He visto miradas igual de estúpidas en nuevos ricos que ni siquiera son reyes sino simples empresarios de medio pelo . Están sentados en su despacho, cercano a la gerencia y son pobres hombres sin poder alguno, pero sobre el sofá conservan en los ojos una desconfianza o dureza que alcanzaría la materia del arte si además de tener un management también fueran reyes.
Allí hay una jauría aterrorizada ante la mirada del artista. Todos los críticos aluden a los ojos terribles de algunos personajes. como la mirada de María Luisa de Parma o la terrible de María Josefa , al fondo ; en cambio, nadie imagina que los ojos devastadores eran los de Goya , negros y concentrados como la verdad misma, que en ese momento estaban escrutando con absoluta imparcialidad el rostro de tanta podrdumbre.
Atrapados en el lienzo frente a un artista singular, la familia de Carlos IV , que se saben sin escapatoria, ensayan una mirada impostada sólo para defenderse.
En realidad, estaba pensando: este maño hijo de perra, trata de desnudarnos . Si nos sigue mirando con esa intensidad, sin duda, va a descubrir que nuestras bocas han devorado conjuntamente mil asados y mil mujeres. Que tengo más cuernos que una manada de ciervos. Que la envidia me carcome...Nos han dicho que este Goya es un pintor superdotado, de modo que va a saber que mi nariz abotorgada se debe a la cantidad de vino que he bebido .
Leerá en mi ceño adusto que no soporto a este cerdo. Notará en mi cara que soy un hombre sumamente débil que sabe que la gorda y mandona que está a mi lado me es infiel.
Este hijo de perra me va a destruir con sus ojos; estoy simulando que soy tan fuerte como él.
Hoy, viendo su retrato sabemos que estamos contemplando una gente asustada frente al inmenso poder del arte.
Don Francisco tiene una obra poco conocida que resulta de gran interés, y cuya reciente restauración ha sido en parte pagada por tí.
ResponderEliminarSe trata de los frescos de la iglesia de San Antonio de la Florida en los madriles.
Allí yace también el pintor maño, que fue trasladado desde Burdeos a Madrid a principios del siglo XX.
No cuesta ni un pavo ver la iglesia y admirar unos frescos de un genio que tuvo la oportunidad de explayarse a sus anchas en una bóveda.
Libertad e imaginación en estado puro.
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Cuando salgas de la iglesia entre usted en Mingo, taberna aledaña, y se pide una sidra y una ración de queso de cabrales.
Verá el cielo.