Querid@ M.
Sé que tienes prohibido leerme, y que de vez en cuando te asomas a escondida a esta charca a escuchar al este sapo. Entiendo que no te dejen, y entiendo que no te haga gracia que diga de tu gente las cosas que digo. En fin, con el tiempo nos entenderás a todos.
Aunque la experiencia me ha enseñado que es mejor huir de los consejos no pedidos, las opiniones no preguntadas, los favores no solicitados, déjame que te aconseje. Saber que estás por aquí , y el cariño que te tengo, me da cierto qué para darte unos consejos.
Márchate lejos de allí a estudiar lo que quieras. Muy lejos. Vuela, equivócate, conoce otra gente, otras aves, otras jaulas, otros paisajes. Estás herrad@ en el costillar con el hierro de una ganadería que siempre va estar allí, grabada a fuego, y la única manera de que esa cicatriz desdibuje es olvidarte de esos campos vallados, las tientas de la camada, los ensayos del toreo de salón que hacen contigo, saltando el cercado de la dehesa, y echando a correr en campo abierto.
Conocerás otras vidas , algunas reses sin herrar, se llaman maverick, y te sucederán muchas cosas, todas buenas. Te conozco, y eres de l@s que tienen un corazón limpio. Te sucederá como cuando das una limosna, que te podrás equivocar de pobre, pero tu corazón siempre acertará.
Te irá bien, pero sal de ese corral.
No hay otra receta para vivir que andar, caerse, levantarse, corregir, tirar folios de tu vida escrita a la papelera ( a veces querrás tirarte tú también) y dedicarle horas, días, meses y años a aprender el oficio de amar.
Nada de esto te garantizará nada. La vida no depende sólo de eso. Cuenta el talento de cada cual, y tú lo tienes por arrobas. Y vocación, la tuya. Y la suerte. Hay magníficas personas con mala suerte, y otros mediocres a quienes sonríe la fortuna. Los que les va bien y los que no. Ésas son las reglas. Si no las asumes, no te vayas, quédate en casita.
Vuela, vuela lejos. Tendrás una mirada propia del mundo y algo que contar sobre ello, así que procura vivir con intensidad . Hay muchas mentiras en las historias que te han contado. Espera a vivir , a que esa vida te deje huellas y cicatrices. A conocer las pasiones que te mueven a ti y a los seres humanos, las que nos salvan o nos pierden. A descubrir que lo que te dijeron que era pecado no lo es tanto, y que hay virtudes que son pecados horribles.
Confía en tu talento y en tu corazón.
Cuando regreses, si decides irte, entenderás muchas cosas. Incluso que tus padres son gente que deja mucho que desear. Lo mismo que yo. Lo mismo que tú.
Un último consejo. Date de alta el teléfono en una nueva compañía, y págalo tú.
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