martes, 24 de abril de 2018

ESTÚPIDA NECEDAD.

Con  cierta frecuencia  entro en una iglesia y , aunque no rezo, intento estar en sintonía  con Dios. Yo, y de verdad, no soy digno de que entre en mi casa.

Pertenezco a esa legión de personas que desde  los seis años  pasé  a engrosar el acervo de los mortales que esperan una solución a sus problemas mediante plegarias a Dios. Un día me di cuenta que  la oración parece  un pacto egoísta: rezo y  creo merecer un regalo a cambio. 
 
Un día leí " no hace falta que pidas nada, Él sabe mejor  que tú lo que necesitas". Y ahora  me siento contemplado por Él. Y punto.

Si en algún lugar del universo hubiera un Ser Omnipotente como el que pinta la fe de algunos  debería de estar  hasta las narices  de este barullo de lamentaciones  lastimeras que emiten los piadosos habitantes de este planeta pidiéndole  remedios para sus males.

Por la mañana, en la iglesia de santa Gemma , escuchas  siseos  , letanías, idas y venidas en busca de cirios para el santo, la Virgen: un  coro de plegarias  destinadas a excitar el ego divino, seguidas de un rosario inagotable de penalidades. Imagino a Dios diciendo "¡pero qué se habrá creído este pobre hombre que soy?".
 
 

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