falta y más, a cada criatura según sus potencialidades; Dios llena el vaso tan grande como sea el vaso; y su agua se adapta a la forma del vaso, jamás lo deforma; un gorrión recibe de Dios cuanto necesita, un humano también, aunque ambas necesidades sean contundentemente diferentes.
Todo esto me hace pensar en una vieja canción que se llama “La fuerza”:
“(...)Y si me dejas mensajes escritos detrás de las hojas,
de los árboles.
Y si no hay valle por más escondido que esté
que no tenga una flor,
que no me huela a ti.
Y no es verdad,
que no me hables no es verdad,
que no me respondas mi amor.
Y no es verdad,
que estés eternamente callado,
que estés eternamente enfadado.(…)”
PRISCILIANO
Cuando estás sembrado se nota mucho. ¡ Grande Prisci!
Eliminar