lunes, 29 de julio de 2019

EN EL INTERIOR DE LAS CUEVAS.

Todos  los  días  acostumbro a dormir pensando en  algún paisaje de mi vida. Puede ser el  recuerdo de un rostro, un río, un valle, una cima, un encuentro  que  marcó  mi vida...

Una de  mis  favoritas   es pensar en  dos cuevas  que he visitado con frecuencia casi   obsesiva  : la cueva  del Moro , en la entrada del Cañón de Añisclo, y la Gruta helada de Cateret, en la Brecha de Rolando,la  cueva   de hielo fósil más alta  del mundo.

Disfrutaba introduciéndome  hasta  lo oscuro y allí  quedarme  quieto  en silencio. Ese silencio  con la nieve  se apelmazaba , quedaba esa  negrura  como en sordina.

Parecía  que regresabas al vientre de Gea. Me  imaginaba  esa cueva  en la época  de  los  mamuts, ciervos, leones de las cavernas, y osos que medían tres metros de alto, además de renos, íbices, bisontes, rinocerontes y caballos salvajes. 

En la oscuridad, el silencio se hace biografía  y parece  que se condensa todo lo que ha ocurrido  en esas  paredes. 

Dentro de una  cueva existe el misterio , pero ese misterio  está en  sintonía  con una sensación de protección. Es fácil rezar en  un ambiente  así.

En las   dos  cuevas  la  experiencia de pasarte  la mano a milímetros  de los ojos y no  sentir  su caligrafía  era  desconcertante. 

Las  gotas  tintinean  aquí  y allá.  Cuando  vas  saliendo a la luz  desde la negrura   el musgo  rojizo alfombra  la  entrada .  La frescura del rojo es asombrosa. Tan presente e inmediata como un olor, o como el color de las flores en una tarde de junio, cuando el sol se pone.

En el silencio  y  en  la  oscuridad  la dimensión del lugar importa poco  Las medidas geométricas no sirven, porque es como estar dentro de un cuerpo.

Cuando  paseas  por una cueva  las rocas que se alzan y sobresalen, las paredes circundantes con sus accidentes a  capricho de la  erosión de los siglos , los pasos, los huecos que se han creado mediante el proceso geológico , se parecen extraordinariamente a los órganos y huesos de un cuerpo humano.

Lo que todos tienen en común es que fueron  esculpidas  por  el agua.

Los colores de la cueva también son maravillosos. Las rocas  tienen el color de los huesos , las estalagmitas son escarlatas y muy blancas, las  cavidades  son anaranjadas y viscosas. Las superficies brillan como si estuvieran recubiertas de una viscosidad de alabastro.

Vale  la pena ,si no has tenido  esa experiencia, que entres sol@  en  una cueva. Fueron   los   primeros  santuarios. 


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