Me gusta la gente que tiene muy pocas creencias en su vida. Escéptica , divertida , dispuesta a modificar creencias absolutas a cambio de dar un paseo detrás de un buen culo. O de cambiar el paso que le llevaba a asistir a un homenaje en su honor por hacer unas buenas fotos a un atardecer que pasaba por allí.
De mandar a freír espárragos la eternidad y andar una senda que nace en un cruce caminos, un camino difuso que se inicia entre hojas caídas en un otoño.
Los que saben que sólo se puede tener fe desde la duda.
La gente de creencias sólidas son los que tienen la piedra preparada y cogida del puño , que se sabe lo suficientemente pura para animar al mismísimo Jesucristo a tirar una pedrada a la adúltera.
Esos que te indican con el dedo el camino recto que debes andar , y en cuanto te desvíes, mueven la cabeza escandalizados y se verán obligados - ¡qué otra cosa pueden hacer!- a delatarte .
Estos devotos , cuando te corrijan , no ahorrarán en lágrimas a la hora de condenarte. En el Evangelio los tienes muy bien retratados : con frecuencia detrás de la violencia extrema se maquillan capas y capas de piedad y misericordia fingida.
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