sábado, 28 de abril de 2018

EL DULZOR DE ALGUNOS FRACASOS.

Hay que prestar mucha atención a todo el mundo en esta vida y principalmente a aquellos que no creen en nada, a los desesperados.

A veces  esa  gente  tiene toda la razón, por ejemplo, aquellas personas a las que han arrancado el corazón.

Hasta el mismo fracaso en nuestras  vidas libera una dulzura, como la dulzura de las flores: si la percibes una vez es suficiente.

A toda  esa  gente doliente  hay que  acercarse para que sepan de ese dulzor.

1 comentario:

  1. Aprendimos que el fracaso es un concepto absoluto.
    Si la cagas, la cagas.
    Con el tiempo te das cuenta que el fracaso es en realidad un concepto muy, pero que muy relativo.
    Un día observas una carrera de 1.500 m., la Reina del medio fondo.
    Un señor de Albacete se la pega en la segunda curva. Cae sobre la pista y se desolla el muslo.
    El muy cabrón se vuelve a levantar, dolorido hasta las trancas y reanuda la carrera sin ninguna oportunidad de estar en sus marcas y mucho menos de ganar.
    La carrera acaba. Gana un medio fondista que promete.
    Y a las mil y una llega atrasado el señor de Albacete.
    ...
    Terminada la competición vuelves a casa. Esa noche, cuando te acuestas, repasas mentalmente las imágenes del día.
    Ya no recuerdas al pollito que ganó la carrera. Te surge poderosa la imagen del albaceteño.
    Cuando se tratabilla y se mete un guá impresionante contra el suelo.
    Cuando se toca el muslo dolorido.
    Pero sobre todo se te queda en las meninges occipitales la imagen de cuando se levanta hecho fosfatina y reemprende la carrera.
    ...
    Y entiendes que todos somos un señor de Albacete que se cae en la segunda curva.
    Y que volver a levantarse es la única opción digna.
    Y por eso lo recuerdas.
    Porque vivimos de caídas, emociones y redenciones.

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