Hay un tipo de ser humano que me produce un profundo malestar. Son despreciables. El codicioso. Y si el codicioso es piadoso, me resulta repugnante.
Incluso físicamente su cuerpo ha degenerado en una forma de andar, de mirar, de frotarse las manos, de libar una saliva ante todo lo que brille y haga "¡tilín, tilín!"
Conozco uno que tiene como costumbre, además de asistir a misa y recibir el cuerpo de Cristo, y así lo predica a quien quiera escucharlo: " dedico todos los días quince minutos a pensar como ganar más dinero". Y el miserable le da vuelta a sus negocios, contratos, personal, buscando donde recortar , a quien, cómo, sin reparar en los daños morales que pueda causar.
Dickens lo describe muy bien en ese personaje " Ebenezer Srooge " , en el que Disney se inspiró para el famoso Scrooge Macduck , más conocido como Tío Gilito.
A Srooge se le aparece el espectro de su socio muerto , Jacob Marley. Lleva una enorme cadena de eslabones enormes de hierro que arrastra triste y pesaroso.
- Llevo tan solo la cadena que en vida forje . La fui forjando eslabón a eslabón ,yarda a yarda.
Marley insiste a Srooge:
- ¡Oh, mísero cautivo, maniatado y encadenado dos veces! -gritó el fantasma. Ignoras que han de transcurrir siglos de labor incesante por parte de las criaturas inmortales en la tierra para que puedan desarrollar todo el bien de que es capaz...¡desconoces que la ocasión perdida de una sola vida es irreparable!
Jesucristo, al que rezan y limosnean estos pájaros, no se lleva bien con este ganado hipócrita y falso. Y tampoco Dickens:
"Duro y cortante como el pedernal es el corazón de Srooge del cual jamás el acero consiguió sacar una chispa de generoso fuego". Un hombre a quien evita todo el mundo , " nunca ningún mendigo solicitó de él limosna; los niños no le interpelaban , y ni hombre ni mujer le importunaban con preguntas banales".
Scrooge al ver su soledad y su esterilidad cambia profundamente. Termina bien, experimenta la alegría de la generosidad, de la solidaridad, del calor humano.
Pero Jesucristo tiene otro relato de la codicia, y un final muy distinto para estos desgraciados : el pobre Lázaro, y e rico Epulón. Nuestro piadoso ser humano , como así lo enseña Jesús en la parábola , no haría caso ni aunque se le apareciesen mil muertos, o el mismísimo Dios a advertirle de su gran pecado.
En fin, si ni siquiera atendería las advertencias de sus propios difuntos , ¿ para qué escribir?. Dejemos que el porcino morree su propios vómitos de dinero, dinero, y dinero.
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