Tiene 90 años y le gusta recorrer de mirón las partidas de todos los bares de Parquesol, el barrio donde vivo , aunque creo que es "Ciudad Parquesol"
Me dice que conoció esas calles cuando eran el cerro de la Gallinera. Tiene cara de buena persona, aunque eso, les pasa a todas las personas mayores, que tienen cara de buenas personas.
Todos los días recorre el mismo circuito dietético. Sale de la residencia de tercera edad , situada en la calle Amado Arias , sube a la plaza Marcos Fernández , y regresa. Tiene parada y avituallamiento en varios bares donde se juega la partida . Haga el tiempo que haga , allí está el tío. Si sopla un ventarrón del norte el hombre lleva gabardina, bufanda hasta la boca, se encorva, y palante. Siempre viste con corbata.
Por detrás parece un hombre perdido en el tráfico de una capital de provincia, un anciano anónimo que va de miranda en las partidas. Por delante es Arturo , todo un caballero que no sale a casa sin llevar a juego la corbata.
- Yo era hijo de un comerciante de ultramarinos en Laguna de Duero. En casa de mis padres había sacos de sal, granos y legumbres. De niño me montaba en aquellos sacos con una cuerda en forma de riendas y era feliz imaginando que galopaba sobre briosos caballos.
Fui a la escuela pública del pueblo hasta los siete años. Después nos vinimos a vivir a Valladolid y estudié en el Lourdes. Aquí el que no estudiaba en el Lourdes es un ...un...
- Un pringao- le digo.
- No..,.las familias buenas de Valladolid presumían de llevar los niños al Lourdes.
- Usted era de buena familia, Arturo?
- No, pero con enorme sacrificio costearon el colegio.
Yo trabajé en Correos toda mi vida. He gastado mucha suela de zapatos,y con el tiempo llegué a jefe de servicio.
Se casó con Aurora . La conoció en Correos. Le brillan los ojos cuando habla de ella .
Hace dos años que Aurora falleció y sus dos hijas le animaron a ingresar en la Residencia.
"Era todo para mi, debía haber muerto yo antes".
- ¿Y ella, entonces?.
- Ella se hubiese defendido muy bien, además, ahora viviría con sus hijas
Le escuecen los ojos cuando dice "sus hijas" y no "mis hijas".
En sus andares hay todavía una sombra caliente, esa primera mano de soledad que espera la caricia que no llega , el silencio nuevo que se instaura en la ciudad con su ausencia , en las calles, en los tristes pasillos de una Residencia de la que escapa buscando su recuerdo.
Tiene la piel fina, con manchas de color pera , con los párpados oblicuos, con algo hebraico en la nariz y en el diseño del cogote. Se mueve con modales antiguos, de cortesías pasadas, con la esencia de un frasco que se rompió en el 2014.
- ¡Usted reza, Arturo?
- No.
- ¿Y Aurora?.
- Era religiosa sí.
- ¿No habla con ella?
Arturo sólo quiere morirse y marchar volando con su Aurora, que le dejen en paz, que le den pol culo a todo , y montarse con ella en aquellos sacos con una cuerda en forma de riendas y galopar sobre briosos caballos por los siglos de los siglos.
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