lunes, 9 de septiembre de 2019

CONFUNDIDOS EN LA MISMA SOPA.

Dicen  que somos  competitivos  por  naturaleza. No sé. 

Yo lo fui.  En los jesuitas  de mis años mozos  se educaba según esa premisa  : ediles de todo tipo, medallas, sellos de eminencia, demérito, de distinción. El problema  lo teníamos quienes   no teníamos ni sellos, ni eras edil, y las calificaciones llegaban  a  casa cruzadas de rayas rojas.

Las mías parecían la bandera de la Tradición Carlista.

Se  hizo un curioso experimento para conocer las circunstancias en que el hombre ofrecía el máximo rendimiento. Se  puso una serie de  individuos   tirando  de una cuerda conectada a un extensómetro. La conclusión a la que se llegó es que cuando aumenta el número de personas para realizar una tarea, disminuye el esfuerzo individual.

Es experiencia  común que en el socatira siempre hay un vago que pone caras, grita, resopla...pero   sudar, lo que se dice sudar, ni una gotica, maño.

Esto en las grandes corporaciones sucede mucho; gente  que vive del cuento.

Incluso en asociaciones religiosas, donde las masa diluye la piedad  individual en una sopa  densa de gestos  en la muchedumbre.  A esas multitudes  les da  la impresión de que al cielo se va como entran en el Tour un equipo en la contrareloj.

Es  mentira, pero  les  da igual: se está bien camuflado  en un rosario rezado  por miles de personas.

Pero si  atendemos al fondo del asunto, oímos a Jesús hablando de las parábolas del  uno: un dracma perdido, una oveja descarriada, un hijo pródigo, un buen samaritano, un leproso que regresa, un buen ladrón, una viuda , una enferma  con flujos de sangre...

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