Conozco personas que son ateas con toda su buena fe . Tienen una sed de pureza que yo no tengo. Ansían la trascendencia . Buscan la verdad y la belleza en sus actos. Son buena gente, heroica en ocasiones. Sencillas.
No conocen a Dios, del que algunos ni siquiera han oído hablar. Y algunos han rechazado las caricaturas que les han presentado: un Ser que lo arregla todo, que cubre las apariencias, que abusa de su autoridad, o que carece totalmente de ella.
Las he conocido, las he querido. Y no he podido hacer nada más que respetarlas.
También he conocido personas que son creyentes con toda su impiedad. Rezan a un Dios que es un Juez que aplica un código estricto. Un policía que no perdona una sanción. Como perros encelados siguen en los demás al olfato la huella del pecado de la carne y detectan su llaga, no para lamerla con piedad, sino para morderla.
Llenas de escrúpulos. Codiciosos: el afán desmedido de preservar y eternizar su miserable yo les lleva a buscar los "consuelos" de la fe. Sin embargo, Dios está muy lejos de esos corazones.

La sustitución de la fe, la esperanza y el amor, por un conjunto de normas, premios y castigos. Ya habló Jesús de los excesos de los preceptos. Esas derivaciones deformes del evangelio (la buena nueva)... Pero qué esperar de un mundo que crucificó al hombre perfecto, aquel que divide el tiempo en dos partes: la historia antes de él y después de su buena nueva.
ResponderEliminarEsto es como el muéstrame tu fe sin obras que yo, con mis obras, te mostraré mi fe.
EliminarSon los fariseos, sepulcros blanqueados, pelagianos ávidos de perfeccionismos, que necesitan 1000 normas y pautas cumplidas para creerse intocables.
ResponderEliminar"Y Jesús les dijo: —En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas entran delante de vosotros en el reino de Dios" (Mateo 21,31)
Buenos días, buen comienzo. Al sol aquí, lo que dure.
ResponderEliminarEs curiosa, la palabra piedad. Su acepción más habitual se relaciona con la empatía y la caridad; pero hay personas, que la usan mucho, y frecuentemente carecen de tales prendas.
ResponderEliminarEs un error dar por descontado que Dios está de tu lado. Es más, es un error dar por descontado que, tratándose de Dios, hay lados.
McC
No hay que ser "formalmente católico" para llevar una vida buena.
ResponderEliminarSon los "cristianos anónimos", de los que hablaba Karl Rahner.
Luego tienes a los formalistas. Dan para lo que dan, donde no hay mata no hay patata. Ya lo decía Jesucristo cuando hablaba de los fariseos.
No me mueve, mi Dios, para quererte,
ResponderEliminarel cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno, tan temido,
para dejar, por eso, de ofenderte.
No es por el premio que dicen que me darás, ni por el castigo que también dicen que me aplicarás la razón por la cual yo te quiero. No es por todo aquello que afecta a mi interés que te voy a dejar de ofender; no es por eso. Si tú no existieras, incluso así me aplicaría con toda mi intención a dejar de ofenderte.
¿Y qué es ofenderte? Para un ateo, o para alguien que, sin ser ateo, obra igual como obraría si Dios no existiera, ¿qué puede significar ofender a Dios?
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte,
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Esto es lo que significa “ofender a Dios” para un ateo, o para alguien que cree en Dios pero cuyo actuar no es diferente al que sería si no creyera. Ofender a Dios, para estas personas, es clavarle en una cruz y escarnecerlo; que es exactamente lo mismo que clavar en una cruz a un ser humano, o explotarle, o esclavizarle, o humillarle, o destruirle.
“Si lo hacéis con un hermano mío, lo hacéis conmigo.”
“Porque tuve hambre y no me diste de comer.”
La identificación que hace el propio Jesús con cualquier ser humano que sufre —identificación insistente, literal, idéntica a una transubstanciación— es constante en el Evangelio. Uno no se puede llamar cristiano y no creer que todo ser humano sufriente es el mismo Jesús crucificado, igual como el pan y el vino de la eucaristía son su cuerpo.
La razón del obrar del ateo o del cristiano que vive igual como viviría si no hubiera premio ni castigo, lo que le mueve, es ver al ser humano sufriendo, muriendo, metafórica o literalmente crucificado.
Muéveme al fin tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
La segunda razón que mueve a obrar a un ateo o a un creyente que vive igual como viviría si no hubiera Dios, es el amor. El amor de Dios.
La percepción de este amor de Dios, un creyente la percibe en aceptar la muerte en la cruz antes que renunciar a su misión de anunciar el mundo nuevo de Dios; antes que usar el poder divino, la violencia o los milagros para escapar a la misma suerte que sufren y sufrirán todas las personas de buena voluntad que han luchado por la causa de la justicia.
Para un ateo, este amor de Dios se manifiesta en la grandeza de la vida, en su misterio, en la belleza del universo, en la sonrisa de los niños, en la fraternidad entre las personas, sobretodo en el amor entre las personas, en los colores, en los sabores, en el cuidado de la naturaleza y de todos sus seres; en la existencia de este amor inmenso de las fuerzas naturales al lado de un poder inmenso que también nos destruye a veces y que misteriosamente nos empuja a una violencia entre especies y a una lucha descarnada por la supervivencia.
En toda esta belleza, y también en todas estas contradicciones —más fruto de nuestra incomprensión que de la existencia de alguna realidad oscura—, encontramos la segunda razón que nos mueve a obrar como Dios desearía, exista o no Dios: el amor que nos rodea y que es más poderoso que cualquier mal.
(continua)
PRISCILIANO
(continuación)
ResponderEliminarNo me tienes que dar porque te quiera,
porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
He aquí una insistencia: no me premies, no me castigues. Mi obrar no dependerá de esto. Aunque no existieras, te querría. Aunque después de mi muerte me esperara la inconsciencia del no ser, ahora te amaría. Es tu amor la razón de amarte, aunque fueras una quimera de mi mente.
Y quizá la prueba de que este soneto da en el clavo es que realmente existen personas que no cuentan con la existencia de un más allá y que, sin embargo, viven enamoradas de Dios sin saberlo; sin saberlo le escuchan, sin saberlo le obedecen, sin ser conscientes de ello, le pertenecen.
También hay que decirlo: hay ateos que no son así, que no son movidos por el amor. Y es necesario dejar claro que hay creyentes que esperan el cielo y que temen al castigo, y que también están movidos por el amor.
Pero lo que hace feliz a Dios no son las creencias que sigamos o que dejemos de seguir, sino lo que nos mueve, la razón que nos impulsa a obrar. No importa qué canción cantemos, ni siquiera cómo cantemos, sino a quién le cantamos y por qué.
Y acabo mi breve intervención con una frase de Bertrand Russell:
“Si hubiera un Dios, creo que sería poco probable que tuviera tal vanidad como para ponerse incómodo y sentirse ofendido por aquellos que dudan de su existencia.”
PRISCILIANO
Eso es, si hubiera,..
EliminarPrisciliano, precioso todo lo que escribes. Pero breve, no es, no…
EliminarLeí hace tiempo una justificación de la religión, según los judíos:
ResponderEliminarIncomodar a los satisfechos y consolar a los insatisfechos