miércoles, 27 de enero de 2016

MARÍA ANTONIETA

Leo la estupenda  biografía de María Antonieta.

Zweig, todo él,  es un escritor sin fisuras, un novelista extraordinario y también un biógrafo magistral, capaz de aunar rigor histórico, pensamiento y arte. Y es exacto: Su María Antonieta se lee con un interés creciente que, como la revolución, solo se detiene para tomar nuevo impulso, y al que, en la última parte del libro, se añaden buenas dosis de emoción. Aunque, para ser más precisos, al final, ya no se lee, se devora, y solo la maestría de un gran artista puede explicar tanta expectación por un desenlace que conocemos de antemano.

María Antonieta, una mujer despreocupada y “corriente” que sólo se elevó por encima de esa condición cuando la historia la puso en una situación nada corriente; su marido, Luis XVI, diez años de impotencia por miedo a operarse de fimosis y que el día de la toma de la Bastilla anotaba en su diario “Rien”. Ya  me refería  él hace unas  entradas .

 Su madre, la emperatriz María Teresa, que la entregó casi niña a un matrimonio  de conveniencia entre Hasburgos y Borbones, su suegro, el decadente Luis XV,  amantes y amigos, pequeñas intrigas y grandes fiestas en Versalles y en el Trianón, y de pronto, una Revolución que se manifiesta insaciable, y que, paso a paso, lleva a la pareja real de Versalles a Las Tullerías y de ahí a la guillotina.

Esta es su descripción del apunte que tomó Luis David de la ciudadana Capeto camino del cadalso:



Jacques-Louis-David-Marie-Antoinette…una mujer envejecida, ya no bella, pero todavía orgullosa. La boca cerrada con soberbia, como si gritara hacia dentro; los ojos indiferentes y ajenos a lo que ocurre, va sentada, con las manos atadas a la espalda, tan recta y desafiadora sobre su carreta de adrales como si estuviese en un trono. Un indecible desprecio nos habla desde cada uno de los rasgos de su rostro como de piedra; una inconmovible decisión se ve en el busto bien erguido; una resignación que se ha transformado en pertinacia, un dolor que internamente ha llegado a ser una fuerza, prestan a esta atormentada figura una nueva y terrible majestad. 

Hasta el mismo odio no puede ocultar, en este dibujo, la nobleza con que María Antonieta triunfa de la vergüenza de la carreta de adrales con su actitud magnífica.

Impresiona , un apunte  de la reina en la carreta  que le lleva al patíbulo. Cansada, demacrada, confusa , pero con la espalda erguida , digna, escuchando los abucheos e insultos de las arpías  que le gritaban en  aquel momento.

Vivimos  como si hubiese  otra vida después , y quizás es verdad, pero es esta´la de hoy y ahora   la que hay que bailar. La que está pasando. No hay vuelta atrás, ni hay una segunda vida.

Esto no es un ensayo general que prepara la función. No, amig@: estás en plena  representación de tu obra.

Por eso, el final de esta mujer, con todos los errores y horrores de su biografía, me parece ejemplar.

Hay que saber  morir.

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