En septiembre voló Manuela a Dios.
De ella aprendí que la búsqueda de la felicidad es una búsqueda de la buena muerte.
Si la pregunta es ¿qué tengo que hacer para morir bien? ¿Qué muerte debo preferir y qué existencia debo llevar en consecuencia?, ella nos enseñó el camino .¡ Qué manera tan hermosa de despedirse !
Manu no concebía la caridad como algo suave, tímido y respetable. Algo de burgueses bien pensantes, y de curas, frailes y monjas que viven muy bien. Lo concibió como algo amplio, desafiante, escandaloso, y hasta destructivo. Estaba dispuesta a todo por su gente. Su generosidad despreciaba el que diran , o el no puedo.
Hay gente que no alcanza a entender esta manera de ser, pero mientras no hayamos comprendido esto, nadie comprenderá realmente ni siquiera el por qué olía tan bien el perfume de nardo con el que una desgraciada refrescó los pies de Jesús: cada persona vale el amor que le posee. Y si Dios no nos amase, el mundo no existiría.
Manuela jugó en esa liga. Y así quiero y pido morir.
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