El desencanto es más temible que la desesperación.
El desencanto es un encogimiento del espíritu, una enfermedad de las arterias de la inteligencia que poco a poco se obstruyen, no dejan ya pasar la luz.
La desesperación no consiste en estar cansado del sufrimiento, sino en estar cansado de la alegría.
Otras veces lo hemos contado aquí: esa tristeza de las personas que hicieron de un hombre un dios, y después no le perdonaron que no lo fuese. Ese desencanto deja huella en el rostro: ¡difícil sobrevivir a esos grandes ideales!
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