Conozco unos cuantos ricos , ricos de verdad, pata negra.
Antes los ricos , los ricos de siempre, de varias generaciones, vivían dentro de un capullo de oro como gusanos de seda y al final se volvían crisálidas. Conocí unos de esta especie cuando impartía clase en un colegio donde en alguna casa te abría la puerta un mayordomo con librea.
Estos ricos no se dan ninguna importancia, aunque sus hijos fueron los primeros en hablar gangoso. Un día acompañaba a uno de estos a su casa y un mendigo se acercó a pedirnos limosna. Cuando el chaval vio que aquel ser tendía la mano hacia nosotros me miró y preguntó “¿Qué le pasa a este señor?”.
- Tranquilo, solo es un pobre- le dije.
Ricos felices eran aquellos que ignoraban que en el mundo existía la pobreza y tenían casa de invierno en La Cerdaña, o en Baqueira, algunos con Ermita en su interior, cazaban en Kuala Lumpur una cabra autóctona, , disfrutaban de una Torre en la playa, y eran piadosos con pudor.
Alguna de esas madres, y sus hijas , parecían una de esas crisálidas, escapadas de un cuaderno de Proust.
Recuerdo un matrimonio muy cool , burgueses de alta cuna , canela en rama que entre ellos se hablaban siempre en inglés.
Todo ese tiempo murió.
Hoy ser rico y exhibir de forma impúdica la riqueza se ha convertido en un deporte de alto riesgo.
Los pobres forman ya un mar tempestuoso que bate contra el acantilado de la política y ha obligado a los ricos a hacerse invisibles, refugiados en sus blindadas madrigueras. Hasta los políticos simulan su apariencia de pobres descamisados.
Alrededor de la isla de los ricos hay un abismo lleno de cuerpos naufragados y el mar no olvida ninguno de sus nombres. Ya no es posible navegar esas aguas mortales con el antiguo placer de un anuncio de Martini.
Pero hay una nueva clase , la del nuevo rico hortera, Tripudos , sin cuello, caricaturas del peor Scrooge del "Cuento de Navidad" de Dickens....pero, eso, otro día.
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ESTÁS INVITADO A PASEAR POR MI FEISBUK.
Mucho se dice de los ricos, pero hay pobres que son auténticos pozos de resentimiento y complejos que nada tienen de virtuosos... Si no incurren en los mismos vicios que los primeros es sólo por falta de ocasión y no de ganas, de modo que al final su corrupción es la misma sumando a su pecado el de la envidia. Para muestra, Potemos. Emma Morley
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