Hay pecados que son delitos, y los delitos se denuncian.
Yo , y como yo varias generaciones, fui acosado por dos religiosos. Uno te acariciaba la carita y metía la mano en la pernera del pantalón corto a sobar mollar del glúteo.
El otro invitaba a ir al cine y allí en el NODO posaba la zarpa en la entrepierna y te susurraba "¿te gusta la película?.
De los dos salí más o menos indemne.
Tuvo que ser Ratzinger el primer Papa que pasó la vergüenza de pedir perdón en nombre de la Iglesia urbi et orbe,y denunciar a esa chusma animando a hacer lo mismo. Recuerdo que no todo el mundo lo entendió.
Hasta entonces , para la Iglesia católica un clérigo pederasta que corrompe a un número de chavalines sólo es un pecador, no un delincuente. Si se descubría su vicio nefando, los superiores preocupados por el escándalo que pueda causar entre los fieles su conducta desordenada, trataban en primer lugar de encubrirlo.
A veces lo llamaban en secreto a consulta y le preguntaban "¿quién más sabe esto?" .
El hombre lloraba, se sinceraba, pedía perdón de sus pecados , y si el caso ha sido muy sonado, le obligaban a marchar muyyyy lejos.
Por muy execrable que haya sido su pecado, si se arrepiente, quedará absuelto mediante una penitencia más o menos dura.
Una cosa que siempre me llamó la atención es la facilidad con la que la iglesia perdona estos pecados: tantas veces como vuelva a echarse otro monaguillo a la bragueta , siempre que repita el acto de contrición después de cada caída.
Una cosa que siempre me llamó la atención es la facilidad con la que la iglesia perdona estos pecados: tantas veces como vuelva a echarse otro monaguillo a la bragueta , siempre que repita el acto de contrición después de cada caída.
Jesús habla de atarse piedras al cuello y de echarse al mar.
Todo esto da mucha pena.
La jerarquía eclesiástica y de cualquier movimiento , debe saber que hoy, antes de hablar de la fe, hay una cosa muy elemental que cumplir: en lugar de encubrir, absolver y mandar al corruptor de menores a no se sabe dónde para que haga penitencia, que no la va hacer , su deber es entregarlo a la justicia ordinaria con el mismo celo con que lo hace con el ladrón que descerraja un sagrario y roba un copón lleno de hostias.
De repente sucede que la biografía de esta gente se interrumpe de una manera brusca . Como ese avión que deja de emitir señales en pleno vuelo y los controladores ignoran dónde ha ido a caer. No hay cajas negras que guarden el registro de las últimas conversaciones de estos tipos porque alguien no quiere darlas a la luz pública
¡Cuántos secretos vergonzantes guardan los sepulcros de muchos curas!

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