domingo, 8 de mayo de 2016

EL MENDIGO

Hoy sólo  se actualiza EN LO SECRETO

Si algo  define  mi vida  son las  mudanzas.

Soy una hombre  que he cambiado  muchas veces de  casa. Eso tiene una ventaja: no tienes  ningún apego por nada. A  veces  por nadie.

La penúltima vez  dejé  gran  parte de la concha de este caracol  para Cáritas . Dejé  kilos y  kilos de ropa. ¿Quién llevará mis jerseys, esos abrigos, los pantalones , los chalecos?

Hace  unos días vi un mendigo  con un abrigo que bien podría ser mío. Iba  bien elegante. Es  curioso, por detrás  alguien podría creer que soy yo mismo, pero el mendigo tiene un esqueleto de mejor calidad, y lo lleva  con más estilo que  yo. Al final resulta  que todos somos  mendigos.

Ese   mendigo trabaja de forma regular en la puerta de una iglesia de un barrio burgués. Es  muy ceremonioso . Abre la puerta y  susurra  piadoso " buenas  tardes, señor" .

 El otro día, en la puerta del templo, cerca de la residencia donde he ido a vivir , lo vi con el que parecía mi abrigo. Me dieron ganas de llamarle hermano. Es él, pero bien podría  ser yo  esperando que salieran los fieles de la iglesia para tenderles la mano. 

Me fijé en él desde la acera y de pronto recordé. Ese abrigo  bailó en la terraza de un bar   en León. Aquel bolsillo destrozado me recordaba un paseo de regreso a casa     lleno de amor. ¡Wow, ¡tremendo!

Cosas  buenas  y algunas  frustraciones aparecían en cada una de las arrugas de ese abrigo. Y  mucha  alegría, porque  la vida  es alegre. , Pero debajo de aquellos paños, en los dobladillos ,  había unas cuantas  heridas. Y  allí estaban, cicatrizadas  en el interior de  ese hombre, que también es el mío.

Cerca de ti anda un mendigo  con tu ropa  y, de espaldas, se parece a ti.

(El Barullo  y en   Lo  secreto , comenzarán a  actualizarse en días alternos).
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2 comentarios:

  1. ¿Cuanto de lo que somos dejamos atrás para encontrarlo de nuevo en los demás?

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  2. Ayer descubrí en youtube una entrevista con un pianista húngaro, Gyorgy Sebok, que vivió la segunda guerrra mundial. Buscaba un tema de Bach, el adagio del 564. El artista contaba que durante la guerra inhibió todos sus sentimientos y perdió también su capacidad de disfrutar de la música. Lo interpretaba como un mecanismo de defensa contra el entorno bélico. Sin embargo, después de la guerra se le volvió en contra y "sufría por no sufrir", no sentía la música. Hasta que un día, oyendo este adagio, todo volvió a la normalidad y "las cuerdas que no funcionaban, volvieron a funcionar". Así es nuestra vida, la vida de los artistas, expuestos como un ecce homo al entorno, sintiéndolo todo, captándolo todo, interpretándolo todo, digiriendolo todo, fagocitando el entorno, incapaces de trazar una línea entre el yo y lo externo. Un buen cínico dentro de nosotros, eso es lo que necesitamos.
    Te paso el adagio sin la entrevista:
    https://www.youtube.com/watch?v=m_uxtZIafbY

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