viernes, 6 de diciembre de 2019

LA MÁSCARA EMBOZADA.

Toda  la gente que ha tratado de enviar un mensaje de terror al mundo se ha ocultado detrás de un disfraz, de una máscara.

Parece que a los hombres nos pone eso de maquillarnos.

Un terrorista  como Otegui puede soltar una gilipollez , pero si la pronuncia lentamente con la cabeza dentro de una capucha, entonces esa gilipollez adquiere el eco de lo sobrenatural. Habla la sabiduría.

Con el rostro tapado , un hacha, una serpiente y una metralleta en la mano, las palabras alcanzan mucha profundidad y  espanto; por eso el hombre para imponer sus ideas se ha servido tanto del disfraz como de las armas. 

Ocultos  con máscaras de animales, o de seres con aspectos macabros , los hechiceros bailaban junto a la hoguera simulando una cacería, emitían sonidos de grande acojone,  y éstos atraían la caza. Incluso la fertilidad.

Todo movimiento revolucionario , lo estamos viendo con los independentistas catalanoides,  han necesitado de los curas, los  nuevos brujos, que se han adornado la frente con grandes cornamentas y a través de la historia no han cesado de lanzar comunicados llenos de amenazas y consejos, mientras también danzaban y el infierno se hallaba a disposición de los fieles.

Los payasos  se han ocultado siempre detrás del maquillaje para desarrollar los simulacros. Los jueces se han vestido con oscuros faldones y puñetas y nunca han osado  dictar sentencia sino parapetados en la trasera de las cornucopias. ¿Qué sería de la moral sin las ceremonias litúrgicas , de los vestidos, las albas y tiaras, los incensarios  y de los dogmas  sin los fastuosos  ropajes? 

El podio de los políticos, la máscara de los comediantes, la capa de los obispos, el uniforme de los militares y la toga de los jueces son ornamentos que los hombres utilizan sólo para dar prestigio a la voz.

Ninguna máscara del brujo más brujo más brujo podría compararse con el capirote de un terrorista cuando lanza una soflama. Dentro del vacío que genera ese saco oscuro , las ideas vulgares, las ambiciones rastreras, conquistan el sonido de un drama maravilloso. 

Ningún báculo ha logrado el vigor de la metralleta, pero ésta no tiene más fuerza que la oscuridad. Por eso el poder busca las sombras, ya que éstas acrecientan su propio volumen y dan una apariencia de solidez a los fantasmas. 

A Drácula lo desintegra la luz. . esa misma es  que aniquila a los terroristas. La noche, la ambigüedad, el silencio o las frases pronunciadas dentro de una capucha dan mucho prestigio, y frente a él la verdad  . El arma de la libertad, que es el ácido más corrosivo.





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